Ha pasado poco más de un mes desde que hicimos un recuento de las teorías conspiranoicas acerca del nuevo tipo de coronavirus y… sigue la mata dando. Por eso, decidimos hacer una segunda parte para recopilar estas ideas –salidas de fake news o del poco científico “conocimiento popular”– con las que algunas personas se explican lo que ocurre en esta pandemia.
Pues resulta que existe la teoría de que los médicos extraen el líquido sinovial de las rodillas a los pacientes fallecidos por COVID-19 para venderlo y obtener ganancias millonarias. Por qué a ellos y por qué ahora, son algunas de las tantas preguntas que no puede resolver esta teoría.
La ciencia explica que este fluido ayuda al funcionamiento de las articulaciones y lubrica a las mismas; todas las personas lo producen de manera natural. Este líquido se extrae en pruebas para el diagnóstico de padecimientos traumatológico como la artritis reumatoide. Pero, respira, nadie quiere robar el líquido de tus rodillas ni de los pacientes con COVID-19.
Una de las teorías que más ha circulado durante este tiempo es que los pacientes entran bien al hospital y, una vez ahí, los enferman y mueren. Hay muchas variaciones de por qué sucede esto: porque les inyectan el virus; porque los atienden mal, o porque intencionalmente dejan que se agraven.
La ciencia dice que la COVID-19 puede afectar el nivel de oxigenación de una persona –especialmente si tiene alguna comorbilidad– y provocar su fallecimiento en dos horas, es decir, el paciente puede estar platicando y parecer estable; sin embargo, si en ese lapso de tiempo no es atendido, el descenso en la oxigenación puede provocar su muerte. De ahí que las autoridades sanitarias insisten en que la población de riesgo que presenta síntomas debe buscar atención hospitalaria inmediatamente.
#COVID19 puede complicarse con la inflamación de los pulmones, lo que deriva en falta de oxígeno en la sangre y afectaciones a distintos órganos de forma acelerada. Por eso una persona que aparentemente está bien, en pocas horas puede encontrarse muy grave y requerir intubación. pic.twitter.com/XoLl88oTQu
— Hugo López-Gatell Ramírez (@HLGatell) May 4, 2020
En cadenas de Whatsapp –sí de esas que te manda tu tía en las mañanas y de las que no se conoce la fuente– se ha difundido la idea de que los médicos inyectan en el hospital esta enfermedad a la población de 60 años en adelante para matarla, y evitar que el gobierno destine recursos al programa de apoyo para ese sector. Claro que esta teoría va más allá, pues supone que todo el mundo ha organizado este gran plan malévolo para eliminar a los baby boomers.
Pero, de acuerdo con la ciencia, para personas con padecimientos previos como hipertensión, diabetes, obesidad o alguna depresión, la COVID-19 puede ser mortal, sin importar la edad. En México, los fallecimientos reportados obedecen a pacientes entre 40-59 años de edad. La complicación de esta enfermedad y muerte de los pacientes depende del estado general de los mismos.
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Algunas cadenas de Whatsapp han difundido la teoría de que a las personas que fallecen por COVID-19 a la hora de incinerarse, las cambian por otros cuerpos humanos para el tráfico de órganos. Claro que esta versión no tiene mucho sentido pues las afectaciones a los órganos vitales que provoca la enfermedad, hace imposible que se les considere adecuados para trasplantarse.
En entrevista para la revista UNAM Global, Daniela de la Rosa Zamboni, académica del Programa Universitario de Investigación en Salud (PUIS), explicó acerca de este daño a los órganos: “En algunas ocasiones cuando el sistema no tiene buenas defensas, el SARS-CoV-2 se convierte en un gran peligro y aquí es donde el sistema inmune, en su lucha para tratar de eliminar el virus, daña al organismo, [provocando] no sólo alteraciones en las vías respiratorias, sino también en otros órganos como en el corazón, los riñones; incluso se ha encontrado que puede llegar al aparato gastrointestinal”.
Claro, esta teoría es de las primeras y todavía escuchadas. No faltan comentarios como “ni siquiera existe”, “si existiera ya todos hubiéramos muerto”, “no existe, es cosa del gobierno para tenernos en casa y que la economía caiga”. Ese virus que se niega en esta teoría, ha ocasionado en el mundo, al 9 de junio, 404 mil 396 muertes y en México 14,649.
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Y si, para estas alturas, te preguntas por qué la gente cree esta información, que carece de sustento científico y no cuenta con ninguna evidencia, hace unos días Karen Douglas, psicóloga social que estudia la creencia de complots, en la Universidad de Kent en Reino Unido, trató de explicar al New York Times este comportamiento:
“La creencia de que uno tiene acceso a un conocimiento prohibido da la sensación de certidumbre y control en medio de una crisis que ha puesto de cabeza al mundo. Y compartir ese conocimiento puede darle a la gente algo que es difícil de encontrar tras semanas de encierro y muerte: un sentido de voluntad propia; gente común, cuyas facultades críticas parecen simplemente nubladas por sentimientos de confusión e impotencia, que hace llevar a la gente a teorías conspirativas”.
Sobra decirlo, pero el COVID-19 está comprobado científicamente, es muy agresivo y aún no existe vacuna para combatirlo. Aún debemos de cuidarnos y quedarnos en casa el mayor tiempo que sea posible.
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*Imagen de portada: Twitter