Lado B
Juventudes y adultocentrismo en la educación universitaria
Por Espacio Ibero @
21 de octubre, 2021
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Mtro. Bertrand E. J. Rault Duvernoy

Las y los profesores, más que otros profesionales, interactuamos continuamente con personas más jóvenes que nosotros. Más aún, tenemos la responsabilidad de pensar, evaluar y a veces de diseñar la experiencia universitaria con y para ellas. En esta entrega, revisaremos en qué medida esta diferencia de edad, más o menos importante según el caso, representa una dificultad de peso para entendernos y aprender juntos. También nos preguntaremos si hay una continuidad en la experiencia universitaria de las y los jóvenes con respecto a las generaciones que hoy claramente han salido del espectro de lo que llamamos juventud.

En 2013, la Ibero Puebla dedicó un cuaderno de investigación al sentido del proceso educativo de sus estudiantes. El texto suscitó una amplia reflexión y discusión entre miembros de la comunidad universitaria. Uno de los aportes significativos de este escrito fue presentar la enorme diversidad de circunstancias de las y los jóvenes universitarios, más allá de los estereotipos preexistentes. Aprendimos que la categoría de jóvenes no es suficiente para caracterizarles.

Efectivamente, prevalecen algunos estereotipos comunes acerca de las y los jóvenes o, en particular, acerca de las y los jóvenes universitarios. Entre los estereotipos positivos, asumimos comúnmente que tienen más vitalidad, más tiempo libre, más creatividad, más esperanza y mejores habilidades; por otro lado, asumimos que no tienen muchas responsabilidades, son más inocentes, más idealistas y también más impacientes.

Es así como, además de tomar en cuenta la edad del sujeto como orientación principal para conocerlo o retratarlo, hace falta reconocer los diversos contextos, las diferentes situaciones en las que las personas están inmersas mientras estudian en la universidad y construyen su proyecto de vida. Este reconocimiento quizás es solamente un punto de partida para disponernos a escuchar a las y los jóvenes universitarios y permitirles afirmar y comunicar quiénes son, cómo viven y qué esperan de la educación o de la profesión en la que escogieron especializarse.

La reducción de la cultura de las y los jóvenes a estos estereotipos contribuye también a reforzar la condición de vulnerabilidad e incluso de exclusión de la que pueden ser objeto. En tanto que se les considera personas incompletas con una experiencia limitada de la vida, tendemos a dar un crédito menor o nulo a sus opiniones, sus decisiones, sus propuestas, sus quejas, o sus luchas en particular cuando ponen en riesgo el orden establecido. Esta discriminación refuerza incluso otros factores de desigualdad como el género o la clase social.

De esta manera, podemos identificar que el adultocentrismo no es un sesgo benigno sino una manifestación de la necesidad de ejercer poder y control social, de reproducir los valores dominantes en determinado momento de la historia. La menor de edad sueca, Greta Thunberg, a pesar de que presentó una serie de discursos lógicos, elocuentes y sensibles, con respecto a la alerta climática, fue ampliamente desacreditada. Grandes cantidades de opositores asumieron que no defendía convicciones propias, sino que, por su corta edad, era manipulada por sus padres o por el lobby de las energías renovables.

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A pesar de la ambigüedad de las definiciones, es razonable considerar que hay una cierta continuidad en la que constantemente entran algunos, mientras otros dejan de experimentar la juventud. A pesar de esta constante renovación de la que la universidad es uno de los escenarios, algunas condiciones generales están cambiando. La estabilidad de las profesiones y de la linealidad de las carreras que podíamos observar hace medio siglo todavía ha ido desvaneciéndose. La erosión del poder dogmático de las religiones y las culturas dominantes, así como la vertiginosa innovación científica y tecnológica está acelerando los ciclos de cambio.

La capacidad de construir nuevas posibilidades, de innovar, irrumpir y de reinventar caminos viables es más importante que nunca. La capacidad de generar ambientes universitarios en los que las y los jóvenes puedan ser protagonistas de la sociedad del conocimiento quizás sea una de las condiciones para que siga siendo relevante en el siglo XXI.

Si las y los universitarios logramos ver más a la persona y menos a su juventud, quizás podamos abandonar el deseo de convertir a los jóvenes en adultos y promover la experiencia de acompañarnos para convertirnos en sujetos singulares y críticos entre los que vamos a colaborar en la compleja agenda local y global que nos espera.

*Foto de portada: fauxels | Pexels

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