Marcela Del Muro
“Es importante repetirnos que estos saberes no son solo nuestros, vienen de generaciones pasadas. Cada símbolo tiene un significado en nuestra personas, en nuestra comunidad y en nuestra cultura. Empezando con que entre nosotras nos bordamos y todo lo que bordamos es parte de nosotros, es parte de todo esto que vemos a nuestro alrededor. Por ejemplo, la estrella representa a los seres humanos, cuando tú la bordas, te estás bordando a ti misma”, explica Diana Carolina Santiago mientras muestra la gran estrella, rosa y verde, al centro de su quechquémitl.
Las mujeres del pueblo teenek utilizan esta prenda que cubre el torso en eventos importantes. La joven de 33 años menciona que ella lo utilizó el día que presentó su examen profesional de la maestría y ese acto la llenó de fuerza.
“Sin saberlo, mi mamá me bordó mucha abundancia porque tiene mucho naranja. Todos esos colores que utilizamos son como el poder femenino, todos nos indican algo”. Sin saberlo, dice Caro, porque esos conocimientos los han ido aprendiendo en los últimos dos años. Desde que formaron el grupo de bordadoras Pulik It’s, que se traduce como la gran luna en español. Y comenzaron las reuniones donde compartían saberes entre mujeres de su comunidad: el Xolol, en el municipio de San Antonio, ubicado en el oriente de San Luis Potosí.
Antes de conocer el significado de cada elemento, ellas lo bordaban de igual manera, porque los han visto siempre en las ropas de sus mamás, de sus abuelas.
“Las mujeres adultas de antes siempre se vestían con el traje típico. La rueda o, como le decimos nosotros, el petob –tocado hecho de una gran trenza formada por estambres de colores y el cabello de la mujer–; sus blusas, también hechas por ellas mismas, con olancitos aquí en el cuello y sueltas, con su falda negra”, recuerda Eleuteria Bautista, mamá de Diana Carolina y también fundadora del grupo de bordadoras. “Yo no aprendí a bordar de mi mamá, pero ella sí utilizó ese traje tradicional para danzar”.
Las mujeres teenek aún conservan y desean rescatar esa conexión que sus ancestras tejieron con su vestimenta típica y los símbolos que se plasmaron en ella. Estos conocimientos han sido compartidos desde tiempos prehispánicos. Desde el asentamiento de este reducido grupo mayense en la, ahora, tierra huasteca, tras desplazarse de los territorios de la costa del Golfo de México hace cientos de años atrás: cuando migraron junto a los totonacos y mexicas, en el periodo clásico.
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La doctora Claudia Rocha Valverde señala que la indumentaria típica en la cultura teenek tiene un valor cosmológico que carga en su bordado y la localización de éste en la prenda. El quechquémitl es llamado dhayemlaab en teenek, y es reconocido como dhayem entre el grupo de bordado. Dicha prenda es concebida por la doctora como un territorio sagrado: “Al mencionar un microcosmo textil se hace referencia al dhayemlaab, el cual, debido a sus cualidades formales y simbólicas, permite suponer que se trata de una representación del universo”.
Dicho universo fue creado por las “diosas que ‘hilaban la vida’, que eran generadoras de la misma y tenían una función de parteras, por lo que el acto de tejer puede considerarse una metáfora del origen y del orden del cosmos. Las deidades del tejido eran selénicas; es por ello que los ciclos agrícolas lunares se atribuían a éstas, significando el vínculo cósmico entre la Tierra y la Luna […]. En la memoria oral de los teenek que refiere que cuando una mujer usa la indumentaria tradicional se convierte en el centro del universo y con ello reafirma sus cualidades de progenitora convirtiéndose en símbolo de la fertilidad que da origen y sustento a la vida, personificando a la Gran-Madre Tierra o Pulik Miim-sabaal, como la llaman en lengua teenek”, refiere la doctora Rocha.
Para Diana y Eleuteria, el conservar y compartir el conocimiento sobre el bordado tradicional es uno de sus muchos actos de resistencia para preservar sus raíces teenek, su cultura. Y Pulik It’s también se creó con la finalidad de seguir practicando su lengua.
La primera generación de bordadoras ahora son las maestras del grupo. El orden tradicional de enseñanza, de generación en generación, se ha alborotado en los últimos años. Las niñas de entre 8 y 14 años transmiten sus conocimientos a sus mamás y a otras mujeres de la comunidad.
Pero esto ya tiene tiempo sucediendo así. Eleuteria aprendió en una clase de educación especial donde le enseñaban trabajos manuales, entre ellos el bordado tradicional teenek o de punto de cruz. Su maestra era una bordadora de una comunidad en el municipio de Tanlajas. El grupo Pulik It’s también ha tenido acercamiento con bordadoras y abuelitas de comunidades vecinas: como las bordadoras de Tamaletom, municipio de Tancanhuitz. Los conocimientos adquiridos ahora son saberes del grupo.
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*Foto de portada: Mauricio Palos | Pie de Página