Lado B
Sólo para parejas: cine porno en Puebla
 
Por Lado B @ladobemx
12 de agosto, 2011
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Paco Coca

El cine me llamó la atención desde el principio, no sé cuanto tiempo lleva exhibiendo porno pero sé que no siempre fue así. De niño entré a ese lugar a ver “Masacre en el barrio chino” (Big trouble in little China, John Carpenter, EU, 1986), pero esta vez no entraría a ver una cinta de acción ochentera, me esperaba un doble programa de cintas porno que apenas excederían la categoría soft.

“Son dos hombres y una mujer, no pueden entrar los tres juntos”, fue lo primero que nos dijeron en la taquilla del cine porno. “Ella viene conmigo”, contesté.

Pague tres boletos, uno de distinto color, y entramos al cine. Mi amigo se perdió detrás de una cortina oscura, el taquillero nos acompañó a mi amiga y mí por una escalera al segundo piso, a la zona de parejas. Entramos y nos sorprendió que a nuestras espaldas cerraran la puerta con llave. La rutina me recordó la entrada a un motel.

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Después de cruzar el pasillo iluminado entramos a una parte oscura, un gemido se oía débil al fondo. Nos metimos al primer gabinete, antes de sentarnos decidí revisar el asiento, mi mano tocó algo pegajoso y evitamos ese lugar. En la pantalla, un par de rubias se besaban en una escena propia del más convencional porno noventero. “Se me hace que una pareja está cogiendo cerca”, le dije a mi acompañante, ella me señaló la pantalla y me di cuenta de que los gemidos eran parte de la película, “poco volumen para un cine”, pensé.

La película me aburría y el cine se veía vacío. Mi acompañante se reclinaba divertida en el balcón. Me asomé y vi lo que sucedía abajo. De entrada, descubrí que era la única persona en todo el cine que miraba la pantalla, los verdaderos actores le daban la espalda a la película y preferían utilizar su celular para iluminar sus penes. Algunos parecían percatarse de nuestra presencia y meneaban su miembro con más insistencia, como un saludo más propio del porno hardcore que de la cinta de “footfetish” que iniciaba en ese momento.

“La gente viene al cine porno a ligar”, concluimos. Mientras, en el gabinete de junto una pareja se divertía más que nosotros, esta vez, los gemidos no salían de la película sino de la chica de blusa negra que estaba a una pared de distancia. Los de abajo los veían a ellos al parecer.

La pareja salió y nos dejó como único objeto de exhibición en gayola. Decidimos explorar el lugar y nos cambiamos de gabinete. Los penes voladores nos siguieron. Cada que ella se asomaba por un lado distinto, el ejército de masturbadores le apuntaba desde abajo como en un perverso juego de escondidillas. Mientras, en la pantalla, otra rubia masturbaba un hombre con sus pies, “alguien saldrá lastimado”, comentamos mientras abajo un grupo de zombies daba de vueltas hasta encontrar una pareja y perderse al frente de la sala, donde la luz no nos dejaba ver la acción aunque no era difícil imaginársela.

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¿Cuánto tiempo te pueden masturbar con el pie?, pensaba mientras recordaba lo exótico y perverso de la pornografía que uno ve en los puestos de películas piratas, algo muy lejano a lo que se exhibía en esa pantalla que nadie veía. Las personas de abajo parecían conocer la rutina. Cuando abandonamos la sala, me tranquilizó comprobar que la puerta se abría sin problemas desde dentro, “la cierran para que los de abajo no nos vengan a visitar”, dijimos mientras abandonábamos el lugar y nos imaginábamos como serían las zonas reservadas para las pareja en otros cines porno.

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