Lado B
Te amarás a ti mismo sobre todas las cosas 
La dictadura de la felicidad y el “echaleganismo” contemporáneos vienen de una perspectiva individualista, egoísta y distorsionada
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
25 de julio, 2023
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¡Lo mío, por mí y para mí! Yo soy mi prójimo. (Terencio)*

El egoísmo no es el amor propio, sino una pasión desordenada por uno mismo. (Aristóteles) 

El título de esta Educación personalizante del mes de julio nace de lo que considero que es el primer mandamiento de nuestros tiempos.

Esta columna no se ocupa de temas religiosos sino de la educación humanista en sus diversos ángulos, por lo que hago esta paráfrasis del primer mandamiento planteado por Yahvé a Moisés en las Tablas de la ley, sólo como una analogía de la característica central de estos tiempos ególatras que vivimos, que me parece es un obstáculo fundamental para una educación que construya humanidad y el elemento tal vez más importante que está contribuyendo a nuestra autodestrucción como especie.

El primer mandamiento de este decálogo seguido por los judíos de la era pre-cristiana y subrayado como el primero en importancia por el mismo Jesús en los evangelios es: Amarás a Dios sobre todas las cosas y el segundo es que debes amar a tu prójimo como a ti mismo. Sin embargo, como dijo acertadamente Albert Camus, la modernidad mató a Dios y puso a la razón -y al individuo humano- en el lugar de Dios, de ahí que el amarás a Dios sobre todas las cosas, se haya convertido en nuestros tiempos en te amarás a ti mismo sobre todas las cosas…y sobre todas las demás personas.

Como he señalado en otras entregas de esta Educación Personalizante, vivimos en tiempos ególatras y por ello considero y veo a mi alrededor y en las publicaciones, películas, series y posts de redes sociales, este mandamiento como el fundamento de la vida en nuestros tiempos.

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Ya he escrito también que fue en la modernidad que se fortaleció la idea de la persona individual por encima de la visión más bien diluida que tenían los actores personales en las sociedades antiguas y aún en el medievo. La modernidad hizo surgir, por esta entronización de la razón, al sujeto fuerte y fue construyendo la idea de que cada persona tiene que construir un proyecto de vida que lo haga feliz y lo lleve a la autorrealización.

No es que no hubiera en el mundo clásico elementos del pensamiento filosófico y teológico que hablaran del sujeto individual y su aspiración a la felicidad. Esto podemos encontrarlo desde Epicuro hasta las éticas llamadas eudemonistas o eudemónicas porque plantean que todo ser humano aspira a ser feliz y para lograrlo debe vivir éticamente.

Sin embargo, en la antigüedad esta aspiración a la felicidad individual sólo se concebía para los ciudadanos libres y de alguna forma para las élites. Hasta ciertas proclamas y aún conflictos armados por abolir la esclavitud en el siglo XIX, se consideraba muy normal que las personas que podían aspirar a la felicidad y a la realización eran solamente las que poseían dinero, propiedades, apellido, linaje, pureza de sangre, etc.

La llamada tercera fuerza en psicología, es decir, la psicología humanista, que es ya del siglo XX -Maslow con su pirámide de las necesidades a satisfacer para una vida plena o Rogers con su terapia centrada en a persona- por hablar de un campo que influyó directamente en la educación, fue un elemento que promovió la necesidad de todas las personas, sin distinción de raza, cultura o estrato social, de poder aspirar a una vida digna, conforme a su propia naturaleza humana.

Estas aportaciones teóricas de la Psicología, complementadas con el cuestionamiento de Nietzche al status quo de la sociedad occidental judeocristiana y los planteamientos marxistas de la búsqueda de igualdad -que como dijo acertadamente Octavio Paz, mostraron el fracaso de sus respuestas pero dejaron intactas las preguntas que les dieron origen y que siguen vigentes hasta hoy- , así como el surgimiento de la Doctrina social de la iglesia católica fueron haciendo que esta consciencia sobre la igualdad de todos los seres humanos y la necesidad de vivir en libertad y con fraternidad, planteados como principios desde la Revolución francesa, se fueran generalizando al menos a nivel de documentos internacionales.

La declaración universal de los derechos humanos que surgió a partir del nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas después de las atrocidades vividas durante la Segunda Guerra mundial, oficializó y de alguna manera hizo obligatorio para todos los países que la suscribieron y han suscrito sus versiones posteriores, esta dignidad individual y el derecho de todos a tener una vida humana digna.

El sujeto individual se fortaleció y esto ha sido un avance para la humanidad, pero también ha tenido consecuencias negativas porque como afirma Lonergan, todo proceso creativo puede desviarse por intereses individuales o de grupo y entonces necesita sanarse, porque genera un sistema desigual e injusto en el que este discurso del individuo libre y autónomo se vuelve una mera legitimación de las estructuras injustas, del mal estructural que beneficia a unos cuantos y mantiene en la marginación a las grandes mayorías.

De manera que este proceso, al ser contaminado por el sistema capitalista basado en el liberalismo individualista radical, ha ido haciendo que nuestra cultura universal dominante pase del auténtico amor propio, indispensable para construir una vida digna y para poder amar a los demás y edificar el bien común en la sociedad, a una pasión desordenada por uno mismo, como lo señalaba ya Aristóteles, una pasión desordenada por uno mismo en la que se borran los demás y uno se convierte en el centro del mundo.

La dictadura de la felicidad y el “echaleganismo” contemporáneos vienen precisamente de esta distorsión entre una visión que podemos llamar personalista sana a una perspectiva individualista egoísta que caracteriza los tiempos ególatras en que vivimos.

Esta desviación podemos constatarla muy fácilmente echando un vistazo a las redes sociales, viendo los planteamientos de los libros llamados de autoayuda y exponiéndonos a los contenidos de la TV y las plataformas de streaming, en el mensaje implícito o explícito de muchas de las películas o series más vistas.

En todas ellas se plantea siempre el ideal de amarse a uno mismo como el eje y principio rector de toda vida feliz y se desvanece la visión del otro, de ese otro cuyo rostro me interpela como decía Levinás acertadamente y que es un espejo indispensable para autoconstruirme y desarrollar un proyecto de vida equilibrado y conseguir una felicidad profunda y duradera más allá de las visiones superficiales y plásticas que nos presentan sobre la felicidad como la consecución de las pasiones, deseos o sueños de cada quien, que deben ser conseguidos a toda costa, sin importar si para ello hay que dejar de lado a los demás e incluso insensibilizarse ante el dolor de las grandes mayorías sufrientes que están emergiendo de manera creciente en el mundo de hoy.

Creo que una educación personalizante tiene que combatir este mandamiento que dice: Te amarás a ti mismo sobre todas las cosas para reconstruir la visión de que somos con los otros, de que como dice Paz en Piedra de sol: No hay yo, siempre somos nosotros y que solamente en la vivencia plena del nosotros nos encontramos realmente con nuestra propia individualidad y podemos ser felices.

Una gran contribución al mundo de hoy sería pasar de este mandamiento distorsionado al de una visión solidaria y empática con los demás, para trascender aquello que decía Ambrose Bierce:  “El egoísta es una persona de mal gusto que se preocupa más de sí mismo que de mí”.


* Todas las frases citadas en este texto fueron tomadas de: lasolidaridadunbuenremedio.com

Foto: <b>Vyacheslav Argenberg</b> |  Licencia Creative Commons 4.0 | wikimedia commons

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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