Lado B
¿A qué sabe tu violencia de género?
Y es que frases como “eliminemos la pendejada de que los varones somos los monstruos de la historia” (frase que leí recientemente en Facebook) o “las que sabemos de violencia de género sabemos que la violencia es multidireccional” (seguro está doctorada en la materia esta mujer), esas frases, me hacen lamentar profundamente que a la humanidad en lugar de corazón le late una piedra en el pecho.
Por Lado B @ladobemx
30 de agosto, 2013
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Aunque siempre te estoy esperando, Hipatía: este mundo, la verdad, muchas veces no te lo deseo.

 Liz Ruiz

Y es que frases como “eliminemos la pendejada de que los varones somos los monstruos de la historia” (frase que leí recientemente en Facebook) o “las que sabemos de violencia de género sabemos que la violencia es multidireccional” (seguro está doctorada en la materia esta mujer), esas frases, me hacen lamentar profundamente que a la humanidad en lugar de corazón le late una piedra en el pecho.

¿A qué sabe tu violencia de género? Tú, hombre ¿lo sabes? ¿Tienes la capacidad necesaria y consciente para generar la empatía suficiente para entenderlo? Es esa violencia que ejerces porque eres hombre: a ti te enseñaron a ganar, a tener la razón, a demostrar tu virilidad a cada segundo con puñetazos, premios o inteligencia. A ti que siempre te dijeron que eres más que las demás personas y que debes dejarlo claro a cada momento. A ti que te insertaron en tu chip (que hace las veces de mente) desde muy niño que son divertidas las armas, la competencia, el ser el mejor. A ti que de adulto te muestras renuente a aceptar tu educación machista como un obstáculo para tu propio desarrollo humano. A ti que te cuesta trabajo entender, con toda tu ingente inteligencia de hombre, que tu ego puede más que tu propia identidad real.

Tú, virilidad; tú, identidad machista, no entiendes (¿o no quieres entender?) lo que se siente estar de este lado. Ser la oprimida. Ser a la que matan por ser mujer. Ser a la que acosan en la calle sin importar cómo te vistas o te veas, o cuánta ropa lleves encima. Ser la que no puede pararse en una esquina a esperar el camión sin que recibas chiflidos, amenazas, insinuaciones. Tú que niegas el machismo imperante pero ganas más que yo. Tú que no entiendes lo que es no poder abortar con seguridad social, tú que no sabes lo que es que el hombre con el que coges se quite el condón sin que tú lo veas solo porque se le da la gana. Tienes razón, ya no hay machismo. Aquí nomás nos imaginamos las vejaciones. Siéntate en tu silla, disfruta tus privilegios.

A mí, mujer mexicana contemporánea, me enseñaron a buscar un “buen hombre”. Un hombre que te quiera, que te respete, que sea trabajador. Pero muchas implicaciones culturales me enseñaron también: vivir para el amor heterosexual, no masturbarme, dejar en segundo plano la amistad con otra mujer, no hablar de orgasmos, no preguntar sobre mi placer. A mí enseñaron que alguien tiene que ceder y esa siempre tengo que ser yo. Pobre hombre, él viene estresado del trabajo (aunque yo lo tenga también). Incluso, me enseñaron a que mis reclamos son quejas de vieja histérica, a que mis opiniones se escuchan con tedio e indiferencia, a que mis problemas son nimiedades junto a los tuyos.

A mí que el embarazo me está impuesto culturalmente pero que a ti no te enseñaron a vivirlo con la misma importancia. No me dijeron que cuando te necesitara a los siete meses para levantarme de la cama por la espalda tú no me ibas a apoyar si te habías enojado recientemente. No me advirtieron tus humillaciones, tu ligereza ante mis sentimientos. Tienes razón, estoy loca, ya no hay machismo.

De niña me enseñaron a confiar en mi príncipe azul, en que me amaría incondicionalmente. Menudo su amor, lleno de “deberías”, prohibiciones, demandas, explosiones de ira, imposiciones. Yo vi a mi papá explotar, vociferar, insultar. Y luego justificarse. No lo oí pedir disculpas hasta hace pocos años. A mí no me anticiparon infidelidades, compromisos rotos, deslealtades, un nulo cuidado de tu salud sexual y de la mía. Quién sabe qué figuraciones tengo, que ya no hay machismo.

¿Tú temes por tus hijos, machismo? Porque yo por las mías sí. Y por los míos. Esa también es una diferencia. Para demostrarte mi valor como mujer yo debo ser más que autosuficiente, casi heroína. Pero a ti se te aplaude el menor atisbo de vulnerabilidad: ya suficiente mérito tienes con demostrarla, ya nadie se atrevería a juzgarte por tu valentía al asumirte ser con sentimientos. Gran descubrimiento. Yo sí temo por mis niñas: por sus violaciones, sus raptos, sus estereotipos de belleza. Temo porque su novio la violente (¿a quién no le ha pasado?), porque sus maestros las menosprecien, porque sus compañeras le recriminen su deseo sexual. ¿Tú temes por tus hijos? Yo también. Por la constante preocupación que viven por alejarse de lo femenino, porque aprendieron a tener siempre la razón y la defienden aunque sepan que no la tienen, porque se bajan en los semáforos a golpearse entre ellos,  por la compasión que siento al escuchar que ni solos pueden llorar, porque se tienen que justificar su amor y no se sienten libres de sentirlo. Porque es una vergüenza sentir. Porque es una vergüenza para ellos amar. ¿Pero en qué cabeza cabe que aún hay machismo?

Yo sí temo, yo sí sufro, a mí sí me duele. No voy a caer en tu juego patriarcal de “hacerme la fuerte” como si la fortaleza fuera estar estoica ante el dolor y la injusticia. Yo sí me creí el cuento de que padre, hermano, amigo y novio eran hombres en cuyo amor podía confiar. Amor, sí, pero violento. Amor impositivo, amor a gritos, amor a veces. Amor con perdones. Perdón yo, que soy la exigente. Tienes razón, no sé perdonar tus errores, eres humano. Lástima que a ti siempre se te olvide que yo lo soy también. Se te olvida con la pornografía, con los chiflidos, con la cosificación. Ah, no, disculpa. Ya sé que piensas que me estoy “sobrevictimizando”. Qué flojera la mujer quejosa, a nadie le gusta. Qué tedio, qué pereza. Mejor una mujer que me siga el juego, “que me comprenda”, qué frase tan más cotidiana. Y tan eufemística.

Sí, tienes razón. Tú no eres el monstruo de la historia humana. Pero tu machismo sí. Tu misoginia sí. Esa que enarbolas a cada momento, aunque seas vegano, hippie, poeta o empresario. Esa sí es la monstrua. Siempre dominado por una mala mujer.

Te diría que pienses el tema, pero en eso eres experto. Razones, racionalizaciones, justificaciones. Mejor siéntelo. Date un rato y siéntelo. Empatízalo. Comprométete. Ese sí es tu reto de hombre. Así sabrás a qué sabe tu violencia de género.

Para mis amigas feministas y las que creen que no lo son. Las amo, y siempre estaré con ustedes.

Muchas gracias. En quince.

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