La Cuatro Records se creó hace aproximadamente un año: cuatro amigos en la calle cuatro oriente en el centro histórico de la ciudad de Puebla, con un estudio de grabación y una disquera, parte de un proyecto integral de producción musical. La Cuatro se ha convertido en su corta existencia en un punto de contacto para gente joven y músicos de diversos géneros de Puebla.
José, Santiago, Federico y Armando eran amigos y músicos. Como jóvenes se fueron a la Ciudad de México y se enfrentaron a los problemas y obstáculos para grabar y producir. Entre pláticas surgió la idea original, que tardó casi un año en cuajar, y para el momento de su consolidación se unió un cuarto socio y amigo, Marcelino. El 25 de enero de 2014 fue el lanzamiento de marca oficial, y ahora tienen una división llamada Lemmon Lab, que trabaja con artistas que tienen su primer acercamiento a la industria musical.
No es que ofrezcan por separado los servicios de desarrollo creativo, marketing y representación: La Cuatro es un conglomerado de todo esto que es interno, sólo para los artistas que integran el proyecto. Santiago es el encargado de producción y desarrollo artístico musical; Marcelino del desarrollo gráfico y creativo; Federico es quien ve el marketing, Armando el responsable de la representación de los artistas y la parte administrativa y de relaciones públicas la maneja Pepe. Aunque a veces no hay recursos, lo bueno de que La Cuatro se haya consolidado de los bolsillos de los propios fundadores, es que tienen total libertad. No dependen de socios o inversionistas, y cuando no hay dinero, siempre hay una manera de encontrar cómo materializar las cosas que se necesitan, dice Pepe.
Lo más difícil ha sido acoplarse entre ellos, llegar “parejos” a las fechas de entrega, estar en el mismo canal para que todo el proyecto embone en conjunto; “hay días de mucha tormenta”, dice Pepe. En La Cuatro no buscan entregar algo en base al gusto de la gente o a lo que las personas pidan. Santiago pone el ejemplo con paletas, dice que uno no va a pensar el sabor que le gustaría, sino elegir si chocolate o vainilla, que son los que están ahí. Más allá de ser un estudio de grabación, los jóvenes buscan exponer a las personas una cultura que no conocen. Al final, la decisión es de cada quién, y pueden decir “sabes qué, si me gusta más la ranchera”, dice Santiago, pero esos artistas tienen que darse a conocer. Al final, “la gente consume lo que hay”, opina, y habla de que los proyectos de La Cuatro no son objetos plásticos, “son proyectos que tienen alma, que tienen vida”; entre sus artistas, ninguno hace canciones “para vender”.
Lo que intentan es también cambiar un poco el chip de los artistas que llegan a La Cuatro. En el segundo piso de su oficina, que tiene en la planta baja el estudio de grabación y una escalera empinada con escalones de plástico cuadrados ilustrados con portadas de discos de rock, Santiago, sentado junto a Pepe, explica que no es lo mismo ser famoso y ser reconocido. La fama es algo pasajero, mientras que el reconocimiento es fruto del trabajo y del esfuerzo. La disquera poblana tiene de todo, desde folk hasta improvisación, pasando por el metal, y próximamente incorporará géneros que les son un poco más ajenos, como el hip hop y la electrónica. Aunque no es lo suyo de formación –pues a todos les gusta más el rock-, están abiertos a lo que llegue. Santiago está todo el día en el estudio, “como licuadora, escuchando de todo”.
No importa que los artistas tengan ya mucha trayectoria, o sea sólo un muchacho con una caja y un micrófono: lo más importante es la calidad. Para qué irse a malvivir al DF, dicen, si existe este espacio emergente en Puebla que ha servido como puente de comunicación entre artistas, para que se conozcan y reconozcan. Y la Cuatro Records lo que aporta de acuerdo a Pepe y Santiago es este espacio para unir, que la comunidad artística no se sienta tan sola, y proponiendo la mayor cantidad de soluciones accesibles al talento que se está incubando en Puebla.