Lado B
Un viernes, tres estampas, un país
Un empresario burlón, un exgobernador asesinado y una zona metropolitana que vuelve al confinamiento. El país retratado en tres estampas que nos dejó un viernes trágico. 
Por Juan Manuel Mecinas @jmmecinas
21 de diciembre, 2020
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Un empresario burlón, un exgobernador asesinado y una zona metropolitana que vuelve al confinamiento. El país retratado en tres estampas que nos dejó un viernes trágico. 

1. El empresario televisivo que se ha hecho rico al amparo del poder desafía al gobierno, se mofa de las medidas sanitarias y sus alfiles -con camuflaje de periodistas- reivindican su libertad para asistir a fiestas navideñas numerosas, justo en el momento más crítico de la crisis ocasionada por el Covid.

El empresario es Ricardo Salinas Pliego. Uno de los bufones que defiende la fiesta organizada por su jefe y secundada por sus lacayos, asevera que “hay quienes pretender acallar” sus críticas, por la ola de comentarios negativos que originaron los videos donde el empresario burlón exhibe su fiesta.

Al intento de periodista no le bastan 130 mil muertos para darse cuenta que no hay censura alguna a su diminuta voz, sino que se trata de un reclamo público ante su falta de empatía con las víctimas, con sus familias y con el personal médico.

El lacayo de Salinas Pliego aseveró: “hay quienes se sienten cómodos recibiendo dictado de la autoridad sanitaria que está en entredicho”. Por supuesto que la afirmación tergiversa el reproche a la autoridad, quien ha sido duramente criticada pero que está lejos de estar en entredicho.

Solo un empresario como Salinas Pliego quiere poner en duda los dictados de una autoridad que hace su trabajo -bien o mal- y que en este momento lucha, a través del personal médico- para combatir una pandemia que el empresario minusvalora.

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Salinas Pliego retrata a una buena parte del empresariado mexicano: desafiante con la autoridad y con desdén hacia sus trabajadores (a quienes obliga a seguir trabajando); exhibe el desafío hacia un Estado débil que lo mira -sí, para sorpresa de todos- con benevolencia.

Al termino del sexenio es previsible que Salinas Pliego sea más rico; lo que ya podemos irle colocando es la corona del personaje más ruin.

2. Un exgobernador amanece muerto. Se presume que lo ha asesinado el cártel que controla Puerto Vallarta. No es un asunto menor: nadie está a salvo. Ni siquiera un exgobernador al que protegen 15 guardias. Ni siquiera en su propia tierra.

La inseguridad no termina por decreto y la muerte de Aristóteles Sandoval vuelve a pone sobre la mesa los vínculos y enfrentamientos entre la clase política y el crimen organizado. En el año de la detención de Cienfuegos, el país se despide del 2020 con el asesinato de un político, algo que no es extraño, pero que no deja de ser atroz. 

El crimen organizado vuelve a desafiar al Estado y demuestra que ni siquiera los que mandan se salvan de ser daños colaterales (o directos) si se trata de cobrar viejas cuentas, controlar una ciudad o concretar un negocio.

La medusa del crimen organizado muestra un nuevo trofeo convertido en piedra, y el Perseo estatal está lejos de decapitar al monstruo del narcotráfico. En este 2020 nos queda claro que a veces es por incompetencia y a ratos porque el Estado se mezcla con el crimen organizado. No podemos afirmar una u otra cosa por lo que respecta a Sandoval. Lo único cierto es que el crimen organizando campa a sus anchas en un territorio lleno de fosas y de sangre.

3. Sheinbaum y Del Mazo son la cara de una derrota. Se negaban a declarar en semáforo rojo a la zona metropolitana del Valle de México. Con tantos asesores sesudos y tantos años en la política, les bastaba con mirar los ejemplos italianos, españoles, alemanes o británicos para saber que la espiral creciente de contagios en la segunda ola del Covid solo tenía un final para las grandes ciudades: un nuevo confinamiento.

Su empecinamiento en “salvar” empleos tendrá como consecuencia que aquellos empleadores a quienes trataban de salvar no puedan tener actividades cuasi-normales durante el periodo de navidad y Reyes. Los empresarios hubieran preferido que el confinamiento se adelantara y que la época de mayor gasto en el año pudiera realizarse con los máximos cuidados y las mínimas pérdidas. 

Sheinbaun, del Mazo, y el gobierno federal, apostaron a que la ciudadanía entendería y que su intento de salvar empleos daría resultado. La realidad muestra de manera cruel, a partir del sábado pasado, que la responsabilidad no solo es del gobierno; también es de los ciudadanos. Y que no solo la autoridad está haciendo mal su trabajo: la ciudadanía no está cumpliendo su parte.

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Autor Lado B
Juan Manuel Mecinas
Profesor e investigador en derecho constitucional. Ha sido docente en diversas universidades del país e investigador en centros nacionales y extranjeros en temas relacionados con democracia, internet y políticas públicas.
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