Lado B
Educación emocional y auto-liberación
El crecimiento imparable de la violencia que vivimos en el país desde hace varias décadas que no ha logrado ser contenido ni atacado de manera eficiente, así como su reflejo en la convivencia escolar en la que el acoso, el bullying y la violencia psicológica, verbal, física y digital
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
18 de junio, 2023
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Pero al posicionar a nivel interno del sujeto tanto al soberano como al sometido, la sociedad actual evidencia una dialéctica no de la negatividad, sino de una plena positividad y transparencia… Su patología, en consecuencia, es producto de un exceso de positividad: al creerse libre de coacción externa, el individuo «se somete a coacciones internas y a coerciones propias en forma de una coacción al rendimiento y la optimización»…Por eso, la patología que evidencia el sujeto contemporáneo es interna: acontecen la depresión, el agotamiento excesivo y el burnout a causa del no-poder en una sociedad del sí puedo: «el sujeto del rendimiento, que se pretende libre, es en realidad un esclavo. Es un esclavo absoluto, en la medida en que sin amo alguno se explota a sí mismo de forma voluntaria».

Sergio Antonio Bravo Cuevas y Enric Prats Gil. Performatividad y accountability en educación: una mirada desde el «paradigma neurológico» de Byung Chul Han, pp. 162-163.

La educación emocional o el desarrollo de habilidades socioemocionales, entre otros términos usados para nombrar la formación de la dimensión afectiva de los niños y adolescentes en el sistema escolar e incluso en la educación superior, es un ámbito que ha ido adquiriendo cada vez mayor relevancia en los discursos, los currículos, la investigación educativa y las teorías pedagógicas, aunque aún no se haya aterrizado a las prácticas educativas en la misma proporción.

Los dos años de confinamiento en los que se mantuvieron cerradas las instituciones educativas y los estragos que causó la pandemia en pérdidas de vidas humanas, enfermedades de los seres queridos, violencia intrafamiliar, pérdida de empleos, aumento de la pobreza, etc. multiplicaron la visibilidad de atender con urgencia el tema, porque produjeron secuelas muy extendidas e importantes en la salud mental y emocional de educadores, educandos y padres de familia.

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Por otra parte, la crisis social y económica en la que vive el mundo que fue también agravada exponencialmente por la pandemia con el aumento de la desigualdad, la disminución de las clases medias, el aumento de la pobreza y el enriquecimiento aún mayor para de la minoría privilegiada que en muchos campos de la actividad comercial vio incrementadas sus ganancias, ha hecho que también el tema de la lucha contra la desigualdad y la pobreza, la formación de conciencia social y el cambio educativo para buscar una educación menos centrada en el éxito individual y el énfasis en el éxito entendido como acumulación material y más orientada hacia la comunidad y la construcción de una sociedad más justa.

Finalmente, el crecimiento imparable de la violencia que vivimos en el país desde hace varias décadas que no ha logrado ser contenido ni atacado de manera eficiente, así como su reflejo en la convivencia escolar en la que el acoso, el bullying y la violencia psicológica, verbal, física y digital han invadido los espacios educativos en niños, adolescentes y jóvenes, ha producido que el tema de la violencia escolar y la educación para la paz se haya convertido en otro tema nodal para la construcción curricular, la acción docente y la investigación educativa.

Aunque estos tres temas: la educación emocional, la formación social para la equidad y la educación para la paz y contra la violencia suelen ser considerados como tres temas específicos que se estudian y abordan por separado tanto en la investigación como en los programas y prácticas educativas, resulta importante caer en la cuenta de que se trata de factores íntimamente relacionados y que deberían abordarse de forma compleja y conjunta.

Porque muchos casos de violencia escolar tienen que ver con la situación social producida por las desigualdades e injusticias económicas y los abusos políticos -la llamada violencia estructural en el conocido triángulo de Galtung-, así como muchos elementos de desigualdad social generan problemas de manejo emocional y la inadecuada manera de afrontar las emociones es causa de muchos eventos y procesos de violencia que incluso terminan normalizándose causando lo que el mismo autor llama violencia cultural.

Una clave importante para comprender esta relación sistémica y construir una mirada compleja sobre la educación emocional que trascienda la visión meramente individualista e interiorista que guía un buen número de teorías, investigaciones y formas prácticas de abordar el problema, es el planteamiento del filósofo coreano Byun Chul Han acerca del cambio de paradigma que se ha vivido en el paso del capitalismo clásico a su etapa llamada neoliberal.

Como sostiene Han en su obra, vivimos en la sociedad del cansancio y en esta sociedad se ha producido un cambio sociológico fundamental: el cambio del control entre el dominado y el opresor desde factores exógenos al nivel interno, en la estructura psíquica de los sujetos humanos de este siglo veintiuno.

En efecto, mientras en el mundo del capitalismo, como señaló Foucault existían mecanismos de dominación y control, vigilancia y castigo de unos grupos sociales dominantes sobre las mayorías dominadas, hoy en día estos mecanismos se han trasladado al nivel interno de cada persona.

Cada ciudadano tiene hoy dentro de sí mismo al soberano y al sometido en una sociedad que ya no es negativa porque la dominación no está fuera sino dentro de cada uno, con lo cual el mundo es positivo y pregona la ilusión de la libertad simbolizada en el “sí se puede” y promovida por la visión de que cada persona es un emprendedor que puede y debe construirse su propia forma de vida. Hoy ya no hay explotadores y explotados porque cada persona se autoexplota en función del rendimiento, la optimización y la búsqueda del éxito.

Cuando alguien no logra poder, cuando fracasa en este intento de emprender, se siente responsable, culpable por no lograrlo y por ello los costos se manifiestan en las patologías que son hoy comunes en muchos miembros de la sociedad: depresión, agotamiento excesivo, burnout, ansiedad, producto de ese sentimiento de culpabilización por el no haber podido, en el mundo del sí se puede, del todo se logra si pones suficientes ganas y pasión para conseguirlo.

Como afirma la cita del artículo que sirve de epígrafe a la educación personalizante de este mes: “el sujeto del rendimiento, que se pretende libre, es en realidad un esclavo. Es un esclavo absoluto en la medida en que sin amo alguno se explota a sí mismo de forma voluntaria”.

Desde este punto de vista, un objetivo central de la educación emocional en nuestros días, es el de la búsqueda de la liberación interna de los educandos, de esta dinámica introyectada por cada niño, adolescente y joven, a manera de imprinting cultural desde que nace en esta sociedad del cansancio. La liberación emocional que rompa con esta esclavitud que lo lleva a autoexplotarse a partir de la introyección de esta dinámica del neoliberalismo que lo hace tener en su interior al soberano y al sometido.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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