Lado B
Año nuevo: las dos caras y el equilibrio
La otra cara de esta moneda del cambio de año es la que nos presenta como anhelo este otro haiku de Kobayashi
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
16 de enero, 2023
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1.-Reverso.

Día de Año Nuevo,

tanto esperar, ¿y qué?:

Un día más.

Hôrô (poeta japonés del siglo XVIII)

Como cuando siendo niños imaginábamos que el día de nuestro cumpleaños íbamos a notar un crecimiento evidente y al llegar el momento nos veíamos al espejo, exactamente iguales al día anterior, así nos pasa muchas veces con el año nuevo: pensamos que un cambio de ciclo o, como dicen ahora de manera muy cursi, el inicio de “una nueva vuelta al sol” de nuestro planeta va a resolver de un día para otro los graves problemas de la humanidad y las profundas heridas de nuestro país.

Pero el día primero de enero, o para ser más realistas el día 2, ya que pasó la cruda física o emocional de la fiesta que llaman en España de “noche vieja”, nos despertamos y la guerra, el hambre, la pobreza, la desigualdad, la exclusión, la corrupción y todos los demás males que nos ha tocado padecer en estos tiempos de crisis multidimensional, siguen ahí, como el célebre dinosaurio del llamado cuento más breve del mundo de Augusto Monterroso.

También puedes leer: A veces hay que esperar…

Es entonces cuando experimentamos lo que el poeta japonés nos dice en este bello haiku: día de año nuevo, tanto esperar ¿y qué? si finalmente amanece un día más, un día en el que todos los problemas, las insatisfacciones, las metas no cumplidas, siguen ahí, porque el mundo real no responde a nuestros deseos mágicos y míticos, porque entre nuestros sueños y “decretos” -como les llaman ahora en estos tiempos de pseudofilosofías sanadoras- y la realidad, la realidad se acaba siempre imponiendo.

Es en este momento de experiencia de decepción que nos invade el pesimismo y que podríamos tener el riesgo de perder la esperanza -aunque digan que es lo último que se pierde- y la esperanza es el motor, el dinamismo básico que mueve la profesión de los educadores.

Lo he dicho en otras ocasiones, la esperanza no es creer que todo estará bien y que el mundo cambiará mágicamente sino, como dice Vaclav Hável, tener la convicción de que lo que hacemos tiene sentido, independientemente de cómo vaya a resultar. Esta convicción es la que no podemos darnos el lujo de perder los educadores por más pesimistas que nos sintamos al experimentar que después de tanto esperar un año nuevo, simplemente llegamos a un día más.

Porque como dice un meme sabio -disculpen la contradicción- que leí por ahí en las redes sociales, lo que debe cambiar no es el año sino tú. Los que tenemos el compromiso y el potencial de cambiar las cosas somos nosotros -en el sentido restringido de nuestra persona y en el sentido más amplio de la humanidad- y no podemos renunciar a intentarlo, porque como dice bien Morin: “La misión parece imposible, pero la dimisión resulta igualmente imposible”.

Por más que nos parezca complicado, necesitamos aportar nuestro grano de arena al cambio del mundo y del país. En el caso de los educadores, ese grano de arena es el persistente, el empeñado trabajo del día a día intentando formar mejores estudiantes, mejores personas, mejores ciudadanos.

Pero además, los educadores somos también ciudadanos y como ciudadanos nos toca la responsabilidad de estar informados -aunque a veces nos harte la información de puras malas noticias y veamos negro el panorama-, de analizar esa información, de pensar críticamente lo que las distintas realidades y visiones nos presentan y de decidir de forma responsable participar en el cambio de estructuras que por más que nos digan que ya está en marcha, sigue pendiente y es cada vez más urgente.

2.-Anverso.

¡Ah! ¡Ser como

un niño

el día de Año Nuevo…!

Issa Kobayashi (poeta japonés de los siglos XVIII y XIX).

La otra cara de esta moneda del cambio de año es la que nos presenta como anhelo este otro haiku de Kobayashi: ser como niños o hacernos como niños el día de año nuevo. Esto es casi inevitable porque aunque al madurar vamos teniendo esa sensación de que el día de año nuevo es sólo un día más, los seres humanos somos soñadores por naturaleza y estamos siempre insatisfechos con el mundo y con nuestra vida porque deseamos más y mejores condiciones, más y mejor convivencia, más y mejor educación, más y mejor política, etc.

Los profesionales de la esperanza no sólo no estamos exentos de esta tendencia o capacidad de soñar sino que resulta altamente deseable que la desarrollemos más que cualquiero otro profesionista, porque para formar a las nuevas generaciones resulta muy dinamizador soñar con que en cada uno y cada una de los educandos que están sentados en nuestra aula hay un gran ser humano que podrá cambiar los distintos ámbitos de la vida social desde sus propias aspiraciones, gustos y talentos.

Hacernos como niños el día de año nuevo es casi un imperativo para quienes nos dedicamos a educar a las nuevas generaciones. Porque con la capacidad de soñar, de imaginar, de crear, de ver las cosas sin malicia y con buena fe, de asumir que la vida también es un juego y que debemos pasarlo bien y divertirnos aunque haya que cumplir con las reglas básicas de este juego, con todas esas cualidades de los niños y esa ilusión por cada año o cada nuevo ciclo que comienzan, es que podemos renovar nuestra energía y nuestra capacidad de creer para ver, esencial en todo educador.

Probablemente para muchos educadores este fin de año no fue una etapa de felicidad y celebración porque la vida nos presenta momentos de dolor, de tensión y de pérdida. Por eso muchos podemos quedarnos con el reverso de esta moneda y sentir que el año nuevo, después de tanto esperar, nos trajo sólo un día más.

Para otros en cambio, seguramente este receso y estas fiestas fueron un período de convivencia, reencuentros y felicidad que los hizo por unos días “ser como niños en día de año nuevo”. La invitación para ser educadores significativos que impacten en la formación de los futuros ciudadanos es a encontrar el equilibrio y vivir plenamente las dos caras de esta moneda del año nuevo, que finalmente, son las dos caras de la vida para la que debemos preparar a nuestros educandos.

Foto de Portada: Luis Jaimes | Wikimedia Commons

 

 

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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