Lado B
Comunidades zapotecas denuncian problemas de salud por operación de minera en Oaxaca
La Compañía Minera Cuzcatlán llegó hace 15 años a los Valles Centrales de Oaxaca, una región del sur de México. Diversos estudios muestran que los ríos cercanos a sus instalaciones presentan altos niveles de aluminio, bario, cromo, hierro, manganeso y plomo
Por Mongabay Latam @
01 de julio, 2021
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Mariana Recamier y Roxana Romero

Totora* narra que siente resequedad en las manos cuando lava los platos y que su esposo no deja de toser. Viven en el municipio Magdalena Ocotlán en México. A Acacia* le da comezón en la piel después de usar el agua en San Juan Chilateca. Padres de varios niños de San José del Progreso y Santa Lucía cuentan que sus hijos se enferman de hepatitis. Y las historias no se detienen. Algunos pobladores dicen que los peces aparecen sin ojos y sin colas en las orillas de la presa de San Pedro Apóstol. Chivos y pollos —aseguran— mueren después de padecer diarrea o gripe.

Estos acontecimientos son narrados por distintos pobladores que viven en municipios de la región del estado de Oaxaca, al sur de México. Todas esta historias y localidades tienen además un punto en común: están situadas a menos de 20 kilómetros de las instalaciones de la Compañía Minera Cuzcatlán, una empresa ubicada en San José del Progreso que extrae diariamente 3000 toneladas de oro y plata de una mina subterránea.

Cuzcatlán es la filial mexicana de Fortuna Silver Mines, compañía canadiense que también tiene proyectos mineros en Argentina y Perú. El brazo mexicano llegó en 2006 a explorar el territorio de San José y en octubre de 2010 entró en pleno funcionamiento.

El nivel de agua de la presa El Bayito comenzó a bajar desde que llegó la minera. Foto: Roxana Romero.
El nivel de agua de la presa El Bayito comenzó a bajar desde que llegó la minera / Foto: Roxana Romero

La llegada de las enfermedades

Lo que le sucede a Totora y su esposo, o a Acacia y a los niños de San José y Santa Lucía no son casos aislados. Pobladores de al menos seis municipios cercanos a la mina han denunciado señales de contaminación en el agua, además de brotes de hepatitis y enfermedades respiratorias o gastrointestinales en tres de ellos.

El Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica confirma que estos padecimientos aumentaron desde que la minera comenzó su funcionamiento y se mantuvieron por lo menos hasta el 2016. En 2010, año en que la planta comenzó a operar, el 31,1 % de habitantes de San José (2050 personas) tenían problemas para respirar, mientras que en 2008, solo dos años antes, la cifra era del 15 %.

Los casos de infecciones intestinales mal definidas —clasificadas así porque se desconoce su causa— también aumentaron desde la llegada de la minera al municipio, como indican las estadísticas oficiales. En 2006 hubo 73 casos, en 2013 hubo un pico de 322 y en 2019 la cifra seguía siendo mucho más alta que antes de la actividad minera: 144 casos.

También se presentaron brotes de hepatitis en los municipios de San José y Magdalena, casos que coincidieron con el derrame en la presa de jales secos y acuosos de la Minera Cuzcatlán en 2018. Los jales son los residuos de rocas molidas que quedan después de la extracción de los minerales presentes en las rocas.

El médico Ezequiel Díaz Cruz, responsable del Sistema Automatizado de Vigilancia Epidemiológica en Oaxaca, señala que en 2019 se registraron 15 casos de hepatitis en San José y 11 en Magdalena. Un año después, Santa Lucía presentó un nuevo brote con 15 casos. El 90 % de los enfermos eran niños.

Según expertos consultados, estos padecimientos podrían estar relacionados con la presencia de aluminio, bario, cromo, hierro, manganeso y plomo en el arroyo Coyote y aluminio en el río Santa Rosa, dos cauces cercanos a la minera que pasan por las comunidades donde se presentan las enfermedades.

Estudios realizados, además, entre 2018 y 2020 por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y por autoridades municipales muestran que las cantidades de estos metales en los cauces superan los niveles máximos permitidos en el agua de consumo humano estipulados por las autoridades mexicanas.

Los metales en los ríos llegan hasta los pozos de donde las personas extraen el agua que beben y a los retenes y ollas —estructuras construidas por ellos para captar agua que filtran del subsuelo para regar los cultivos y para los animales—. Los especialistas explican que ingerir estos metales produce enfermedades intestinales y respiratorias, y los daños pueden ser severos dependiendo de la cantidad y tiempo de exposición.

Sol Pérez Jiménez, investigadora postdoctoral del Instituto de Ecología de la Universidad Autónoma de México (UNAM), que estudia el impacto de los metales en la salud de las personas en los estados de Oaxaca y Sonora, cita el libro Casarett and Doull’s Toxicology: The Basic Science of Poisons para explicar el vínculo entre estos elementos y las enfermedades. Según dice, el aluminio provoca tos, falta de aliento y fibrosis pulmonar; el bario puede generar diarrea severa, hemorragia gastrointestinal, debilidad muscular y paros cardíacos; el cromo ha estado asociado con cáncer de pulmón, estómago, huesos y leucemia; el hierro con enfermedades gastrointestinales; el manganeso con neumonía aguda, y el plomo con enfermedades renales, cardiovasculares y daño cerebral.

Algunos animales bebieron el agua roja de los retenes y luego murieron. Foto: Habitantes de comunidades de Valles Centrales de Oaxaca.
Algunos animales, aseguran los pobladores de las comunidades, bebieron el agua roja de los retenes y luego murieron / Foto: Habitantes de comunidades de Valles Centrales de Oaxaca

Los más vulnerables a las consecuencias de esos minerales son los niños, las mujeres embarazadas y las personas de la tercera edad indica Miguel Ángel Mijangos Leal, activista e integrante de la Red Mexicana de Afectados por la Minería (REMA).

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Por su parte, Heiser Ariel Vásquez Salazar, médico de base del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en el municipio de Magdalena Ocotlán, en donde se han registrado algunos de los casos, asegura que casi todos los pacientes que acudieron a consulta por problemas respiratorios en los últimos años eran adultos mayores, mientras que la mayoría de los enfermos de hepatitis que atendió eran niños.

Vásquez considera que los últimos casos de esta enfermedad viral podrían estar asociados al derrame de la Compañía Minera Cuzcatlán en 2018, en caso de confirmarse, como sostienen las comunidades, que el agua contaminada con metales llegó al pozo del que toma agua la población de Magdalena.

El médico Ezequiel Díaz Cruz argumenta que por ahora solo se puede atribuir los brotes de hepatitis al consumo de agua y alimentos contaminados con materia fecal, pero que es la Dirección de Regulación y Fomento Sanitario de los Servicios de Salud de Oaxaca quien hace los estudios para determinar qué contaminantes pudieron enfermar a las personas. Mongabay Latam solicitó entrevista con esa dependencia pero fue negada bajo el argumento de que hay una investigación en curso sobre la contaminación minera.

Los habitantes de Magdalena Ocotlán manifiestan su rechazo a la mina con murales en sus paredes. Foto: Roxana Romero.
Los habitantes de Magdalena Ocotlán manifiestan su rechazo a la mina con murales en sus paredes /
Foto: Roxana Romero

El efecto en los animales

Caía la lluvia en julio de 2020 cuando Ortigo*, un habitante de Magdalena, pastoreaba sus cabras y vio que el agua de dos retenes estaba roja y con una capa de espuma en la superficie. Esos retenes son hoyos enormes, ubicados a 300 metros aproximados de la mina, que fueron construidos por las autoridades del municipio para captar el agua que pasa por el río Santa Rosa, filtrarla al subsuelo y alimentar los cauces subterráneos. El testimonio de Ortigo es meticuloso. Las cabras —recuerda muy bien— bebieron agua de ahí hasta que cinco de ellas murieron después de enfermar de diarrea.

El 22 de julio de 2020, el Organismo de Cuenca Pacífico Sur de Conagua monitoreó los retenes y otros cuatro sitios cerca de ellos. En información solicitada por Mongabay Latam, la dependencia reconoció que se identificaron concentraciones de aluminio entre 6.54 y 13.72 miligramos por litro en los seis puntos analizados. Aunque estas cantidades superan los límites para el agua de consumo humano para riego agrícola y uso pecuario, la entidad descartó que la causa de la contaminación fuera la minera.

Las cabras de Ortigo no fueron las únicas que enfermaron. Salvia*, otra habitante de Magdalena, dice que más animales tuvieron diarrea hasta morir después de beber agua cerca de las operaciones mineras. “No tomamos el agua pero comemos los animales y ahí también está la contaminación”, dice.

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*Foto de portada: Roxana Romero

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Autor Lado B
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