Lado B
Llámalo manifestódromo. Protestas excepcionales para sustos históricos
La megamarcha estudiantil y la marcha del 8M son formas en que la colectividad ocupa el espacio público: una socialmente aceptada, la otra, estigmatizada
Por Klastos @
16 de abril, 2020
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Diana Cuéllar Ledesma

Tres semanas, dos películas

Recordaré marzo de 2020 como uno de los meses más agrios e intensos de mi vida.

Visto hoy, parece lejano aquel domingo, día internacional de la mujer, en el que miles nos manifestamos en las calles de Puebla dando alaridos de rabia y tristeza. Esa misma noche vi una película italiana con Sophia Loren y Marcello Mastroianni en una de sus actuaciones más memorables.

Tres días antes había tenido lugar la “mega marcha universitaria” en protesta por el asesinato de tres estudiantes y un conductor de Uber en las inmediaciones de Huejotzingo. El crimen ocurrió el 23 de febrero, último domingo de carnaval. El 9 de marzo nos fuimos al paro feminista. Después vino la pandemia… 

Hemos transitado las últimas semanas bajo un ritmo político recio, cuyo componente emocional no merece soslayo. Conforme la hecatombe escala, los ánimos se agudizan; entre el miedo y la desesperanza, el enojo y la confusión, vivimos un perpetuo estado de shock. No es una situación nueva, sino intermitente; como dice un personaje de la película Canoa: “el pueblo trae susto desde antes”.

El efecto sambódromo

Me gustaría pensar en las manifestaciones de marzo en Puebla desde la perspectiva de lo que, a falta de un mejor término, denominaré como el efecto sambódromo.

La opinión pública sobre la marcha de los estudiantes contrastó notablemente con aquella de la manifestación feminista. La primera fue aplaudida por ordenada y pacífica mientras que, a los ojos de algunos sectores de la sociedad y en especial de algunos medios, la segunda se consideró desmadrosa y vandálica.

Protesta estudiantil en Puebla, 5 de marzo 2020. / Foto: Marlene Martínez | Lado B.

En las ciudades con fuerte presencia negra de Brasil, el carnaval es un acontecimiento importante. Como todo suceso cultural vivo y participativo, solía celebrarse en las calles con relativa espontaneidad, desde las bases. Fue el dictador Getulio Vargas quien impuso reglas al carnaval de Río, sistematizándolo en blocos (contingentes) e impulsando la institucionalización de la samba como la música representativa del país.

En los años ochenta, el carnaval de Río de Janeiro fue finalmente sacado de las calles y trasladado al sambódromo, un recinto construido ex profeso para el desfile de carros alegóricos y la competición de las escuelas de samba. En los laterales hay gradas y palcos para los espectadores que puedan pagarlos. Pienso en la marcha universitaria como en un carnaval de sambódromo.

Organizada en contingentes que se distinguían entre sí porque sus integrantes portaban vestimentas y logotipos institucionales, cada bloque estaba encabezado por un líder o representante, a la sazón, los rectores universitarios. Llama también la atención que los estudiantes fueran custodiados por personal de seguridad (“elementos porriles” como los llamaban en una nota) que las mismas universidades dispusieron para tal fin.

Sambódromo da Marquês de Sapucaí, Río de Janeiro. / Foto: Wikimedia.

Con lo anterior de ninguna manera quiero decir que las motivaciones de la marcha estudiantil en Puebla no sean legítimas, que el asesinato de cuatro personas en Huejotzingo no haya sido un oprobio o que el reclamo ciudadano a las autoridades estatales carezca de importancia. El cinismo gubernamental frente a la creciente presencia de la delincuencia organizada y el huachicoleo no es para nada un asunto menor.

Tal como el sambódromo no ha podido “domesticar” por completo al carnaval de Río y su desbordamiento festivo y carnal, no creo que pueda hablarse de una total cooptación de las iniciativas universitarias. Sin embargo, sí conviene preguntarnos cuándo y cómo se activa el efecto sambódromo, quién lo pone en marcha y cuáles son y han sido sus consecuencias para la movilización social en México.

En este país, donde todo tipo de agrupación clientelar puede dar cátedra de cómo ejecutar plantones-farsa y marchas de manifestódromo, el potencial político de la crítica feminista radica, entre otras cosas, en su negativa a convertirse en la reina del carnaval.

6ta Marcha de las Putas en Puebla, 2016. / Fotos: Ámbar Barrera | Lado B.

Las recientes manifestaciones feministas incomodan al establishment por muchos motivos. Uno de los más poderosos es que dan la sensación de resistirse al control y las injerencias institucionales.

No es que el riesgo no esté ahí. Pese a su indiferencia o rechazo inicial, y principalmente para cuidar su imagen, la mayoría de los organismos públicos y algunas empresas terminaron por unirse al paro del nueve de marzo. No vi en las marchas, sin embargo, algún contingente que se proclamara, por ejemplo, como “Sindicato feminista de telefonistas mexicanas” o “Coalición de diputadas proaborto”.

Angelus Novus

Como respuesta a la situación de urgencia en el país, las formas actuales de acción política han recurrido a formatos conocidos (protestas callejeras, carteles con consignas, toma de espacios institucionales) y también a nuevas incorporaciones (performances colectivas, pintas a monumentos, activismo en redes sociales, huelga de mujeres…)

Entre otras cosas, aquellos diversos procederes han venido a subrayar los solapamientos, tensiones y rebotes entre lo público y lo privado; lo colectivo y lo personal.  Y lo hacen en un momento en el que las redes sociales y otros mecanismos de control nos confirman la imposibilidad de discernir claramente unas categorías de otras. Adentro y afuera, leídos como emplazamientos opuestos para lo político, se convierten en zonas cada vez más difusas.

De antaño el afuera se ha relacionado con el espacio público y la participación en la polis. La casa, el espacio íntimo por excelencia, ha sido vista como el reino de lo personal; un terreno aparentemente despolitizado y a menudo relacionado con el ámbito femenino. Al plantear que lo personal es político, las feministas de los años setenta buscaban contravenir esa división.

Tomemos como ejemplo la película italiana de la que hablé al principio. Una Giornata Particolare se desarrolla en un día histórico: la visita de Adolf Hitler a Roma en 1938 y el desfile militar en su honor. Casi toda la ciudad está en la calle para recibir al Führer, pero Antonietta (Loren) debe quedarse en su apartamento para realizar sus labores de ama de casa, esposa y madre.

Ettore Scola, Una Giornata Particolare, 1977.

En el edificio de Antonietta solo permanecen ella, su vecino homosexual Gabriele (Mastroianni) y la portera anciana. La trama se centra en Antonietta y Gabriele. Bajo un régimen totalitario que los ha excluido del acto político y la vida pública, estos dos sujetos comienzan a intimar de maneras insospechadas, subvirtiendo casi todos los imperativos ideológicos y morales de su tiempo.

La película contrapone magistralmente las dimensiones de lo histórico grandilocuente (la visita de Hitler) y lo cotidiano irrelevante (el encuentro entre Antonietta y Gabriele). Son dos acontecimientos antitéticos ocurriendo en paralelo, en distintos planos de la realidad. Un día histórico y una jornada excepcional en un contexto en el que el estado de excepción se ha impuesto como regla.

El susto viene de antes

Vi una Giornata Particolare en la víspera del paro feminista para pensar precisamente en la dimensión política de quedarse en casa. Entonces no imaginaba que solo diez días después una pandemia obligaría a la mayor parte del globo a vivir en confinamiento doméstico.

Vi Canoa porque al calificar como histórica la marcha de los estudiantes, ciertos medios convocaron para mí algunos fantasmas de la historia de Puebla.

¿Qué hizo histórica la manifestación del cinco de marzo? ¿El número de participantes o su pacífico civismo? Tal vez la mayor sorpresa para la sociedad poblana haya sido ver juntas a dos instituciones históricamente antagónicas como la UPAEP y la BUAP en un acto de tal naturaleza.  

Algunos dirán que no es para tanto, pero la generación de mis padres sabe que la confrontación entre los sectores ideológicos representados por ambas universidades fue un proceso violento en el que se derramó sangre y se perdieron vidas.

Canoa: memoria de un hecho vergonzoso relata el brutal linchamiento de cinco trabajadores de la UAP en el pueblo de San Miguel Canoa. Las víctimas acudieron al pueblo el 14 de septiembre de 1968 con la intención de subir a La Malinche, pero fueron confundidas con estudiantes que supuestamente iban a colgar una bandera comunista en la iglesia.

Felipe Cazals, Canoa: memoria de un hecho vergonzoso, 1976.

La tragedia de Canoa sintetiza con elocuencia el pulso ideológico y los temores que se vivían en México alrededor de aquel año fatídico. En Puebla las resonancias del movimiento estudiantil condujeron a la escisión del ala católica de la UAP (universidad pública estatal) para formar la UPAEP, Universidad Popular del Estado de Puebla, fundada en 1973 como bastión conservador para la juventud de la región.

Hay un especial tratamiento de lo histórico en Canoa. La película no se centra en el gran acontecimiento de la masacre de Tlatelolco y en cambio pone el foco en un suceso “menor”, ocurrido en un pueblo de provincia y perpetrado no por las fuerzas estatales del orden, sino por una turba de campesinos nahuahablantes bajo la perniciosa influencia de su párroco.

Una de las secuencias iniciales muestra los funerales de los fallecidos. Es día de la independencia. El cortejo fúnebre camina silenciosamente sobre la 2 Sur mientras el desfile militar, con sus cornetas y tambores, avanza por la 3 Poniente. Parece que van a chocar en la esquina de la 16 de Septiembre, pero los universitarios doblan a la izquierda y los soldados a la derecha. La catedral está en el fondo como una presencia sempiterna; mole quieta pero imponente.

Basta ese par de minutos para proveer un retrato veraz de la sociedad poblana. Con su poblanísima atmósfera de contención y adustez, la secuencia me remitió a la marcha de las putas de 2019. Ahí estaban, como en la película, los actores políticos de siempre estado, iglesia y sociedad civil bregando con sus fricciones y antagonismos.

9a Marcha de las Putas en Puebla, 2019. / Fotos: Olga Valeria | Lado B.

Pero en 2019 la cosa se había inflamado de otra manera. En el contexto de Canoa la iglesia católica operaba bajo el agua porque, como bien dicen los campesinos del filme, el cura y la autoridad “traían acuerdo”. Hoy que la amenaza ya no es el comunismo y el poder estatal recae en un ala supuestamente progresista, los católicos se han visto en la necesidad de hacerse notar como no lo habían hecho en mucho tiempo. 

He vivido la mayor parte de mi vida en Puebla y nunca había visto vallas católicas en las calles de la ciudad. Tal vez ocurre ahora porque el enemigo actual es desconcertante. He ahí los senos al aire y las axilas peludas de un montón de jóvenes que han convertido sus cuerpos en pliegos petitorios vivientes y condenan con la misma vehemencia los machismos de AMLO y los abusos sexuales de los Legionarios de Cristo.

Chiles cuaresmeños

No sé si estamos viviendo momentos históricos, pero sin duda han sido días excepcionales. Adentro o afuera da igual, se difuminan. En la película italiana la portera fascista pone la radio a todo volumen. No todos salen al desfile, pero el desfile entrará en todas las casas. Himnos, hurras y las exaltadas voces de Mussolini y Hitler resuenan permanentemente mientras Gabriele y Antonietta bailan o conversan.

Si algo he aprendido de Canoa es que en Puebla, y ya desde 1968, el susto viene de antes. También que las multitudes en las calles pueden ser muy peligrosas cuando hay ignorancia y el miedo se usa como elemento de control político. En realidad el desasosiego de los campesinos iba mucho más allá y reflejaba un contexto complejo y enrarecido: abuso de autoridad, pobreza, fanatismo y conflictos mal resueltos caldearon el cataclismo.

Una Giornata Particolare y la cuarentena del COVID-19 demuestran que la casa y la familia no son emplazamientos apolíticos por emotivos, sino todo lo contrario. El entorno doméstico es el primer espacio de control y disciplina para las subjetividades y los cuerpos.

Cristina Lucas, La anarquista, 2004.

Se creerá que en México las mujeres estamos hoy más seguras que hace tres semanas, en casa con nuestras familias. No es así para muchas y los números de las violencias machistas crecen como los contagios de coronavirus sin que los titulares se ocupen de ellas.

La estabilidad es excepción y la crisis regla en la ciudad de los ángeles. Esta cuaresma empezó con sangre y termina en medio de una crisis sanitaria mundial. A inicios de marzo los estudiantes clamaron por que la violencia no se normalice en Puebla y les prometieron una fiscalía. Una quimera como el gel antibacterial con el que se intenta combatir una pandemia cuando el material médico escasea, el personal sanitario está en déficit y hay pocos hospitales suficientemente equipados.

¿Y las feministas? En casa, como Sophia Loren.

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Klastos es un suplemento de investigación y crítica cultural en Puebla publicado en colaboración con Lado B. CONSEJO EDITORIAL: Mely Arellano | Ernesto Aroche | Emilia Ismael | Alberto López Cuenca | Gabriela Méndez Cota | Leandro Rodríguez | Gabriel Wolfson. COMITÉ DE REDACCIÓN Renato Bermúdez | Alma Cardoso | Alberto López Cuenca | Tania Valdovinos. Email: revistaklastos@gmail.com
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