Lado B
La exigencia de ser creativos
Por Espacio Ibero @
16 de diciembre, 2021
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Mtro. Manuel Antonio Silva de la Rosa.

Existe una exigencia que impone la sociedad de ser creativos. En múltiples eventos, charlas y ponencias de la universidad, he escuchado el tema de la creatividad, como algo que es calculable. Difiero de esta postura, pues al objetivar nuestra creatividad a lo calculable y a lo estratégico, nuestras acciones, al anclarse en un único modo de comportamiento, se han paralizado por el cálculo anticipado y por la administración de nuestra existencia al servicio de la estrategia, de la competencia, de lo útil y de la simulación de dominio de nuestras vidas, de los demás y de la naturaleza.

Esta comprensión nos convierte en sujetos estacionarios. Somos sedentarios, ávidos de algo diferente, pensamos que nos dirigimos hacia un futuro que nos promete un nuevo comienzo, donde el progreso de nuestra humanidad sólo es ilusorio, estamos estancados en la necesidad de que algo nuevo nos pase en la vida.

Pero este mecanismo en el que nos encontramos sujetos, lo único que produce es una parálisis vertiginosa. Existe una apariencia de que estamos en movimiento, recreando la vida, pero estamos ajetreadamente dando vueltas en un lugar que se mantiene inmóvil. De esta manera, esta dinámica en la que nos encontramos nos demanda que seamos creativos, pero al mismo tiempo pone ciertas dificultades para dejarnos conducir por la creatividad.

Sabemos de ante mano que, la mayoría de las veces, la creatividad se desarrolla porque, de alguna manera, es algo que nosotros buscamos. Pero no es el resultado de una acción calculada e intencionada. No buscamos algo objetivable que podamos alcanzar con nuestras acciones planificadas, sino más bien nuestra búsqueda tiene que ver con la capacidad de entrar en una tierra desconocida. En este sentido, la creatividad es un acontecimiento imponderable. Es un resultado inesperado más que una decisión estratégica.

No existe una estrategia cualificada que asegure el acontecimiento de la creatividad. Si lo que acontece siempre es un acontecimiento que produce novedad, esta no se puede enmarcar en las acciones intencionadas y calculadas con exactitud. Quizá es posible prevenir o tomar en cuenta algunas condiciones que puedan contribuir a un incremento del acontecer creativo, pero estos condicionamientos no pueden estar sometidos a leyes que puedan dar muestra del surgimiento de lo novedoso.

Ahora bien, la élite tecnocientífica no tiene el monopolio de la creatividad. Es irónico pensar que la creatividad esté encapsulada en algunas instituciones que se dicen innovadoras. La mayoría de estas instituciones pretenden fomentar la creatividad, explorar lo nuevo, quieren producir lo impredecible y tener al mismo tiempo el control de la situación. Debajo de estas acciones, existe un imaginario, que a mi juicio está impregnado en nuestra sociedad contemporánea. Tenemos la pretensión de que nuestra vida tenga posibilidades inéditas, pero al mismo tiempo queremos minimizar los riesgos que puedan tener nuestras decisiones. Pero la creatividad no se puede planificar, pues tiene que ver más con el azar. No podemos reducir nuestra vida a las variaciones y modificaciones de nuestros actos intencionados para producir algo nuevo.

En pocas palabras, la creatividad planificada es hueca. Lo nuevo siempre va a diferir de lo programado o intencionado. La creatividad genera sorpresa y difícilmente puede descansar en el mundo de la producción en serie. No es un recurso que tenemos que despertar y ajustar en un ensamble apropiado para que pueda reproducirse en cadena. La creatividad no puede ser ensamblada en maquinarias programadas desde un orden intencionado. No está sujeta a la operatividad binaria que nos pueda brindar la novedad de una forma segura y precisa.

La creatividad, por otro lado, para que pueda valer como tal depende del reconocimiento de una sociedad. Es un asunto comunicativo y social. El problema radica en su certificación. ¿A quién o a quiénes le estamos otorgando autoridad para definir el significado y el valor de lo nuevo? Sería una trampa dejar en manos de algunas instituciones la validez de la creatividad, pero también sería un engaño dejarlo a nuestra subjetividad. Pensar la validez de la creatividad sería otro tema que requiere, mínimo, otro escrito para poder profundizar de forma introductoria su complicación. Sin embargo, en esta ocasión, sólo quiero mencionar lo importante de no buscar la creatividad en sí misma, la creatividad no se posee, más bien se está en ella.

La captación creativa está en el horizonte de nuestras preguntas y acogiendo el riesgo a equivocarnos. Estas preguntas se potencializan en el arte de dejarnos llevar por una conversación. En ese juego dialéctico que tiene la conversación, el preguntar es más un padecer que un hacer. Pues ya no se pregunta para defender lo que conocemos, sino que nos lanzamos a la incertidumbre, donde la pregunta se impone como una inquietud y que llega un momento en que ya no se le puede seguir eludiendo ni permanecer en la opinión acostumbrada. Nos lanza a dejarnos llevar por esa creatividad de reconocer que no podemos calcularlo todo y que estamos listos o listas para acoger aquello que no estaba en los planes.

*Foto de portada: Luca Nardone | Pexels

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