La iniciativa llegó al Congreso del estado de la mano del entonces diputado panista Edgar Antonio Vázquez Hernández cerca de las ocho de la mañana de aquel lunes 3 de septiembre de 2012, y se ingresó sin dilación en el orden del día de la Comisión Permanente. La operación desde Casa Puebla había iniciado horas antes, con la publicación de un desplegado en el diario Reforma, donde panistas –y no panistas, como la entonces diputada Josefina Buxadé– afines al gobernador del estado exigían al partido blanquiazul iniciar la renovación de la dirigencia estatal de ese partido, entonces controlado por el ala ultra.
Ultras y morenovallistas se peleaban el control del partido, la dirigencia, a cargo entonces de Juan Carlos Mondragón Quintana –un integrante de las familias custodias del panismo tradicional— se resistía a convocar al proceso interno parapetada en una cláusula del Código de Instituciones y Procedimientos Electorales del Estado (Coipep).
Además de la presión mediática a través del desplegado, el gobernador utilizó al Congreso del estado para modificar el Coipep, y eliminar el candado legal que impedía el cambio en la presidencia del blanquiazul.
Tan pronto como fue presentada la propuesta de reforma al Coipep, la comisión permanente remitió el documento a la Comisión de Gobernación que ya esperaba para sesionar a pesar de que su presidente, el panista Juan Carlos Espina Von Roerich, uno de los pocos diputados que el ala dura del PAN tenía en el Congreso, no fue notificado del encuentro.
Eran recién las 9:30 cuando la puerta de la comisión se cerró para analizar y discutir el documento, una hora después el dictamen estaba listo, pasaría al pleno, que ya comenzaba a poblarse, sin modificarle una coma.
Los diputados de todas las bancadas fueron convocados en menos de dos horas a una sesión extraordinaria a pesar de que el Congreso estaba en receso, para validar con su voto la reforma y abrir el candado legal que impedía al gobernador tomar el control del PAN.
Un signo distingue la primera mitad del gobierno del panista Rafael Moreno Valle: la concentración del poder en sus manos. En esos tres años, el primer gobernador de la alternancia poblana, ha logrado un control político total: transformó al PRI, el otrora partido hegemónico, en una oposición sin oposición, arrebató la dirigencia del PAN a la ultraderecha poblana y colocó a la izquierda partidista como un voto más en un Congreso que aprobó sin cuestionar las iniciativas de su administración.
Y aunque no se trata de una rareza, ni de un retroceso, pues en Puebla, puntualiza César Cansino, doctor en Ciencia Política e investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), “nunca hemos tenido un equilibrio de poderes, en este gobierno se ha intensificado esta concentración del poder y este sometimiento de las demás fuerzas políticas”.
El de Moreno Valle ha sido un gobierno, señala por su lado el investigador del departamento de Ciencias Sociales de la Ibero Puebla, Juan Luis Hernández Avendaño, que puede ser caracterizado como “modernizador con autoritarismo”, pues si bien ha impulsado la construcción de obra pública, especialmente en la capital del estado, y ha logrado meter al estado en la agenda nacional, se trata de obras y políticas que tienen más que ver con la construcción de una posible candidatura presidencial.
“Se podría pensar en una modernización del estado, pero esa modernización se da bajo una lógica no democrática, una modernización que se explica no a partir de las necesidad de una agenda establecida por las necesidades de la población sino básicamente por las necesidades de una candidatura presidencial, desde esa perspectiva se observa la condición autoritaria de que las obras no contaron con la participación ciudadana. Es una modernización que responde básicamente a intereses políticos y no intereses sociales”.
Un control, puntualiza por su parte Alejandro Guillén, politólogo de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (Upaep), que no se limita a los espacios de poder tradicionales sino que incluye también a organismos que nacieron con un carácter ciudadano, como el Instituto Estatal Electoral o la Comisión de Acceso a la Información Pública.
En este último caso el gobernador logró colocar con el aval del Congreso a dos personajes afines que le han permitido detener cualquier solicitud incómoda, dígase facturas de los helicópteros Agusta o los contratos de las obras más polémicas de su sexenio: Javier Fregoso Sánchez y Federico González Magaña.
Aunque se trata de una situación, la del control hegemónico, que no sólo caracteriza al mandatario poblano, sino que se trata de una condición que se repite en todo el país, “es una característica del nuevo sistema político mexicano después del 2000”, sostiene Hernández Avendaño.
El investigador de la Ibero dice que con el cambio de partido en el poder a nivel nacional se debilitó la figura del presidente como eje de poder aglutinador, entregando parte de ese poder a los mandatarios estatales, pero además, sostiene, en ese periodo los gobernadores tuvieron a su disposición una bolsa más grande de recursos a través de los excedentes petroleros y los arreglos a la distribución de los ramos presupuestales, recursos no necesariamente auditables.
Así, si bien la concentración del poder no es situación exclusiva de Moreno Valle, también es cierto que el gobernador poblano ha logrado, en menos de tres años y desde la palestra de un partido distinto al hegemónico, concentrar y manejar todos los hilos del poder.
De lo que no queda duda, coinciden los tres politólogos entrevistados es que el mandatario está construyendo una candidatura presidencial que corre a la par de su gobierno. Una candidatura que si el PAN definiera en este momento tendría en el gobernador poblano al activo más visible para lanzarlo a la contienda.
Esto, puntualiza Hernández Avendaño, le ha dado “un perfil sui géneris al ejercicio de gobierno, por un lado es evidente que todo su ejercicio gubernamental está orientado hacia esa postulación, ello implica un conjunto de inversiones político económicas que por momentos son desproporcionadas con respecto a las necesidades del estado. Las necesidades políticas de Moreno Valle evidentemente no son las necesidades económicas de la mayoría de los poblanos”.
Una percepción muy similar a la que plantea el politólogo de la BUAP, César Cansino, quien cuestiona el carácter mediático de la obra pública, pues se ha concentrado en “las obras de relumbrón” y ha dejado de lado las necesidades y exigencias de comunidades que tradicionalmente viven en la marginación.
“Si te vas a las cifras, Puebla sigue en los últimos lugares de pobreza y marginación en el país. Veamos la procuración de justicia, eso está paralizado, no obstante las muchas promesas de instaurar los juicios orales y crear la infraestructura para que esto avance, en ese terreno hay un enorme rezago, pero no es de relumbrón.
Volviendo a las cifras, entre los municipios más pobres del país hay muchos poblanos, en el top 20 hay municipios poblanos”.
Y agrega: “Modernizas algunas partes y sectores, es decir aquellos que pueden rendir dividendos en las aspiraciones políticas del gobernador. Hay aspiraciones y en consecuencia se explotan mediáticamente los logros. Es una modernización de fachada y de oropel”.
“Por ejemplo, tenemos una pavimentación muy explotada mediáticamente con concreto hidráulico en algunas vialidades, pero la mitad de las calles en Puebla, especialmente en la periferia y los márgenes sigue sin pavimentarse.”
Pero a Moreno Valle le faltan aún varios escollos políticos por librar, en esa ruta que de acuerdo a los analistas parece llevar el mismo camino de construcción mediática y de control político que emprendió hace algunos años el priísta Peña Nieto para llegar a Los Pinos.
Y entre esos escollos está el propio Peña Nieto, y el reacomodo del PRI a nivel estatal, quien a tres años de perder la gubernatura no ha logrado jugar el papel de oposición política, ni como partido ni como bancada legislativa en el Congreso del estado.
“Lo que sí observo es que a partir de este momento –expone Alejandro Guillén–, Rafael Moreno Valle no va a tener la misma circunstancia de sus primeros tres años, ahora sí todos los aspirantes y los grupos políticos, los mismos partidos comienzan a ver las elecciones siguientes: viene la elección de 2015, viene la elección del gobernador de año 8 meses, y viene después la gubernatura. Ya todos empiezan a hacer sus proyecciones, y en esos tres años veremos cómo comienzan a hacerse más visibles las rivalidades, las desavenencias, y si en esa primera mitad logró la hegemonía en el estado, conforme avance su sexenio podría comenzará a perderla”.
En ese reacomodo de fuerzas también habrá que considerar la renovación de la dirigencia nacional del PAN, en donde Moreno Valle también tiene sus intereses y su grupo. Ganar esa batalla y mantener en la presidencia a Gustavo Madero supondría para Moreno Valle un paso más en su consolidación como precandidato azul.
Para Cancino, Moreno Valle carga desde ya con el peso de un partido político con un saldo negativo a nivel nacional por el “desastroso” papel en los dos sexenios que mantuvo la presidencia de la República.
Un lastre que sólo podría mantener a flote con una posible candidatura de alianza, igual que las alianzas que tejió para llegar a la gubernatura y terminar con más de 80 años de priísmo en Puebla.
EL PEPO