Lado B
Comprensión compleja y educación ética
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
02 de febrero, 2022
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¿Cómo aprender a comprender? Tres procedimientos deben ser conjugados para engendrar la comprensión humana: la comprensión objetiva, la comprensión subjetiva, la comprensión compleja.

La comprensión objetiva (de cum-prehendere, tomar en conjunto) comporta la explicación (ex-plicare, salir de lo implícito, desdoblar). La explicación obtiene, reúne y articula datos e informaciones objetivos relativos a una persona, un comportamiento, una situación, etc.

(…) La comprensión subjetiva es el fruto de una comprensión de sujeto a sujeto que permite, por mímesis (proyección-identificación), comprender lo que vive el otro, sus sentimientos, motivaciones interiores, sufrimientos y desgracias.

(…) La comprensión compleja engloba explicación, comprensión objetiva y comprensión subjetiva. La comprensión compleja es multidimensional: no reduce al otro solamente a sus rasgos, a sus actos, sino que tiende a tomar en conjunto las diversas dimensiones o los diversos aspectos de una persona.

Edgar Morin. «Método VI«. Ética, pp. 112-113.

Vivimos en un mundo en el que domina la incomprensión. El mundo adolece de una falta de comprensión de las teorías que explican los graves problemas que enfrentamos como humanidad, y de una falta de conocimientos teóricos que aporten nuevos modelos para comprender estos problemas y enfrentar creativamente sus soluciones; padecemos también la incomprensión entre personas —incluso dentro de una misma familia—, entre grupos étnicos, clases sociales y culturas, la incomprensión entre gobernantes y gobernados, y entre gobiernos de distintas naciones.

Nos ha tocado también nacer en un país en el que históricamente se ha vivido la incomprensión entre los hoy llamados pueblos originarios, los descendientes de los conquistadores españoles y los que somos producto de la mezcla racial; el sincretismo cultural, la incomprensión entre los conservadores y los liberales, entre los creyentes y los no creyentes, entre la clase política y el pueblo al que deberían servir y del que se han servido; la falta de comprensión también entre las diversas clases o capas sociales.

Esta situación de incomprensión continúa siendo alentada hoy a nivel mundial por los grandes intereses económicos transnacionales y por los intereses políticos de los países más poderosos que siempre se han beneficiado de la incomprensión y han obtenido ganancias de ella, lo que tiene a todo el planeta en una situación de tensión creciente.

Nuestro país vive también tiempos en los que se está alimentando y alentando la incomprensión desde el púlpito en el que el presidente produce y protagoniza cada mañana un “talk show” donde se divide a las y los mexicanos entre buenos —los que están a favor del gobierno actual— y malos —los que critican cualquier aspecto de su gestión—, y se organizan campañas y persecuciones mediáticas contra empresarios, periodistas, influencers, políticos de oposición o cualquier ciudadano que se atreva a cuestionar la situación de destrucción institucional, de militarización creciente, de violencia incontenible, de corrupción rampante e impunidad defendida desde el poder y el consecuente deterioro económico y social que padecemos.

En este panorama alcanzo a distinguir dos elementos fundamentales que están contribuyendo a la creciente incomprensión en todos los niveles, tanto en nuestro país como en el mundo entero. En primer lugar, la tendencia creciente a ignorar y menospreciar el conocimiento científico, humanístico y social, lo mismo que la creación artística en todas sus manifestaciones. En segundo lugar, la visión simplificadora que separa la comprensión intelectual objetiva, propia de las ciencias y las humanidades, de la comprensión subjetiva o intersubjetiva que es imprescindible para la convivencia humana en sociedad.

He escrito en este espacio —a propósito de la película No mires hacia arriba— sobre la primera tendencia, la del menosprecio e ignorancia deliberada del conocimiento por parte de quienes detentan el poder económico y político que lleva a la falta de comprensión objetiva sobre los distintos problemas y desafíos de la realidad que vivimos. Esta tendencia se manifiesta en una educación que, como afirma Martha Nussbaum, capacita individuos técnicamente competentes y totalmente obedientes con el fin de mantener y alimentar el sistema generador de desigualdad, exclusión y descarte que domina hoy al mundo.

No se trata de una mera fantasía como la que presenta la película citada, en forma satírica y con un fino humor negro, sino una realidad que vivimos todos los días y que en México se está manifestando hoy claramente, por ejemplo, con la progresiva destrucción del Conacyt —disfrazada de transformación—, el ataque también destructivo al CIDE, la ENAH e incluso a la UNAM por parte del gobierno federal y las continuas declaraciones del presidente menospreciando, y aún tachando de corruptos, a todos los que tienen una formación académica y profesional de alto nivel en cualquier campo del saber.

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La segunda tendencia, la que consiste en mirar de forma simplificadora la realidad y separar el conocimiento de la ética, la comprensión objetiva de la intersubjetiva, también tiene manifestaciones claras en la situación política actual del mundo y de nuestro país. Basta con señalar la proclama del presidente que afirma que en su administración requiere personas con 99 por ciento de honestidad y 1 por ciento de capacidad, o la declaración reciente al anunciar el nombramiento de la nueva titular del DIF nacional, destacando que se trata de “una buena persona”.

Como afirma Morin en el epígrafe de esta semana, para aprender a comprender se requiere de la combinación de la comprensión objetiva —relacionada con la explicación que obtiene, reúne y articula datos e informaciones de carácter objetivo—, la comprensión subjetiva (o intersubjetiva) —que es el fruto de entender a otro sujeto, que genera empatía—, y la comprensión compleja —que articula las dos anteriores y les da una proyección más amplia y profunda—.

Aprender a comprender, en este triple sentido que plantea el pensador francés, es una condición básica para la educación ética y ciudadana de las niñas, niños y jóvenes. Para formar éticamente, resulta indispensable promover aprendizajes sólidos y significativos sobre las realidades objetivas que estudian las distintas disciplinas científicas, humanísticas y artísticas; desarrollar las capacidades para comprender al otro y poder alterizarse y no alterarse ante la presencia y en la relación con el otro, como mencioné hace un par de semanas en el artículo sobre la identidad y la alteridad

Por último, la educación ética y ciudadana requiere también del desarrollo de la capacidad de comprensión compleja, que capacite al niño, niña y al joven, para integrar armónicamente y articular de forma equilibrada la comprensión objetiva y la comprensión subjetiva, dándole una perspectiva y un alcance multidimensional.

Porque no saber calcular adecuadamente una estructura de una obra pública o de una casa, no ser capaces de llevar bien la contabilidad de un contribuyente, no tener conocimientos sólidos para administrar eficientemente una empresa o institución pública, no conocer lo indispensable para liderar una secretaría de estado o una dirección de alguna organización o de gobierno, hacer mal el trabajo por ignorancia, tiene implicaciones éticas relevantes porque genera daños y afectaciones a personas, comunidades y a la sociedad en general.

De la misma forma, saber mucho, tener una formación de altísima calidad en cierta área del conocimiento o en alguna profesión, pero aplicar estos conocimientos con la mirada en los intereses particulares de individuos o grupos o partidos, sin importar el daño que se causa o el bien que se deja de hacer a personas, comunidades o a la sociedad en general, es también, evidentemente, una falta de ética grave.

Vivimos tiempos de incomprensión creciente que pueden derivar en estallidos sociales y agravar la ya de por sí muy delicada y preocupante realidad de violencia estructural y cultural que estamos viviendo. Para lograr salir de esta situación se requiere de una educación ética que vaya más allá de los discursos moralizantes o de las buenas intenciones, y genere capacidades de comprensión objetiva, subjetiva (intersubjetiva) y compleja en las nuevas generaciones. Solo así podremos salvar a nuestro país y salvar a la humanidad de la catástrofe que, por más que nos empeñemos en ignorar, parece estar a la vuelta de la esquina.

*Foto de portada: fauxels | Pexels

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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