Raúl Picazo (editor invitado)

@rppicazo

Me resulta vergonzoso pedir colaboraciones ya que sólo ofrezco el espacio para la permanencia y distribución de las ideas, (no porque el medio no este diseñado para albergar todo tipo de voces, al contrario, estamos en el mejor sitio para expresar nuestro sentir y exponer nuestras historias) sino porque es indispensable que los escritores tengan algo que llevarse a la boca, ya sea una cerveza o algo de comer, y eso se compra con dinero. Me resulta incómodo porque en algún momento por mi paso en el asunto editorial, pensaba en que sería gratificante, tanto para mí como para el escritor, pagar una módica cantidad por publicar un texto. No es mi intención abrir una discusión sobre el tema, solo que al momento de requerir los textos, me sentí extraño porque tenía demasiado tiempo sin pedir un favor de esta índole. No es como pedir prestado para seguir la borrachera, es algo que va más allá porque es trabajo y los trabajos se remuneran, más cuando las personas que les pedí colaboración son sujetos responsables. ¿Cómo pagar las palabras que me han sido enviadas?

Hace unos años edité una revista y me fue grato saber que había un montón de escritores esperando ser publicados. La tarea como editor-lector fue escoger y delimitar entre lo que llegaba. La respuesta de esos sujetos me llevó a conocer estilos y propuestas diferentes que validaba aunque no me gustaran, porque sabía que comenzar en el camino de la escritura siempre es complejo. La revista terminó y me quedé con un sabor de boca amargo, puesto que existieron textos que se quedaron a la deriva, así como escritores que me hubiera gustado seguirles la pista. Cuando me propusieron como editor invitado para el Cubo de Rubik, lo primero que se me vino a la mente fueron los escritores que había publicado en Revista Traspatio. Escritores que fueron apoyo real para la estructura de un proyecto, y que tuvieron siempre la disposición de rolar sus textos. Por eso recurrí a Aarón B. López Feldman, el cual me envío un cuento, que al leerlo no pude pensar sino en su estilo de narrar y estructurar una historia. También a Erick Parraguirre que sigue enfrentándose a los fantasmas del amor con ahínco y perspicacia. Pero tenía que abrirme a otras posibilidades, por eso busqué a Francisco Orea y Carlos Bauer, los cuales ofrecen textos donde dejan ver el andamio de un México corroído por el sinsentido, así como a Manuel Noctis, periodista gonzo que nos narra un día en la vida de un sujeto que simplemente no se halla con su realidad y lucha constantemente por deliberar sobre su existencia. Y por último, Daniel Carpinteyro, colabora con un texto donde deja ver las diferentes situaciones incomodas por las que tiene que pasar un escritor cuando se presenta como tal.

Estos seis autores tienen todo mi aprecio por colaborar en el suplemento cultural de un portal visitado, referencia obligada para los poblanos que intentan salir de las cuestiones superfluas que pululan por la red. Autores que muestran una visión peculiar de las cosas y que se presentan sinceros para exponer un par de palabras, las cuales no fueron pagadas, porque quizá lo importante (por el momento) no es el dinero, y sí la voluntad creadora.