[dropcap]I[/dropcap]sabel (Ilse Salas) y Nicolás (Pablo Derqui), dos historias de vida que se cruzan al azar. La primera es una especie de empleada administrativa que carga con la responsabilidad de cuidar a una madre con tendencias suicidas, mientras que el segundo es un optimista fotógrafo español, lleno de buenas vibras, a pesar del mal que lo aqueja. La primera se distingue por su carácter impenetrable, con el cual evita confrontar el dolor que siente, recurriendo para ello a encuentros casuales de sexo; cigarrillos; alcohol; y cierta indiferencia. El segundo posee un perfil más extrovertido y seguro de sí mismo; un tipo que busca y que encuentra pero que, no obstante eso, se niega a mostrarse vulnerable cuando le preguntan acerca de su enfermedad. Así es como Isabel y Nicolás se convierten en dos nómadas del amor y en dos soledades que terminan por converger en ese infinito océano de emociones llamado vida.
De esto y más se trata el segundo largometraje dirigido por Katina Medina Mora, cineasta egresada de la London Film School, y que con Sabrás qué hacer conmigo apuesta por una pieza audiovisual que se enfoca en el estudio y desarrollo de sus personajes. El argumento que dirige Katina no da cabida a los sórdidos dramas con temáticas de denuncia social, ni a las comedias fáciles o simplonas, dos vertientes que son habituales en el cine mexicano contemporáneo. Medina Mora se arriesga a comandar un drama epidérmico en clave universal, cuyo eje principal gira en torno a algo tan cotidiano y problemático como lo son los sentimientos (y la aceptación de los mismos), por ejemplo, el amor o el dolor causado por las pérdidas. Emociones mismas que nos trastocan, que nos dejan a la deriva y respecto a las cuales, en diversas ocasiones, los seres humanos no sabemos qué hacer con ellas.
Mora demuestra oficio y ojo cinematográfico al dividir su Sabrás qué hacer conmigo en tres viñetas espaciales. Es así como podemos conocer las individualidades, los perfiles de “Isabel” y “Nicolás”, tanto juntos como por separado. Todo contado a través de un acertado montaje y dirección de cámaras.
Por su parte, Ilse Salas va bordando sutilmente una protagónica llena de complejidades e introspecciones. Su Isabel muestra -de forma congruente- la evolución personal y la capacidad que las almas solitarias o en pena pueden llegar a adquirir, para así sobreponerse al sufrimiento.
Pero Sabrás qué hacer conmigo no se queda ahí, parece ser todavía algo más: o un argumento catártico que nos desahoga de las personas que nos fastidian la vida; o un canto de amor hacia aquellas personas que nos la alivian, que cambian la perspectiva y tonalidad de nuestros sentires; o probablemente es un himno a los encuentros/desencuentros que marcan nuestra existencia. Estamos ante un drama íntimo que habla del peso y trascendencia de nuestras emociones. Un relato que nos recuerda que, cuando más creemos que ya sabemos cómo lidiar con ellas y sabemos que hacer con nosotros mismos, generalmente es cuando la vida nos arroja su ironía.