Lado B
Esfuerzo, trabajo y corazón generoso de maestros y maestras
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
16 de mayo, 2023
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París, 19 de noviembre de 1957

Querido señor Germain:

Esperé a que se apagara un poco el ruido de todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser un alumno agradecido. Un abrazo con todas mis fuerzas.

Albert Camus. Carta a su profesor después de recibir el premio Nobel. 

 

El tema obligado de esta Educación Personalizante es el del llamado Día del maestro, que por supuesto hoy es políticamente incorrecto y debería llamarse Día del maestro y la maestra (mi edad y formación en el lenguaje ya no llega para aceptar el término maestre, perdón) o en términos más neutros, el día del (la) docente. De manera que escribo estas líneas para agradecer y rendir homenaje a los auténticos profesionales de la esperanza, no a los que han asumido que la enseñanza formal es una simple chamba para ganarse la vida o para hacer política gremial y aprovecharse de los huecos que deja un sistema educativo de baja complejidad y alta discrecionalidad, sino a los que día a día siguen creyendo que es posible, como decía Paulo Freire: cambiar a las personas que van a cambiar el mundo.

Me valgo como pretexto para la reflexión de esta bella y muy conocida carta del gran filósofo y literato Albert Camus, Premio Nobel en 1957 que como dice en su texto, al recibir este importante reconocimiento pensó, de manera noble y agradecida, primero en su madre y luego en su profesor del nivel básico, el que confió en él cuando era un simple niño pobre y creyó en su potencial y su talento. Ahí se encuentran las dos fuentes básicas de educación que siguen siendo vigentes hoy: la familia -en gran medida las madres de familia- y la escuela, concretamente las y los profesores.

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En México existen seguramente muchos señores y señoras Germain, lo he constatado cada vez que doy alguna conferencia o curso para docentes en servicio y para futuros profesores y profesoras. En estas experiencias, tanto en el ambiente como en el diálogo siento y recibo testimonios e ideas, preguntas e inquietudes, de muchos profesionales de la educación que están verdaderamente comprometidos, preocupados y ocupados por los retos que les presenta la formación de las nuevas generaciones de personas, de ciudadanos, de seres humanos que puedan aportar elementos para la transformación de este país y este mundo en crisis multidimensional, en un momento de definición que puede desembocar en una nueva época o en la autodestrucción de la especie humana si continúan dominando la ambición y el hambre de tener, de poder y de popularidad.

Porque a pesar del lado oscuro del mundo docente que se manifiesta en algunas personas, ciertas estructuras y algunas partes de la cultura docente que se convierten en obstáculos para la educación de las nuevas generaciones, existe también como afirma don Pablo Latapí Sarre una cara luminosa de la docencia -en esa imagen de las dos caras de la luna que usa en su famosa carta al docente- que hace que a pesar de trabajar en condiciones muy adversas y tener actualmente un bajo estatus en le estima de una sociedad que exalta las profesiones en las que se gana mucho dinero, existen en nuestra patria docentes que son verdaderamente ejemplares en su vocación y compromiso creativo, crítico y responsable con sus estudiantes.

Lo primero que destaca Camus de su maestro es “la mano afectuosa que tendió” a ese niño pobre que era él. Como el señor Germain, hay muchos profesores y profesoras que cotidianamente tienden la mano afectuosa a cada uno de sus educandos y descubren en su mirada y en su corazón el deseo de conocer y de llegar a ser cada día mejores personas, confían en su potencial para aprender y crecer integralmente por ello ponen lo mejor de sí mismos para entregar enseñanzas y promover experiencias significativas que contribuyan a su desarrollo. Profesores que se guían bajo el principio que ya he mencionado aquí como el cimiento de la educación, que es el de creer para ver.

En segundo lugar, Camus destaca los esfuerzos, el trabajo y el corazón generoso de su maestro, que siguen vivos en “uno de sus pequeños escolares”. Como este profesor, existen muchos que cada día en sus contextos específicos ponen grandes esfuerzos, una enorme cantidad y calidad de trabajo y entregan todo su corazón generoso a sus educandos para buscar que brote y crezca en ellos lo mejor de sí mismos para su propio bien y para bien del país en el que vivimos, que tiene tantas cosas graves que cambiar para poder ser un espacio incluyente, pacífico y justo en el que todos podamos vivir humanamente.

Cuando esto sucede, la huella de un maestro queda marcada para siempre en la mente, en el corazón y en la acción de esos pequeños estudiantes o de esos jóvenes en proceso de construcción de una identidad ciudadana y profesional, haciendo que como dice el mismo Premio Nobel que aunque pasen los años, no dejan de sentirse “alumnos agradecidos” con aquéllos profesionales que incidieron de manera significativa y efectiva en su vida.

Hoy es un día para hacer ese reconocimiento y para recordar como Camus, con agradecimiento sincero y hablar o pensar “de todo corazón” en esos profesores y profesoras que todos recordamos -y que normalmente son unos pocos de entre todos los que intervinieron en nuestra trayectoria educativa formal- y valoramos como seres especiales a quienes agradecemos por siempre haber estado y haberse quedado de muchas formas en nuestras vidas.

Para hacerlo necesitamos, como el gran escritor, filósofo y dramaturgo existencialista, esperar o provocar que se apague un poco el ruido de todos estos días en los que estamos normalmente saturados de actividades y corriendo de un lugar a otro para cumplir con las obligaciones de la parte prosaica de nuestra vida, la parte que tiene que ver con la supervivencia más que con la vida plena y realizada como humanos.

Celebremos hoy ser profesionales de la esperanza, organizadores de la esperanza en una sociedad desmoralizada por la desigualdad, la pobreza, la corrupción, la impunidad, la violencia, el machismo, el racismo, la exclusión y tantas heridas más. Celebremos renovando nuestros esfuerzos, recreando y actualizando nuestro trabajo, revitalizando nuestro corazón para entregarnos de una manera más plena a la formación de los ciudadanos del futuro, al cambio de las personas que van a cambiar el mundo, aunque muchos de ellos no vayan a escribirnos una carta como la que envió Camus al señor Germain. Sigamos sembrando probabilidades emergentes de otro mundo posible. Que tengan todos un muy feliz día del maestro.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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