Por fortuna, y sin ponernos de acuerdo, empezamos a levantar las manos. Ahhh, porque él ni la mano levantaba; a diferencia de todaaas las demás, que esperábamos que nos dieran la palabra, él simplemente abría la boca y dejaba salir un hilo de burradas.
Pero miren, la culpa no es del vato, o al menos así lo veo yo, sino de este pinche sistema machista patriarcal. Porque, insisto, ¿de dónde le viene la seguridad al vato? Neta ¿De dónde nos viene la inseguridad o la vergüenza o el miedo a nosotras?
Y la verdad es que avanzado el taller, las voces de nosotras comenzaron a multiplicarse, pero ni siquiera las indirectas o las muy directas lo hicieron callarse. Increíble. Trato de imaginarme si hubiera pasado lo mismo en un caso opuesto: un grupo de hombres y 2 mujeres en taller sobre próstata, ¿ellas habrían alzado la voz de inmediato para comentar algo con base en su experiencia? Suena divertidísimo, pero lo dudo mucho. |