Lado B
No es el CIDE, es el modelo
Por Juan Manuel Mecinas @jmmecinas
07 de diciembre, 2021
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A mis amigos del CIDE

Entender los problemas por los que atraviesa el CIDE significa comprender los problemas por los que atraviesa la educación universitaria en nuestro país; los problemas de todo centro de investigación público federal o estatal.

El problema es su politización. Todo gobernante ha querido meter mano en decisiones, plazas, proyectos, programas o planes de estudios, siempre a través de pretorianos dispuestos a todo, con tal de complacer al gobernante en turno. En esto no hay distingo de partidos, sino instituciones que tratan de sobrevivir a pesar de querer ser cooptadas por políticos que, dado que proponen o aprueban el presupuesto de estas instituciones, se sienten con derecho a decidir quién estudia allí, quién puede trabajar en ellas y cómo deben ser los proyectos que se desarrollan en esas instituciones. Los estándares académicos no importan: es la voluntad de los gobernantes.

Para muestra, un botón: las constantes luchas entre los gobernadores de los estados y las universidades públicas, cuando quienes gobiernan unos y quienes controlan otras tienen intereses diversos. Puebla, Jalisco, Oaxaca, Veracruz, y un etcétera vergonzoso, se pueden enlistar entre los casos donde la sociedad pierde por la voluntad de políticos y la ambición de caciques universitarios por todos conocidos.

Así, de un gobierno que propone transformar el sistema político mexicano pueden esperarse acciones que incomoden a las instituciones, pero de dicho gobierno no deben tolerarse acciones que no busquen corregir el rumbo sino solo cambiar de jinete. Por supuesto que el CIDE, la UNAM, los centros de investigación públicos y las universidades públicas estatales tienen mil defectos y quienes hemos pasado por sus aulas contribuimos de una y otra forma a sus fortalezas y vicios, pero de ninguna manera la solución pasa por la política del rencor o de la sustitución del mal ajeno por el mal propio: la sustitución de los neoliberales por “los pensadores de la transformación”.

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Estamos, pues, en una etapa difícil: la batalla del fascismo de las instituciones. Algunos piensan que solo caben instituciones educativas que estén de acuerdo con la cuarta transformación; otros piensan que no hay que dar paso a instituciones educativas donde predomine el pensamiento del movimiento lopezobradorista. En el solo planteamiento se encuentra ese fascismo educativo y de investigación. La realidad es y debe ser más democrática: una sociedad se fortalece precisamente a partir de instituciones que ofrecen opciones distintas. Si todos los centros de educación de un país tuvieran que ser comunistas, si todos tuvieran que ser democratacristianos o si los proyectos o profesores de unos u otros solo fueran progresistas, el debate se truncaría.

Por eso es incomprensible la andanada que vive el CIDE. Porque los defectos en una pared no se resuelven con un bazucazo. La solución que propone el Conacyt no pasa por la elevación de la exigencia académica; no pasa por el fortalecimiento de los proyectos; no pasa por la inyección de recursos a un sector olvidado con el paso de las generaciones y que ni siquiera una pandemia ha podido mostrar a los políticos (de todos los partidos) que es necesaria la inversión en educación, ciencia e innovación, porque salva vidas y construye mejores sociedades. La solución que propone el gobierno en turno es el cambio de jinete: que ya no sean los neoliberales quienes conduzcan las naves. Solución simplista, que transforma poco; académicamente no benéfica en nada.

El capítulo que presenciamos en el que alumnos, profesores y trabajadores de un centro educativo pequeño exigen que los procesos se sigan por la vía de la legalidad es un ejemplo más del modelo fallido de educación superior en el país, donde quienes participamos en él luchamos día a día para poder mantenerlo a flote y enriquecerlo, aunque seguramente nuestra labor no siempre es la adecuada. La cerrazón de las autoridades es la respuesta de siempre: la voluntad de los políticos debe imperar. Quien gobierna se siente con el derecho de imponer a rectores, directores y líneas de investigación en universidades y centros públicos del país. Mientras ese modelo subsista, habrá que seguir resistiendo con la dignidad que profesores, alumnos y trabajadores del CIDE resisten en estos días. El problema es el modelo y su politización.

*Foto de portada: Wkimedia Commons

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Autor Lado B
Juan Manuel Mecinas
Profesor e investigador en derecho constitucional. Ha sido docente en diversas universidades del país e investigador en centros nacionales y extranjeros en temas relacionados con democracia, internet y políticas públicas.
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