• Despertando la sexualidad de la sociedad

Xavier Rosas

“La pornografía es la que va a excitar la parte más brutal, la parte más bestia del ser humano. Puede ser que la Maja desnuda de Goya excitara a alguien que no la entiende desde el concepto estético,  comentaba en entrevista para Lado B, Francisco Galván, sociólogo de la BUAP y criminalista del CLEU.

La pornografía ha constituido uno de los fenómenos que mayor interés ha generado en la sociedad, sobre todo por considerársele como algo “prohibido” por los marcos socialmente establecidos, lo que despierta un mayor interés del fenómeno que socialmente se niega.

Autor: Felicien Rops

El término pornografía, o pornográfico comienza con Restif de la Bretonne, en su novela titulada “Le Pornographe»  de 1769, en la que relata la vida de un tipo que gustaba visitar a prostitutas en una Francia un tanto contemporánea a Sade.

Para el investigador en fenómenos sociales, es necesario comprender que la  pornografía no sólo obedece «a lo oculto, a lo que está mal ver y tener»,  sino a representaciones artísticas que con el paso del tiempo han ido adquiriendo connotaciones diversas, como “la pintura Pornócrates, la musa del erotismo, porque resulta que el erotismo también es un arte”.

Y es que este fenómeno social está íntimamente ligado con el erotismo: “lo que para nosotros es erótico, para el albañil no va a ser erótico; de qué depende, pues del contexto social y del contexto de la simbolización del deseo que va a tener el sujeto”.

El tabú negado pero deseado

“No es ley, no es norma, pero como no se puede hablar al respecto es tabú. El tabú es lo que incomoda, es a lo que tampoco le puedes poner freno porque sabes que también tú lo quieres”.

La pornografía es considerada un tabú que obedece a una prohibición socialmente implantada, que merma la capacidad que tiene el ser humano para disfrutar su libertad, en este caso de su sexualidad, “si estás en el cine porno te vas a excitar, te va a disparar”.

Y es que para el sociólogo y criminalista, “la pornografía despierta la cuestión sexual” del individuo; sin embargo aclara que este deseo que experimenta, suele estar condicionado por la construcción histórica que  ha formado al sujeto: “lo que nos hacían en la primaria al arrancar las páginas de los libros de texto donde aparecían los genitales del niño y de la niña en sexto de primaria, es ahí dónde se va convirtiendo en tabú”.

Asimismo, Francisco Galván considera que la pornografía indica y educa: “aprendimos a hacer el amor viendo pornografía muchos de nosotros: ¿apoco se puede chupar aquello aunque huele feo?, ¿es que esto se ve que gusta o no?». Sin embargo, destaca que para las normas socialmente establecidas  «el ser humano  debe contener sus pasiones”.

Por lo que estas sentencias que se establecen en el «cotidiano», generan que la pornografía construya mecanismos de negación ante el disfrute de un tabú: “en el cine porno me someto porque estoy haciendo algo malo, hay una culpa: hay una libertad pero existe una culpa socialmente construida”.

Y agrega: “porque además tú puedes ver cómo sale la gente del cine porno, en el caso del Colonial no salen en línea recta de las escaleras, salen en diagonal, para que se vea como si hubieran ido sobre la banqueta todo el tiempo”.

La imaginación pornográfica

“Aunque llegues solo, ahí te imaginas a la pareja que quieres que esté junto a ti y que al mismo tiempo esté en la pantalla”, comentó el sociólogo y criminalista, Francisco Galván, al destacar que en los recintos donde se exhiben películas XXX, la pornografía y la imaginación juegan un papel fundamental para que el individuo escape de “la jornada laboral” y disfrute en la obscuridad de la sala “su sexualidad reprimida” .

“Sí, el cine porno es un tabú pero en lo privado, es un juego; jugamos a ser galanes, como digo luego a ‘ser galanes de balneario’. El deseo está presente, la frustración, la autoestima. Está presente el sueño, el anhelo de que un hombre que se vea horroroso va a tener una mujer hermosa en la cama. Es un sueño”, finalizó.

Escondido en la obscuridad del porno

Reportero: La noche te da el brío para atreverte a hacer cosas, a ingresar al mundo oculto…

Francisco Galván: Sí, tan oculto, porque además mi organismo ya tiene un estado predispuesto biológicamente; somos animales de casa durante la noche, este atavismo biológico. Además el silencio del entorno, a mi me apasiona que por la noche está todo silencioso y puedes escuchar a tus vecinos hacer el amor y eso te excita, y más si te gusta la vecina.

El cine no se percibe igual sin obscuridad. Durante el día ver una película porno rodeado de luz no es lo mismo que durante la noche. Entrar a un cine porno, en esa clandestinidad, es noche, veo y no veo, porque en la noche me sintetizo con todo, soy como un animal que se mimetiza, la bronca es que no sé dónde está mi límite, porque no hay límite en la obscuridad total.

La luz nos pone límites, en la luz puedes saber lo que estás tocando, lo que estás probando, en la obscuridad se juega con eso.

R: ¿Cine porno para quién es?

FG: Los cines porno son para las clases media-baja, y baja, no hablemos de extrema pobreza. Es para clases obreras y es para hombres.

La historia de los recintos de cine porno en Puebla, podemos hablar de las primeras salas de proyección que eran improvisadas en ciertos patios; incluso en todo México a ciertas personas era a través de una invitación muy discreta. Alguien organizaba una “vista para hombres solos”, así se les llamaba. Era como una cuestión de cofradía: llegaban, veían la película en silencio y luego se iban. Pero ya después se van poniendo los espacios, como tal la carpa.

En carpas se podía ver a Celia Montalvan, a Mimi Derba, a Celia Padilla, una serie de vedettes que después participarían en una muy temprana industria del cine pornográfico en México.

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