Lado B
Hijo de Hombre de Miguel Ángel Hernández Acosta
Parece que ya es un lugar común afirmar que los narradores nacidos a partir de la década de los 70 tienen una obra bastante heterogénea, con muy pocos puntos en común.
Por Lado B @ladobemx
07 de diciembre, 2012
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Alejandro Badillo

Parece que ya es un lugar común afirmar que los narradores nacidos a partir de la década de los 70 tienen una obra bastante heterogénea, con muy pocos puntos en común. El declive de las ideologías aunado a fenómenos como la globalización en su ámbito cultural conjura para que no haya estilos que identifiquen a un grupo de autores. A pesar de este escenario en últimas fechas me he topado con algunos títulos que parecen tener puntos en común.

Editorial Jus / Círculo Editorial Azteca, 1era edición 2011

Las características son fáciles de distinguir: un antihéroe ligado con pocos personajes, una atmósfera que tiende a la penumbra o al claroscuro y una anécdota que, en lugar de expandirse en situaciones y anécdotas, se revuelve en el interior del personaje. De primera vista y, como ejemplo de esta tendencia, podría mencionar las novelas de David Miklos, obras que se mueven en el interior de los personajes y que tocan temas como la identidad y el erotismo. Además, en el caso de la novela, se experimenta en el terreno corto, obras de cien o 150 páginas que indican un interés en la nouvelle aunque todavía falta tiempo para saber si más escritores jóvenes deciden apostar por este género.

En el caso de Hijo de hombre, novela corta de Miguel Ángel Hernández Acosta, podemos encontrar estos referentes. El personaje solitario, Rodrigo, se entera que su padre (a quien no ve desde hace muchos años) ha muerto y que debe ir a recoger una herencia. Rodrigo, entonces, se embarca en un viaje a Real del Monte, en Hidalgo, que lo enfrenta a un pasado que apenas atisba por las referencias de su madre muerta. Al llegar al pueblo encuentra que su padre, Jacinto, era un hombre importante en la zona, casi venerado por sus consejos y curaciones que se materializan en un rito que no entiende.

La novela avanza mientras Rodrigo se debate entre su incredulidad sobre los supuestos poderes de su padre y su papel en el pueblo como supuesto heredero de Jacinto. Una de las referencias clave para entender Hijo de hombre es la ambigüedad de las acciones y escenarios. También influye un tono que roza la alegoría cuando Rodrigo se enfrenta a un pueblo y a unos personajes que, en su excentricidad, se mueven hacia lo simbólico. Además, las andanzas y conflictos son relatados sin ese afán por caracterizar a la provincia mexicana de forma “mágica”: diálogos misteriosos, pueblos llenos de muertos o escenas que más bien parecen retratos sociológicos del llamado “México profundo”.

Miguel Ángel Hernández Acosta, al contrario, explota a sus personajes con varios recursos: diálogos que parten de una ecuanimidad seca hasta volverse una larga cadena de recriminaciones; el narrador en tercera persona que, a pesar de su contención en cuanto a recursos retóricos, se destaca por revolver pensamientos, hacer dudar al protagonista, sobre todo en la parte final cuando debe tomar una decisión y Real del Monte parece una trampa a punto de cerrarse.

Hijo de hombre, en su corto trayecto, se sostiene gracias a una tensión que se va acumulando página tras página. También, con su atmósfera cargada, la pasividad de Rodrigo que reacciona a medias hasta el último trecho, es un ejemplo de la narrativa que deja a un lado las explicaciones y busca la incertidumbre para dar peso a sus historias.

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