Lado B
Caminar lentamente, entrar en uno mismo
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
16 de junio, 2021
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— Nieto: “Abuelo: ¿Cuál es tu súper poder?”

— Philip McShane: “Mi súper poder es caminar lentamente”

Citado por James Duffy.

“¿Por qué debemos honrar a aquellos que mueren en el campo de batalla? Un hombre puede mostrar con un temerario coraje para entrar en el abismo de sí mismo” 

William Butler Yeats.

Ya había tocado los dos temas que intentaré abordar hoy en esta Educación personalizante, pero, por un lado, lo había hecho desde otros ángulos y, por otro, me parecen temas fundamentales para pensar en una educación que forme seres humanos y contribuya a salvar a la humanidad, realizándola, como dice Edgar Morin, del imperativo de estos tiempos en los que vamos en un Titanic y, aunque nos damos cuenta, al igual que en ese barco transatlántico de gran lujo y modernidad, no hacemos nada por evitar el choque fatal que está ya muy cerca.

Quien quiera ver esos textos que anteceden a la reflexión de hoy puede ir a las siguientes ligas que tratan sobre el tema de la educación, la prisa y el tiempo y sobre siete claves para educar la espiritualidad.

Empezaré diciendo lo que me motivó a retomar estos temas fundamentales en una educación que humanice, de donde surgen incluso las dos citas que tomo como epígrafe el día de hoy. La necesidad de volver a hablar de estos elementos aunque, como digo, desde una mirada distinta, tiene que ver con una experiencia académica y humana personal que tuve el privilegio de vivir los días jueves 10 y viernes 11 de junio. Se trata del VI Taller Latinoamericano Lonergan que tuvo en esta ocasión como sede —virtual, por las condiciones de pandemia que hoy vivimos— la Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia.

En el programa del taller, del que tuve también el honor y el gusto de ser parte del comité organizador, se decidió incluir varias mesas de homenaje en memoria de distintos destacados pensadores lonerganeanos que fallecieron en los dos años que pasaron entre el taller anterior, realizado en la Ibero de la Ciudad de México y el que ahora se realizó vía online.

Todos los homenajes estuvieron llenos de contenido profundo por las grandes y muy diversas personalidades y aportaciones de los académicos recordados; todos fueron también muy emotivos y conmovedores, puesto que quienes presentaron estas semblanzas fueron personas que convivieron, aprendieron y, sobre todo, tuvieron una gran cercanía afectiva con quienes se recordaron.

Uno de ellos, especialmente emotivo y profundo, fue el dedicado al filósofo Philip McShane, profesor emérito de la Universidad Mount St. Vincent en Halifax, Canadá y experto en la obra filosófica, teológica y económica de Bernard J.F. Lonergan.

Los participantes en este in memoriam fueron Patrick Brown, profesor de Filosofía en Hawai; Francisco Galán, profesor-investigador del departamento de Filosofía de la Ibero Ciudad de México, y James G. Duffy, profesor de Ética y de Inglés en el Tecnológico de Monterrey Campus Morelia y otras instituciones de la capital michoacana. Intervino también al final Sally Mc. Shane, viuda del homenajeado.

Aunque todas las intervenciones fueron muy profundas y conmovedoras, me quedó muy grabado en la memoria y en la emoción la frase de Yeats y el diálogo de Phil con su nieto, citadas por James Duffy en su presentación.

Me movieron mucho en lo afectivo porque, aunque no tuve una relación cercana con el profesor McShane, sí me tocó el privilegio de escucharlo en varias ocasiones en conferencias y talleres impartidos en Boston College y en la Ibero de Puebla, y creo que ambas citas describen muy bien a este personaje heterodoxo pero ejemplar en su sabiduría, en la generosidad y la creatividad con la que compartía sus conocimientos y en el testimonio de búsqueda de autenticidad humana que encarnaba en su persona.

Las dos ideas retratadas en estas citas que compartió nuestro amigo y colega James Duffy, como parte de la personalidad de McShane, me parecen contraculturales pero de urgente necesidad en estos tiempos de prisa y culto a las hazañas del poder y la violencia que vivimos en el mundo.

En estos tiempos de prisa y urgencia en los que, como dice —creo— Efraín Huerta en un poemínimo —aunque no podría asegurarlo porque mi memoria es cada vez más frágil y el internet no logra ayudarme ahora a encontrarlo—, para llegar a tiempo a ningún lado, apretamos el paso, en estos tiempos en lo que todo es para hoy, resulta más que nunca necesario el súper poder McShaneano de caminar despacio.

Caminar despacio para poder disfrutar la vida plenamente, para encontrarnos con nosotros mismos y con los demás con verdadera atención, para asimilar con suficiente profundidad las cosas que los alumnos van aprendiendo y las que nosotros vamos enseñando.

También puedes leer: Reconstruir el mundo a través de la experiencia

Caminar despacio para no buscar que nuestros hijos o nuestros estudiantes adelanten etapas siguiendo el ritmo acelerado del contexto de mercado que todo lo vuelve objeto de compra y venta; un mercado que hace que busquemos, en lugar de dejarlos jugar, experimentar, sentir, gozar el proceso de descubrimiento asombroso del mundo y de sí mismos en el mundo, que aprendan a leer y a escribir lo antes posible, que sepan manejar una computadora y realizar las operaciones básicas en Aritmética, cuando tendrían que estar viviendo una experiencia lúdica que no los vacune contra la escuela.

Caminar despacio para ir leyendo y releyendo los grandes textos y los aprendizajes esenciales continuamente, volviendo a asombrarse con lo que van descubriendo siempre como nuevo. En su dedicatoria de su libro Una metafísica para tiempos post-metafísicos, Francisco Galán dice: “Para Phil McShane quien todos los días, desde hace más de cuarenta años, dedica dos o más horas a leer el Insight y dice que es algo nuevo”. Este es un gran ejemplo del súper poder de caminar despacio, de no trivializar el aprendizaje y conformarnos con entender la mera superficie de cada tema.

Como he citado en otros espacios, la novela de Milan Kundera La lentitud tiene como tesis que vivimos en tiempos de velocidad vertiginosa en todos los aspectos de la vida, porque en el fondo nos da miedo detenernos o avanzar más despacio, ya que esto nos haría enfrentarnos con nosotros mismos y mostrar, como dice Yeats, “el temerario coraje de entrar en nuestro propio abismo”.

¿Por qué debemos honrar a los que mueren en el campo de batalla o a los que realizan hazañas cada vez más espectaculares en las formas, pero vacías de sentido humano? ¿Por qué tenemos que rendir tributo a los famosos, a los ricos, a los poderosos y no a los que caminan despacio buscando sorprenderse del mundo que les rodea, del regalo de la vida propia y de los demás? ¿Por qué no enseñar desde pequeños a honrar a los que muestran esa valentía de autoconocerse, de entrar en sus propios abismos para autoapropiarse, para ser más dueños del rumbo de su vida?

Educar para descubrir y desarrollar el súper poder de caminar despacio y el coraje de entrar en el abismo de uno mismo son dos elementos fundamentales para una educación personalizante, para una educación que forme para construir comunidad a partir del diálogo real en el que escuchamos y nos sentimos escuchados por el otro.

Pat Brown y Francisco Galán citaron esta otra frase central de McShane de la que tomo esta última idea (traducida de manera muy imperfecta por mí) : “Si escucháramos adecuadamente unos a otros nuestras búsquedas encarnadas expresadas en palabras, quedaríamos en un estado de genuflexión”, caeríamos de rodillas para mostrar nuestro respeto y asombro.

*Foto de portada: Clem Onojeghuo | Pexels

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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