Cuando decimos ‘literatura y cuerpo’, solemos pensar en dos cosas: la sexualidad y el erotismo; ambos elementos casi necesarios para describir la interacción corpórea entre los personajes y sus actos con la historia que se cuenta.
Sin embargo, más allá de esto, la relación literatura-cuerpo, debe pensarse en función de la sociedad y las prácticas discursivas que de esta emanen, pues la descripción de un cuerpo finalmente da cuenta de los valores de cada autor o autora; evidencia las normas impuestas por la sociedad, una que mayormente se podría denominar machista y heteropatriarcal (sistema sociopolítico dominado por la visión heterosexual masculina que pretende elevarse por encima de otras identidades sexuales).
Es por esto que, en la literatura, el cuerpo y su representación han partido desde los estereotipos, donde se idealiza el cuerpo deseado, el cuerpo idóneo, ya sea para reforzarlo o para rebatirlo, opinan Jorge Luis Gallegos Vargas, Doctor en Literatura Hispanoamericana y especialista en cuerpo y representaciones culturales de la BUAP, e Iraís Rivera George, también Doctora en Literatura Hispanoamericana y especialista en Género y Literatura de la BUAP.
De acuerdo con los especialistas en la materia, esto se puede comprobar por las constantes formas de sexualizar a las mujeres o incluso cuando el mismo sistema heteropatriarcal y machista impone qué experiencias —sexual, erótica, de autoexploración, deseos y traumas— deben tener las mujeres entorno a su cuerpo. Aunque no lo parezca, la configuración del cuerpo en el plano físico y de la vida cotidiana del autor o autora determina las experiencias de los personajes literarios y cómo se pueden interpretar estos, según Jorge e Iraís.
Por ejemplo, en el realismo mexicano de finales del siglo XIX y principios del XX, se podían leer textos misóginos, donde las mujeres estaban supeditadas al poder y dominación del personaje masculino, y terminaban reproduciendo discursos y acciones en este sentido. Asimismo, la raza mexicana y su estereotipo eran descritos como inferiores: cuerpos sucios y de desprestigio. Mientras que los cuerpos de las personas de élite eran descritos desde el ideal eurocéntrico: tez blanca, con ojos claros y con servidumbre morena o negra.
Jorge Luis, por su parte, menciona otro texto donde se puede observar un estereotipo propio del imaginario del autor y de los discursos antes mencionados. Se trata de Madre dolorosa de Carlos Fuentes, un texto en donde una madre, a través del baño rutinario, sexualiza y explica el cuerpo de su hija; un acto que, visto desde la visión adulta, y siguiendo los comentarios de Jorge Luis, no se lee comúnmente.
Para empezar, hay que aclarar que los estudios sobre el cuerpo parten de la Antropología y de las publicaciones del filósofo e historiador Michel Foulcalt, quien dejó al mundo obras trascendentales como Vigilar y castigar o la Historia de la sexualidad, comenta Jorge Luis Gallegos a LADO B.
Una de las contribuciones más enriquecedoras de Foucault, de acuerdo con el Doctor, es el concepto de: biopoder. Ya que este permite entender cómo el Estado moderno —implantado desde el siglo XV en Europa y llevado a la práctica a través de instituciones como la Iglesia, el gobierno y la familia— configura, domina y controla el cuerpo a partir del ejercicio del poder.
Nosotros, como seres humanos, sin darnos cuenta, adquirimos significados que se construyen socialmente sobre qué es el cuerpo y los reproducimos para dar lugar a estereotipos. Y es en este proceso tan complejo y arraigado, que el poder, entendido como un mecanismo para controlar algo —ya sea física o discursivamente— está presente.
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Y esto ha permeado la literatura, como reflejo del pensamiento de cada autor y autora que plasma un cuerpo. Por ejemplo, la idea del género, del sexo, la identidad y la raza, configuran los parámetros para determinar con quién nos relacionamos, cómo lo hacemos y cómo nos expresamos.
“Culturalmente se nos dice cómo experimentar el cuerpo y cómo asumir la experiencia (…) [Pero esta experiencia] nunca será igual para todos, porque cada uno de nosotros tenemos una subjetividad, una percepción particular del mundo y, por tanto, de cómo podemos o queremos habitar el cuerpo”, agrega Iraís Rivera George.
Si bien los estudios literarios siguen explorando las consecuencias de la reproducción discursiva de estereotipos y de significaciones en torno a la sexualización del cuerpo, también existen esfuerzos desde la academia por visibilizar estas situaciones y evidenciar que, con una perspectiva de género y de entendimiento histórico-cultural, sí es posible abonar a discusiones y cuestionamientos cada vez más presentes, no solo en los estudios, sino en las acciones del día a día.
Iraís Rivera cuenta a LADO B que la teoría literaria ha permitido comprender fenómenos que ahondan en lo social y lo cultural, pues a pesar de que la literatura no es un reflejo fiel de la realidad, sí permite explorar las ideologías asumidas por el autor, determinadas por un contexto socio-histórico y cultural.
Los expertos en el tema coincidieron en que, aunque no existen como tal estudios que parten de conceptos concebidos en latinoamérica, la labor académica ha ido encaminada a analizar, relacionar y cuestionar los discursos hegemónicos que atraviesan el cuerpo. No solo la literatura ha hecho posible esto, también la filosofía, antropología y los estudios de género que explican las formas en cómo los sistemas —social, económico y político— asimilan y regulan lo que sale del canon, de lo normal, de lo moral, de lo aceptado.
*Foto de portada: Flickr | Lo indomable
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