Mtro. Manuel Antonio Silva de la Rosa
La Casa de los Pueblos Unidos, nos enseña, en su resistencia, cómo disputar los futuros a partir de las memorias sociales de antiguas luchas para actualizarlas con la imaginación política desde, con y para las necesidades del presente. En ese sentido, usan sus memorias como instrumentos o como fuerza gestante para resistir. Estas memorias vinculan pasado, presente y futuro porque recuperan para el presente las experiencias del pasado, como vía para proyectarse hacia el futuro. O, más bien, para disputar los futuros.
El grupo Pueblos Unidos, que está integrado por 20 comunidades de la región cholulteca del estado de Puebla, tomó las instalaciones de la empresa Bonafont, desde marzo del 2021, acusándola de saquear el agua de los pozos de la zona del municipio Juan C. Bonilla en Puebla. Así, estas 20 comunidades han reapropiado el espacio, convirtiéndolo en un sitio donde se comparte el senti-pensar de la comunidad.
Altepelmecalli: La Casa de los Pueblos, es un lugar de escucha, de propuestas y alternativas para vivir e imaginar otros mundos posibles para la vida comunitaria. Es desde la imaginación política que proviene de sus memorias colectivas que están en resistencia. Y esta imaginación no proviene de espacios de palabras impuestas, unilaterales, formuladas, resguardadas y protegidas para resultar una narrativa uniforme; al contrario, estos espacios de comunidades que se resisten al neoliberalismo a través de las memorias colectivas y que van forjando imaginarios políticos, son espacios que se arriesgan a la exposición y que luchan por un mundo diferente.
La imaginación política que va cultivando Altepelmecalli: La Casa de los Pueblos, no se genera a través de recuperar solamente el tiempo pasado, más bien, somos nosotros, sujetos del presente, quienes damos el tiempo a las cosas para proyectar futuros. En este sentido, podemos decir que la memoria no solo va archivando sucesos que nos han pasado, sino que la memoria crea futuro a partir de la imaginación. Podríamos decir que las memorias se mueven hacia adelante y hacia atrás, que nos permiten imaginar y comprender nuestra manera de relacionarnos con el mundo. Asimismo, podemos decir que la memoria no tiene su función como una gestora de información, sino más bien es una práctica social que crea experiencias y que es, al mismo tiempo, generadora de tiempos compartidos.
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Recordar es imaginar. Es decir, nosotros y nosotras no recordamos hechos objetivos sino interpretaciones de lo que hemos vivido y es a través de la imaginación que construimos nuestras experiencias vividas. Desde este punto de vista, podemos decir que la imaginación no es una capacidad que está subordinada al plano cognoscitivo, sino que es una actividad en línea con la ética y con la política. La imaginación no es una fantasía espontánea, sino que la imaginación está condicionada por la cultura, por la afectividad y por lo político que organiza la subjetividad y el sentido de la existencia. Pero esta imaginación, aunque esté condicionada, no puede estar determinada.
Aquí entra en juego la imaginación política, no como un don divino que cae por arte de magia, sino como una práctica constante de querer hacer presente lo que la sociedad pone en ausencia. Es desde este ejercicio desde la imaginación política que va disputando el futuro, que se resiste ante el neoliberalismo, y que pretende crear presentes dignos, más justos, a pesar de la represión que se pudiera experimentar.
En la imaginación política no sólo se busca la verdad (que a veces se predefine como una y única) sino que, al contrario, se buscan las diferentes voces, la imaginación política es un espacio de acogida, es donde se activa el intercambio reflexivo de las opiniones surgidas y deja que la otra opinión, la otra palabra, se refleje en la comunidad y que la voz propia nos preste su luz y su brillo y nos cuente su propia historia, con su dolor y su esperanza.
La imaginación no se trata meramente de una capacidad o una destreza de pensamiento argumentativo que ya circulan en nuestros recovecos mentales, es más bien una actividad que permite que cada pensamiento entre en contacto con lo otro, con los otros, pero no desde mi propia situación o juicio sino, precisamente, imaginando la situación desde donde son formulados. Esto es lo que Freire llamó la capacidad de concientización a partir del diálogo como praxis para forjar la esperanza activa.
*Foto de portada: Facebook La Flor Periodico
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