Quizá sea necesaria una revisión del propio sistema educativo para que los centros se conviertan en lo que realmente se necesitaría que fueran: espacios donde profesorado, alumnado y familias aporten sus conocimientos y experiencias para construir una nutritiva comunidad de aprendizaje. Entornos donde la coordinación entre los distintos departamentos y la dirección se enfoque verdaderamente a atajar los problemas y el profesorado no tenga la sensación de que toda la responsabilidad recae en su trabajo individual. Porque algo tan inmenso como la violencia solo se puede atajar aunando recursos, energías, voluntad y una labor coordinada desde múltiples perspectivas. Porque si la juventud es el futuro, será necesario encontrar las vías para que ese futuro merezca la alegría.
“…Fátima de 13 años de edad fue lanzada desde el tercer piso de la escuela secundaria en la que estudia, ubicada en la alcaldía Iztapalapa, Ciudad de México, presuntamente por una compañera que la acosaba por su gusto al K-pop…” dice la nota de Infobae del día 15 de febrero firmada por Ale Huitrón. Las lesiones le causaron múltiples heridas, entre ellas una grave fractura de pelvis que la tiene en el hospital en situación delicada de salud y con posibilidades de dejar secuelas que le impidan volver a caminar el resto de su vida.
Esta agresión física que sin lugar a dudas constituye una conducta criminal fue cometida por al menos tres de sus compañeros, según las declaraciones del padre de Fátima, quien señaló en una entrevista televisiva que su hija se había quejado de que sufría bullying por parte de estos tres compañeros, situación que ya había sido denunciada por la familia ante las autoridades escolares quienes, a decir del padre de la víctima, no hicieron nada para resolver la situación y una vez que la adolescente agredida fue ingresada en el hospital, rompieron toda comunicación con la familia.
Este hecho sucedió en la escuela secundaria diurna 136 de la alcaldía de Iztapalapa en la Ciudad de México y sus autoridades se habían entrevistado con el papá cuando hizo la denuncia pero lo trajeron hablando con el director, la subdirección y el área de trabajo social sin que, según su dicho, “hubieran tomado ninguna medida concreta” para atender y resolver esta situación de acoso constante que vivía su hija, ahora gravemente herida.
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El caso ha sido cubierto por muchos medios de comunicación nacionales y suscitó de inmediato una reacción de empatía y solidaridad por parte de la Embajada de Corea en México que emitió una declaración en la que manifestó su reprobación por las agresiones en contra de jóvenes por su interés en la cultura coreana, que especificaron, es una cultura pacífica que promueve la armonía y el respeto y pidió que hubiera justicia en este caso y que se trabaje en pro de una educación por la paz.
Paradójicamente, hubo más empatía y comprensión hacia Fátima y su familia por la representación diplomática coreana y por colectivos de fans de la cultura de este país que por parte de las autoridades escolares y de la máxima autoridad educativa del país.
En efecto, el Secretario de Educación Pública, Mario Delgado Carrillo, tardó mucho tiempo en reaccionar y solamente lo hizo ante la presión mediática. Sus muy lamentables declaraciones mostraron la insensibilidad hacia las víctimas que han marcado a los gobiernos mexicanos y de acuerdo al manual de todo político nacional, la reacción consistió en negar que Fátima hubiera sido arrojada por sus compañeros y revictimizar a la niña de 13 años violando su derecho a la privacidad al decir que “había sido diagnosticada con depresión” debida al bullying que sufría en la escuela.
“En un rincón oscuro de la ciudad, /donde la paz se desvanece, /un adolescente se enfrenta a su realidad, /una violencia que no merece. /En las aulas de la escuela, /las palabras hieren como cuchillos, /bullying y desprecio, una secuela, /destruyendo sueños y carrillos. /La soledad lo abraza fuertemente, /las lágrimas se mezclan con el miedo, /susurros crueles, palabras de serpiente,/en su corazón, un dolor enredado en su dedo”.
https://poemas.pro/poema-sobre-la-violencia-en-la-adolescencia/
Fátima sufrió lo que describe este poema sobre violencia en los adolescentes. En un rincón oscuro de la ciudad, de una ciudad oscurecida por la violencia cotidiana, ella tuvo que enfrentar diariamente una violencia inmerecida, tuvo que escuchar palabras hirientes como cuchillos tanto en el aula como en las redes sociales -su padre mostró a Paola Rojas en la entrevista televisiva antes citada, mensajes que su hija recibía en su celular, que la periodista calificó como vulgares, soeces y agresivos- y ese acoso y desprecio que seguramente vivió con miedo y angustia y le llenó de serpientes el corazón, hasta terminar siendo agredida físicamente en un acto que ojalá no la lleve a perder la vida o a echar a perder el resto de su vida por lesiones irreversibles.
Ante esto, los protocolos escolares insuficientes y basados en visiones legalistas más que pedagógicas y humanas probablemente se aplicaron y se puso “palomita” a la serie de entrevistas con la familia de Fátima, tal vez a diálogos con ella y según leímos en otros medios, se citó a los padres de los agresores pero éstos “no acudieron cuando se les convocó” y pues ante esta ausencia, ahí se dejó el caso como burocrátivamente atendido pero humana y educativamente evadido, dejando activa la bomba que explotó después.
Ante hechos terribles como el de Fátima -ya habia escrito en otra ocasión sobre aquella adolescente que fue asesinada a pedradas por la compañera que la acosaba, cuando quiso oponerse a esta situación-, la tendencia social se dirige normalmente a responsabilizar a los docentes y a los directivos escolares, que sin duda, necesitan un mayor compromiso y una mayor empatía y comprensión, además de una capacitación específica para atender este tipo de casos como también señaló el titular de la SEP, quien por supuesto también desvió así la responsabilidad de las autoridades poniendo el dedo acusador en los profesores.
Sin embargo, la violencia escolar no podrá cambiar mientras no se transforme la mirada con que se aborda el tema en el sistema educativo y no se construyan protocolos más claros y contundentes en los que haya acciones y responsabilidades claras y también sanciones para quienes violentan a sus compañeros o compañeras y también para sus padres y madres, como ocurre en otros países.
Como dice el epígrafe, esta transformación del sistema educativo tendría que comprometer al profesorado, el alumnado, los padres de familia y los directivos escolares para que a partir de sus experiencias construyan comunidades sanas y nutritivas de aprendizaje…” Entornos donde la coordinación entre los distintos departamentos y la dirección se enfoque verdaderamente a atajar los problemas y el profesorado no tenga la sensación de que toda la responsabilidad recae en su trabajo individual…”
Aunado a este trabajo de construcción de comunidades escolares y universitarias que promuevan la paz y combatan la violencia, habría que tener en cuenta el proverbio africano que dice que para educar a un niño se necesita de toda la tribu, por lo que los medios de comunicación, las otras áreas del gobierno además de la SEP y la sociedad toda se comprometa seriamente con acciones concretas que hagan que la adolescencia y la juventud que son el futuro, hagan que el futuro merezca la alegría.
EL PEPO