Lado B
La manifestación como motor de cambio social
Por Lado B @ladobemx
30 de marzo, 2024
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Fátima Yahvé Arroyo Flores | Girl Up México

@fatimaa.arroyo

Manifestar es la voluntad de incidir desde tu trinchera. La manifestación puede considerarse una declaración de aquello que nos incomoda, una invitación a cuestionarnos; es cuando se hace presente el sentimiento de impotencia pero, al mismo tiempo, de esperanza por querer mejorar, de coincidir con otras personas para entablar diálogo desde posicionamientos y criterios propios, colectivos y diversos. De igual manera, en la protesta se hace presente aquella causa que te mueve todos los días y que es muy difícil de debilitar cuando se fortalece en colectivo.

No hay que olvidar que los movimientos a gran escala y colectivos del Día Internacional de la Mujer han sido resultado de muchísimas manifestaciones a lo largo de la historia. Es gracias al legado de aquellas mujeres manifestantes que, hoy por hoy, el 8M es una fecha imperdible para la visibilización, la participación y el encuentro en esta lucha social, siempre desde diferentes matices, territorios y perspectivas que vale la pena escuchar y estudiar.

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Como antecedente, en 1908, diversas mujeres iniciaron huelgas constantes por la mejora de sus derechos laborales. Las mujeres trabajadoras de la fábrica textilera Cotton se manifestaron para reclamar mejores condiciones de trabajo así como la reducción de su jornada laboral, que duraba más de doce horas. La manifestación fue brutalmente reprimida por la policía, con un saldo de 120 mujeres muertas, unas por disparo de arma de fuego, otras quemadas en el incendio provocado en las instalaciones de la fábrica. Así, el 8 de marzo toma como referente este suceso para no dejar de lado el porqué de la lucha.

 

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Como es posible observar, las protestas han estado presentes a lo largo de nuestra historia. Pese a que se ha avanzado en las exigencias hechas a través de estas, también hay que tener en cuenta que las luchas y movimientos sociales han ido transformándose, y es una realidad que también han sido oprimidas e invisibilizadas. Por ello, me parece que este tipo de expresiones son fundamentales para que un ser humano que habita en comunidad pueda cuestionar y deconstruir aquellas prácticas coloniales o eurocentristas que traemos arraigadas, así como ser conscientes de la posición que ocupamos ante una problemática manifestada.

Por lo general, siempre que escuchamos hablar de protestas nos muestran una escena en el espacio público o en una marcha, en donde normalmente se llevan a cabo acciones públicas, pero casi nunca nos presentan la otra cara de la moneda: ¿qué alternativas se ofrecen para asegurar la participación plena de las personas que enfrentan dificultades en el acceso físico al espacio público? La infraestructura no está pensada para ellas, pues carecen estos espacios de un enfoque incluyente, accesible y seguro para diversas corporalidades.

En su “Teoría de la mujer enferma”, Johanna Hedva explica que quien tiene la posibilidad de salir a la calle es usualmente aquel que tiene la oportunidad de hacerse “visible” en un espacio público. Hedva menciona que estos espacios de aparición dan soporte a la protesta, sin embargo, estos soportes solo sostienen a las dimensiones corporales diseñadas para la “acción”. Así, la autora se pregunta si la presencia es lo que nos hace observables para otros. El hecho de que, en un mundo tan diverso, existamos tantas personas convergiendo en un mismo territorio y que su propia existencia sea privada de ir y reclamar este derecho, ya sea por su condición corporal, ocupación o incluso de salud, me parece un punto necesario de abordar. Ahí se halla otra vertiente que no hay que dejar de lado: desde sus trincheras, las personas siguen participando. Hay que nombrarles y abrir un poco el panorama para interesarnos por lo que se está haciendo fuera de lo que los medios tradicionales nos enseñan, un ejemplo de una activista que ha desafiado estas barreras y ha protestado desde su corporalidad es Isi Uribe Silva, una chica que se ha dedicado a potenciar el liderazgo de las juventudes y a protestar contra el sistema educativo excluyente. Ella es fundadora de “Encuentra tu lugar”, una organización que ayuda a personas en situación de discapacidad a encontrar lugares educativos inclusivos y accesibles en Chile. Ella, como joven activista, ha demostrado que la voz de todos es importante y se puede expresar desde diferentes lugares. Un medio que ella utiliza mucho son sus redes sociales, donde comparte un poco sobre ella y su incidencia por la inclusión.

 

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La protesta no es solo limitarnos a un espacio formal o público para unos cuantos. Las personas tienen voz propia y no nos compete a nosotros apropiarnos de un cuerpo, de una lucha o de un espacio social. Esto es algo que, en esta postmodernidad, podemos observar muchas veces con fines políticos o electorales.

Es más, protestar es un derecho humano y un motor de cambio social cuando se concentra en el acompañamiento y en la colectividad. Cito la obra titulada “Teoría de la mujer enferma” de Johanna Hedva puesto que, muchas veces, al hablar sobre la manifestación pensamos que solo existe un tipo, pero, en realidad, estas expresiones se han transformado y adaptado a espacios culturales y artísticos, redes sociales, instituciones o escuelas. Por eso, recordemos esta consigna tan poderosa: “la maestra enseñando también está luchando”.

Entre fotografías, palabras, poesía, canciones o composiciones que pueden lograr visibilizar tanto, es increíble poder llegar a ese sentimiento de acuerpar y sostener, de materializar ese sentimiento de impotencia y poner en la mesa nuestras demandas.

Esto me remonta a 2020, cuando, en plena pandemia, las manifestaciones se llevaron al espacio digital y con el poder de las redes sociales se encontró una forma de comunión a la distancia. Un ejemplo fueron las convocatorias en medios como Instagram para resonar en este espacio tal vez intangible, pero con un gran significado.

La manifestación representa una movilización social que puede construir grandes puentes, pero también puede caer en el riesgo de oprimir a otras personas. Por tal motivo puedo destacar que, aunque la ciudadanía está más “informada”, aún quedan sesgos en este tema. Es necesario nombrar las luchas sin apropiarnos de estas.

También es necesario desarrollar una cultura de interpretación abierta a preguntarnos y cuestionarnos cuando dichas luchas aparecen. Es ahí cuando nuestra memoria colectiva se puede fortalecer desde las diferentes perspectivas que nos invitan a indagar en el porqué de la continua insatisfacción en mi región, país o comunidad, al mismo tiempo de que se es consciente del antecedente o de la causa, reconociendo los diferentes tipos de expresión como protesta.


Foto principal de Gayatri Malhotra en Unsplash

*Fátima Arroyo Flores es estudiante, activista y voluntaria en Resuena México, así como parte de la comunidad de Girl Up México, una organización liderada por juventudes que capacitan, inspiran y conectan con otras activistas por la igualdad de género. Haz clic aquí para leer más sobre Girl Up México y su trabajo impulsando a jóvenes agentes de cambio.

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