Lado B
Tentaciones ramadanezcas
Ya lo escribí antes: la vida, en cualquier momento, está plagada de tentaciones. Hasta ahora, las que amenazan de manera más frecuente mi sawm o ayuno, han sido responsabilidad de Malinali.
Por Alonso Pérez Fragua @fraguando
01 de junio, 2018
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Alonso Pérez Fragua

@fraguando

#MiRamadanLaico #MiVidaEnMarruecos

 

6 ramadán 1439 A. H. (22 de mayo de 2018 d.C.)

[dropcap]Y[/dropcap]a lo escribí antes: la vida, en cualquier momento, está plagada de tentaciones. Hasta ahora, las que amenazan de manera más frecuente mi sawm o ayuno, han sido responsabilidad de Malinali. Cada comida estira su plato para ofrecerme de lo que devora y, al limpiarle con el dedo el yogurt o lo sopa embarrada en los cachetes, mi reflejo es llevármelo a la boca. Las dos noches que hemos pasado el iftar en casa, el olor de lo que preparamos ha llenado la cocina y activado mi estómago. A pesar de la cercanía con las texturas y olores, he resistido. Es difícil, sí, pero más fácil de lo que creía, al menos hasta ahora.

Esta mañana, tentaciones de otro tipo amenazaron mi santidad ramadanezca. Con una sonrisa en el rostro, Marjorie me despertó para contarme que había recibido ese correo que tanto esperaba sobre un asunto laboral. Con él, un peso increíble había desaparecido de sus hombros y, en ese estado de relajación, qué tal que hacemos el amor, me dijo. Sé que no debes, pero ¿y si lo consideras como tu buena obra del día? Puesto de esa manera… Por unos segundos lo dudé, ¿estaría justificada mi ruptura del ayuno sexual si no lo hacía por mí sino por mi esposa?, además, ¿quién se enteraría si no digo nada? Quién además de dios y nosotros dos, quiero decir. La propuesta era tentadora. Como también dije antes, cualquier pareja casada y con hijos sabe que cada instante es precioso: estábamos frescos, descansados, y la niña dormía.

Me negué. Se enojó. Podemos hacerlo al caer el sol, en ese momento sí está permitido, dije. No, entonces estaremos cansados. El momento es ahora. Somos una pareja casada, por qué habría algo de malo en eso, dijo. Y sí, ¿qué habría de malo en eso, más allá de que mis lineamientos y el Corán me lo prohíben, claro está? No solo desaprovechábamos una ventana de oportunidad valiosa, sino que, una vez más, uno de mis proyectos terminaba por convertirse en una molestia para ella. Nuestra dinámica de pareja y de familia ha cambiado y eso tiene un impacto en su rutina y hasta en sus tiempos de sueño. Luego de hacer el suhur y mi oración, a eso de las 4:15 de la mañana me voy a dormir a una cama que colocamos en el salón más alejado de los cuartos para que así, cuando a las 6:30 o 7 inicie el día de Malinali, yo pueda seguir durmiendo. Cuando a las 8 yo comienzo mi rutina, Marjorie ya le dio desayunar a la niña y ya sacó a la perra, cosas que yo hacía antes de iniciar ramadán. Y eso es solo durante las primeras horas del día…

Lo peor de todo fue que, de haberle dado largas y debatir con ella sobre la importancia de seguir mis propias reglas y las de ramadán por algunos segundos más, sin decirle que no, de cualquier forma habría salido bien librado pues Malinali comenzó a llorar. Alonso Nodoyuna, me dicen.

El asunto abonó a una reflexión que tengo desde antes de iniciar este proyecto. ¿Para qué? ¿Para qué rezar?, ¿para qué abstenerse de agua y comida y sexo, sobre todo cuando este último no abunda? ¿Cómo le beneficia al ayunante? Y no me refiero a nivel orgánico, sino a nivel espiritual. ¿Sueno muy utilitarista/capitalista si hablo de los beneficios espirituales de ramadán? ¿Cuándo va a estar disponible en mi catálogo de Netflix Luis Miguel La Serie? ¿Acabarán pronto las preguntas inútiles?

Está bien, comencemos por calmarnos y enlazar dos ideas al menos. Sé, o imagino, que lo que permite que la gente mantenga el ayuno durante todo un mes es la fe. La cuestión es que yo no la tengo o no ese mismo tipo de fe. Desde que empecé el proyecto veía dos desventajas en mi escuálido, adulto y agnóstico cuerpo de educación judeo-cristiana. La primera, que yo no entrené desde los 4 o 5 años saltándome el desayuno o ayunando toda una jornada un par de años previos a tener la obligación de seguir el swam, como algunos de los niños de la escuela donde trabaja Marjorie. La segunda y más importante: me falta ese fervor que 24 de las 36 mujeres del grupo de FB Casa Nana’ que contestaron mi encuesta mencionaron con distintos términos: convicción religiosa, fe, obediencia a dios. Y aunque algunas pareciera que lo hacen más por tradición que otra cosa, “porque soy musulmana”, eso les es más que suficiente.

Quizá la pregunta que debo hacer es ésta: más allá de la obligación con Alá por ser uno de los cinco pilares del islam, ¿por qué un musulmán sigue los preceptos de ramadán? El 3 ramadán hicimos el iftar en casa de Ouafae, una de estas mujeres que pertenecen a Casa Nana’, algo así como “las tipas de Casa(blanca)”. Cuando Marjorie publicó sobre mi ramadán laico solicitando la ayuda de sus integrantes, ella se ofreció a recibirnos el día que quisiéramos para mostrarnos cómo celebra su familia este mes santo, particularmente la forma en que sus hijos Nassim, de 14 años, y Rania, de 11, lo viven.

Concentrado en el banquete que nos ofrecieron y la plática amena que comenzó desde que pusimos pie en su departamento, olvidé hacer este tipo de preguntas vitales. Vi cómo hacían la oración y resolví otras muchas dudas que tenía sobre Marruecos y Casablanca. Platiqué un poco con los chicos y sobre cómo este año es más fácil hacer ramadán pues, al estar ocupados en la escuela y no de vacaciones como el año pasado, no tienen la tentación de saber la hora cada dos minutos, esperando que por fin sea el momento del iftar. Sin embargo, los aspectos espirituales de ramadán se quedaron en el aire.

Tomo mi celular y le escribo por WhatsApp a Ouafae. Le pregunto si me puede resolver estas cuestiones a través de un par de notas de voz.

“¿Espiritualmente qué aporta el ramadán? Además de ser uno de los cinco pilares del islam, es el único de estos que se ofrece a Dios; es un regalo que le damos. No es una obligación. Ese enfoque no tiene sentido. Es lo único que le podemos dar a Dios y por eso debemos hacerlo con amor. O al menos así es como me lo planteo, espiritualmente hablando. Mi meta es dar lo máximo de mí, no es solo ayunar y cortar el vínculo con la comida, el agua o las cosas materiales. No. Ramadán es algo más que ayunar.

“Es el momento en que estamos con nosotros mismos, más allá de todo lo material. Es el vínculo que tenemos con Dios misericordioso en ese momento, a través de nuestros medios. Sabemos que no podemos darle nada que Él no tenga, pero a través de ramadán nos da la oportunidad de intentarlo”. Le agradezco sus respuestas. Mis dudas continúan.

Decido volver a leer las respuestas al cuestionario que Marjorie compartió en Casa Nana’ y ver si algo ahí apaga mi inquietud. Hay una historia que me da un poco de consuelo egoísta o no sé cómo llamarle. Se trata de una chica belga que vive en Casablanca desde hace un par de años. Ella ayuna durante ramadán porque si tomé la decisión de vivir en un país musulmán es una cuestión de integración, y también porque es más fácil que ir en contrasentido de todo mundo: sería imposible encontrar un lugar donde comer durante el día, me tendría que estar escondiendo y eso me provocaría incomodidad.

Pienso que podría prepararse comida en casa y que claro que hay restaurantes abiertos, los he visto, pero respeto y entiendo lo que dice. Vamos, quién soy para juzgar cuando lo que hago es incluso más extremo. Pero eso no es lo que me resulta interesante, sino otra de sus respuestas: “un aspecto a destacar es el relativo a las relaciones hombre-mujer. Mi novio no quiere tener sexo durante ramadán, así que dormimos en camas separadas durante ese tiempo. Además, nuestro contacto físico es extremadamente reducido para evitar cualquier tentación”. No soy el único hombre en esta ciudad que le niega un poco de placer a su pareja. Marjorie no está sola. Consuelo de muchos, consuelo de tontos, pero es lo único que me queda en este instante.

Pues eso, que Alonso Nodoyuna sigue dudando.

Mis dos tentadoras. Foto:Alonso Fragua

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Autor Lado B
Alonso Pérez Fragua
Alonso Pérez Fragua es periodista, gestor cultural y eterno aprendiz de las cosas del arte y del mundo. Actualmente realiza estudios de maestría en Estudios Culturales por la Universidad Paul Valéry, de Montpellier; su tesis tiene a Netflix y a las tecnologías digitales como objetos de estudio. En México cursó una maestría en Comunicación y Medios Digitales, y una especialidad en Políticas Públicas y Gestión Cultural. Melómano, bibliógafo, cinéfilo, maratonista de series, wikipedista y un poco neurótico. Lo encuentras en Twitter e Instagram como @fraguando.
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