Lado B
“Ustedes me lo quieren matar, de seguro les pagaron por cada certificado que diga que es COVID”
Estos son los comentarios, a causa de la desinformación, de familiares de pacientes que llegan al hospital COVID de Huejotzingo, como cuenta Nuria, trabajadora de ese hospital.
Por Aranzazú Ayala Martínez @aranhera
07 de junio, 2020
Comparte

Nuria (cuyo nombre es ficticio para proteger su identidad), trabaja en el hospital COVID de Huejotzingo. Durante estos meses de la pandemia, el caos en el hospital se ha agravado cada vez más. A la par que llegaban cada vez más casos por COVID-19, de un total de 270 personas que trabajaban ahí, cuando la población de riesgo se fueron a sus casas, quedó menos de la mitad para atender la ola que venía.  “Era completamente caótico”, dijo Nuria.

El hospital de Huejotzingo era principalmente para pacientes de ginecología y pediatría, pero cuatro semanas después del inicio de la pandemia, le informaron al personal que sólo recibirían a pacientes con COVID-19 y, como única excepción, a pacientes en circunstancias graves por otros padecimientos.

La situación dentro del hospital empezó a cambiar drásticamente. Cada vez menos personal, guardias más intensas, más contagiados y poco equipo de protección. Una de las cosas más difíciles según Nuria ha sido lidiar con la desinformación de las personas.

“Cuando llegaban los pacientes y les decías que necesitaba algún estudio o hacerse la prueba, decían: ‘ustedes me lo quieren matar, de seguro les pagaron, les dieron 20 mil pesos por cada certificado que digan que es COVID’”.

Además de las noticias falsas que estaban sembrando pánico en la gente, el personal del hospital se ha enfrentado a agresiones por parte de los propios pacientes. A veces hasta el mismo día pedían el alta voluntaria, con gritos, empujones y amenazas.

El personal médico fue amenazado varias veces. “‘Si no alivias a mi paciente, yo te mato’. ¿Y por qué me va a matar, si usted lo está trayendo ya grave? Había casos que llegaban con saturación muy baja, del 22, cuando lo normal es de 90 a 100. Los pacientes llegaban a veces al hospital ya casi boqueando [sin poder respirar], deteniéndose de la pared para caminar. Y cuando llegaban a urgencias se morían y la familia decía que ahí los habían matado.”

Foto: EVG photos | Pexels

También puedes leer: Sobrevivir al coronavirus: la historia de uno de los primeros diagnosticados por COVID-19 en Puebla

Otro de los factores que hizo que aumentaran los contagios, según la opinión de Nuria por lo que observa en la región, fue que las autoridades permitieron que los velorios se hicieran conforme a usos y costumbres, con misa de cuerpo presente y congregaciones sin límite de asistentes.  

En el hospital de Huejotzingo llegan desde hace semanas también pacientes de municipios aledaños, como Juan C. Bonilla, Calpan y Domingo Arenas, y también recibe a enfermos de más lejos, como Tecamachalco. Y quienes tienen enfermedades crónicas o necesitan otro tipo de atención como ginecológica o de cirugía ya no pueden recibirla ahí: sólo pacientes COVID y urgencias graves.

“No es cierto que el coronavirus es una enfermedad de ricos, ni de viejitos. Los que más se han muerto en mi hospital es gente de entre 39 y 44, gente productiva y joven. Los que han sobrevivido están en rehabilitación respiratoria porque caminar 100 metros los sofoca”, dijo la trabajadora.  

También puedes leer: #COVID-19: Familias en incertidumbre, muertes sin despedidas y crematorios a tope

Para Nuria, la pandemia no va a terminar pronto. “Tendremos que aprender a vivir con esto, y cuidarnos. Esto va para muy largo. Tener en mente que cualquiera podemos tener el virus, podemos ser portadores asintomáticos. Y a mí a lo mejor por suerte no me pasó nada, (pero) a lo mejor a mi mamá, a mi hijo sí, y se va a morir.” 

*Foto de portada: Darko Stojanovic | Pixabay

Comparte
Autor Lado B
Aranzazú Ayala Martínez
Periodista en constante formación. Reportera de día, raver de noche. Segundo lugar en categoría Crónica. Premio Cuauhtémoc Moctezuma al Periodismo Puebla 2014. Tercer lugar en el concurso “Género y Justicia” de SCJN, ONU Mujeres y Periodistas de a Pie. Octubre 2014. Segundo lugar Premio Rostros de la Discriminación categoría multimedia 2017. Premio Gabo 2019 por “México, el país de las 2 mil fosas”, con Quinto Elemento Lab. Becaria ICFJ programa de entrenamiento digital 2019. Colaboradora de “A dónde van los desaparecidos”
Suscripcion