Mtro. Omar Gutiérrez Peral
¿Cómo ha ido el regreso presencial a clases? Es una pregunta breve que, sin embargo, puede abrir paso a un torrente de opiniones con contenido para varias horas de conversación.
Para empezar, no todos los estudiantes han vuelto presencialmente a clases, así que algunos responderán argumentando las razones para mantenerse en modalidad a distancia. Otros, los que decidieron optar por el regreso a las aulas, hablarán del reacomodo, de lo bueno y no tan bueno, de las emociones, de la vuelta al trayecto casa-escuela y demás experiencias vividas.
Otros más, las y los docentes, responderán desde una perspectiva distinta, la de quien se ha encargado de hacer posible la continuidad de las clases, ajustando lo necesario para atender a quien vino al salón, a quien no, y a quien lo hizo a veces sí, a veces no.
Y es que hoy se ha hecho necesario plasmar en la práctica una idea de la que se ha estado hablando desde hace varios años en los círculos académicos: la de reformular el rol de los docentes para no restringir su quehacer a la simple exposición de contenidos curriculares y permitirles asumir la tarea de concebir escenarios de aprendizaje capaces de ofrecer a sus estudiantes las estructuras y dinámicas necesarias para el logro de aprendizajes relevantes, adaptables a la situación particular de cada chico o chica manteniendo al mismo tiempo un hilo conductor, pues no se trata de diseñar tantos cursos como alumnos o alumnas hay en un grupo escolar.
Pensar a la o el docente como diseñador de entornos de aprendizaje, significa hacer visibles muchas actividades que hasta ahora han permanecido ocultas, o bien disminuidas en su importancia. El tiempo dedicado a explicar, es decir, a divulgar contenidos, toma solo una fracción de la jornada y se acompaña de la preparación cuidadosa de ingredientes diversos para que estudiantes tengan la oportunidad de expresar hallazgos, debatir y dialogar constantemente, ensayar ideas, probar nuevos enfoques, pilotar procesos, colaborar, resolver retos, establecer contacto con expertos, entre otras experiencias enriquecedoras.
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Por eso, un docente no solo explica contenidos, también selecciona y/o produce recursos de apoyo para facilitar el acceso a conocimiento archivado, diseña actividades de aprendizaje, acompaña y orienta, establece un marco lógico para que todo mundo entienda qué se espera —cuándo y cómo—, resuelve dudas, anima, sintetiza, corrige, y lleva a cabo otra buena cantidad de actividades agrupadas en cinco grandes áreas:
Por lo anteriormente expuesto, como puede concluirse fácilmente, la principal tarea de los docentes ha sido siempre, y hoy es más notorio que nunca, la creación de entornos de aprendizaje que sí, incluyen la divulgación de contenidos, pero abarcan mucho más. Dejemos atrás ideas medievales (el modelo didáctico centrado en la cátedra nació en el siglo XII con las primeras universidades europeas) y entendamos todos y todas, de una vez por todas, que un maestro o maestra está haciendo su trabajo aun cuando no le veamos desarrollando un tópico frente a un grupo de colegiales, en un aula física o virtual. Del mismo modo, asumamos quienes nos dedicamos a la docencia, que nuestra labor principal no es enseñar, sino construir posibilidades para el aprendizaje de nuestros estudiantes.
* Foto de portada: Freepik