Lado B
Identidad y alteridad en la educación
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
19 de enero, 2022
Comparte

Los seres humanos hemos de poder integrar dos polos irrenunciables y difíciles de conciliar: la identidad y la alteridad. El signo de la madurez humana, tanto psicológica como espiritual, es descubrir que nuestra identidad no está contrapuesta a la alteridad, sino que se siente enriquecida precisamente por la diferencia. El diálogo, en todos los niveles, es la alternativa a los monólogos. El gran reto es ir hacia el otro alterizándonos, en lugar de alterarnos. La alteración es una reacción de amenaza ante la existencia del otro como diferente, mientras que la alterización es la fecundidad del encuentro que nos hace crecer sin dejar de ser nosotros. Esto atañe a todos los órdenes y a todos los ámbitos de nuestras relaciones.

Javier Melloni: “No estamos ante el fin del mundo, sino ante el fin de un mundo”. Sophia. 27 de septiembre de 2021.

Vivimos en un mundo alterado por los desequilibrios ecológicos que la acción humana ha producido con la contaminación y la destrucción de la biodiversidad, producto de la visión errónea del ser humano como dueño absoluto de la naturaleza que puede disponer de ella a su antojo. El nuevo coronavirus (COVID-19) ha hecho evidente y amplificado esta realidad alterada en la que el mundo natural está reaccionando ante la amenaza que significa la huella ecológica de la humanidad, y la humanidad no acaba de abrirse al encuentro o reencuentro con el universo recreando su relación con el mundo natural.

Nuestra sociedad mexicana también está alterada por la creciente polarización que, sin duda, estaba ahí, soterrada pero presente como signo de rebelión ante la pobreza, la desigualdad, el machismo, el clasismo, la corrupción y la impunidad endémicas, pero que también evidentemente está siendo alimentada y alentada por un presidente que ve en ella la oportunidad de mantener y hacer crecer su popularidad y su poder cuasi absoluto, en el camino hacia la restauración del viejo régimen del presidencialismo absolutista y el partido hegemónico sin oposición real.

Nuestra convivencia cercana también está alterada por una parte por la cultura machista, clasista, racista, excluyente y violenta en la que nacimos y hemos crecido a pesar de que muchas veces neguemos estas alteraciones y las atribuyamos a los demás, sobre todo a las y los extranjeros.

Una buena parte de la causa de estas alteraciones se encuentra, según creo —apoyándome en la cita de Melloni, que sirve como epígrafe de esta Educación personalizante—, en una inmadurez psicológica y espiritual colectiva que nos hace pensar y sentir que la identidad está contrapuesta a la alteridad, que para poder construirnos a nosotros mismos tenemos que distanciarnos y aún excluir a los demás.

A partir de esta visión errónea del otro, de los otros, basada en el individualismo liberal que sustenta el modelo económico, político y cultural de la modernidad en su cara capitalista dominante hoy en la aldea global, nos hemos vuelto incapaces de apreciar el enriquecimiento que nos aporta la diferencia, y convertimos la vida familiar, organizacional, comunitaria, social y global en una suma de monólogos en donde cada uno, cada una, intenta imponer a los demás su propia visión del mundo y su propia manera de vivir, excluyendo, descalificando o incluso violentando verbal o hasta físicamente a los que piensan, sienten o viven de acuerdo con perspectivas distintas a la nuestra.

El otro se mira como amenaza y entonces, en vez de alterizarnos, su existencia, su presencia y la convivencia con él o ella nos altera. Esta alteración va dañando todos los ámbitos de nuestras relaciones con el mundo, con las demás especies animales y muy especialmente con nuestros semejantes humanos a quienes les negamos su propia identidad en aras, supuestamente, de defender la nuestra.

La educación que es producto de la sociedad y la cultura de cada tiempo y lugar, forma a las y los niños y adolescentes en esta idea simplificadora de la identidad como opuesta y no como complementaria a la alteridad y contribuye con la visión competitiva e individualista predominante en las escuelas y universidades, a esta dinámica de alteración que mira al otro como amenaza y obstaculiza la alterización que se basa en el frágil equilibrio entre la construcción personal y la colaboración colectiva.

El párrafo anterior contiene intencionadamente los dos términos clave para entender la posibilidad de salir de esta dinámica de alteración y educar en una perspectiva de alterización que establezca relaciones armónicas y fecundas entre cada estudiante y la naturaleza, sus compañeros, compañeras y los demás seres humanos en la sociedad. Se trata de la distinción entre individuo y persona.

En efecto, el problema que está reproduciendo continua y sistemáticamente la alteración en las relaciones con lo otro y los otros y otras, la discriminación, la exclusión y la violencia que tienen roto el tejido social en nuestros días, es que hemos construido y mantenemos una educación individualizante y no una educación personalizante.

La entrevista de la que tomo hoy el epígrafe contiene un planteamiento de Javier Melloni en el que sostiene que “no es lo mismo individual que personal” y que “lo individual es una distorsión y enfermedad de nuestra civilización, pensando que podemos ser sin los demás o al margen de los demás”. Según el antropólogo, teólogo y fenomenólogo de la religión, lo personal es, en cambio, “algo [que] nos atañe a cada uno  y a cada una en nuestra más íntima irrepetibilidad, pero sin separarnos” de los demás. De acuerdo con Melloni, “cuanto más personal es la experiencia, más relacional y comunitaria es al mismo tiempo, porque no existimos sin los demás”.

De manera que la educación personalizante que necesitamos hoy para combatir todas las alteraciones que vivimos y construir alterización, es la que potencia el desarrollo de la identidad personal, irrepetible pero al mismo tiempo imposible de construirse sin los demás o separada de los demás, una educación que sea personal y comunitaria simultáneamente.

La educación individualizante o individualista produce adultos aislados y permanentemente insatisfechos, mientras que la educación personalizante forma personas solidarias y felices. Porque como afirma el profesor catalán, la felicidad, al igual que la existencia, es al mismo tiempo “don y tarea”, regalo y desafío, algo dado por los otros y trabajado por nosotros mismos.

Un elemento central que distingue a la educación personalizante y la diferencia de la individualizante es el diálogo. Una auténtica educación que busca el equilibrio frágil y siempre inestable pero también posible entre la identidad y la alteridad es la que se basa en el diálogo para la construcción de aprendizajes que incluyen la dimensión cognitiva, la afectiva, la social, la corporal y la espiritual.

Un segundo elemento central que diferencia estos dos tipos de educación es la centralidad de la colaboración, el paso de la operación individual para obtener las mejores calificaciones por encima de los demás a la cooperación grupal para vivir experiencias significativas que generen aprendizajes individuales y comunes.

Lograr esta educación personalizante requiere de profesores abiertos a conciliar su propia identidad profesional y personal con la alteridad, capaces de dialogar con sus pares y con sus estudiantes alterizándose en vez de alterarse por las diferencias pedagógicas o generacionales, capaces también de cooperar con sus colegas, con los directivos, los padres de familia y los educandos para lograr mejores resultados en una auténtica comunidad escolar.

Ojalá los educadores busquemos esta educación personalizante y seamos al mismo tiempo solitarios y solidarios, porque como afirma Melloni: “Los seres verdaderamente solitarios son solidarios; y los verdaderamente solidarios, son solitarios, porque su ser más hondo no se confunde con los demás, sino que lo van descubriendo en la misma medida que lo descubren a los demás”.

*Foto de portada: Max Fischer | Pegels

Comparte
Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
Suscripcion