Lado B
Quince años transformando a los formadores
Porque para ser educador se necesita ser optimista, dice Savater, porque los educadores somos los profesionales de la esperanza, dice con más precisión Gorostiaga
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
23 de octubre, 2022
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Otra virtud es la de vivir intensamente la relación profunda entre la práctica y la teoría…De
tal manera que la práctica no sea sub-teoría, sino que no pueda prescindir de la teoría. Hay
que pensar la práctica para, teóricamente, poder mejorar la práctica. Hacer esto demanda
una fantástica seriedad, una gran rigurosidad (y no superficialidad), estudio, creación de
una seria disciplina. Esta cuestión de pensar que todo lo que sea teórico es malo, es algo
absurdo, es absolutamente falso. Hay que luchar contra esta afirmación. No hay que negar
el papel fundamental de la teoría. Sin embargo, la teoría deja de tener cualquier repercusión
si no hay una práctica que motive la teoría.
Paulo Freire. Educación y cambio, p. 33.

Nos ha tocado vivir en tiempos especialmente difíciles, aunque como decía Borges, a todos los humanos les tocan tiempos complicados para vivir. El mundo actual en crisis de humanidad está en una situación de cambio climático y pérdida de biodiversidad que ponen en riesgo la supervivencia de la especie humana, junto con las guerras, la pobreza y la exclusión.

Vivimos también en un país que, además de estar inmerso en ese contexto de crisis civilizatoria está viviendo un proceso de descomposición propio de un viejo sistema autoritario, corporativista y antidemocrático que se niega a morir e intenta ahora restaurar sus viejas estructuras, usos y costumbres.

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Si miramos esta crisis con relación a la educación, podemos plantearnos naturalmente la pregunta clásica sobre qué fue primero: el huevo o la gallina. Porque el sistema mundo desigual se ha generado y se sigue regenerando por medio de profesionales y técnicos, trabajadores, empleados, directivos y gobernantes que han sido formados por el sistema educativo que tenemos, pero a su vez, este sistema económico es responsable de crear el sistema educativo que lo mantiene y lo reproduce.

¿Por dónde romper este círculo vicioso en el que el mundo deshumanizado es reproducido por seres educados para mantenerlo y al mismo tiempo el sistema genera y reproduce el sistema educativo que lo reproduce? Muchas veces, ante situaciones de reflexión sobre las posibilidades reales de cambiar la realidad, los educadores llegamos a pensar y a sentir que hagamos lo que hagamos es imposible transformar la realidad injusta en la que hoy vivimos.

Pensar y sentir de esta manera, aunque es comprensible, nos conduce a una práctica docente mecánica, repetitiva, sin sentido y sin ánimo, sin alma. Una práctica sin alma nos va dejando vacíos, nos hace perder la vocación y nos hace ser meros empleados de una escuela o universidad, no educadores.

Los días difíciles que hoy padecemos nos tienen, como ya he repetido en distintas ocasiones, en un estado de desmoralización que se va retroalimentando cotidianamente con las malas noticias que abundan en nuestro entorno y nos inundan en una avalancha que nos vuelve imposible la comprensión y el análisis, la reflexión crítica y la renovación del compromiso y la motivación indispensables para educar.

Porque para ser educador se necesita ser optimista, dice Savater, porque los educadores somos los profesionales de la esperanza, dice con más precisión Gorostiaga, porque los educadores debemos esperar lo inesperado, porque si no, nunca vamos a encontrarlo, dice Morin citando a Heráclito.

Esta pérdida de optimismo, de esperanza, de capacidad de esperar lo inesperado se debe en gran medida, desde mi punto de vista a que vivimos tiempos centrados en lo inmediato, lo útil y lo práctico y desde ese mundo que Lonergan llama de hegemonía del sentido común, la docencia se ha convertido en una mera práctica técnica, desligada totalmente de la teoría que la nutre, la oxigena, la renueva, la transforma y le da nuevos sentidos.

Como afirma Freire en la cita que tomo como epígrafe, una de las virtudes del compromiso profesional es la de vivir intensamente la relación profunda entre la práctica y la teoría. De manera que la práctica no es una sub-teoría sino que para renovarla continuamente requiere necesariamente de la teoría. Porque para mejorar la práctica hay que pensar la práctica teóricamente.

Todo esto, dice el pedagogo brasileño, demanda un gran rigor, una enorme seriedad, un estudio serio y sistemático, una muy sólida disciplina. Por ello, junto con el creador de la Pedagogía de la Esperanza, considero que el pensamiento dominante hoy que plantea que lo teórico es malo, es absurdo y totalmente falso.

No hay que negar el papel fundamental de la teoría que nos va enriqueciendo como seres humanos y en el caso de nuestra profesión, como educadores. Pero esta teoría va quedándose en mera erudición estéril si no se lleva a la práctica, si no se motiva por la práctica.

De esta manera, teoría y práctica quedan unidas en una articulación virtuosa que va generando verdadera praxis educativa. Praxis que tiene vida, que tiene alma, que anima, motiva, provoca, genera interés y va contagiando el deseo de aprender a partir de la conexión íntima con el deseo natural de conocer que mueve a todo ser humano desde que nace.

Creo que esta praxis es la que necesitamos desarrollar los educadores y provocar en los docentes quienes nos dedicamos a la formación de formadores para que sea posible romper el círculo vicioso en el que parece que la educación no hace sino reproducir el sistema imperante y resulta imposible generar transformación personal, grupal, social y planetaria a partir de un proceso tan sencillo y humilde pero a la vez tan mágico y misterioso como el de una sesión de clase trabajada desde la praxis y no desde la simple práctica que sigue al pie de la letra un instructivo o una planeación predeterminada.

Esta respuesta a la pregunta que sobre ¿Quién formará a los formadores? Es la que ha venido trabajando el área de profesionalización docente de la UPAEP desde hace ya quince años. La apuesta es la transformación de las prácticas docentes en praxis educadoras auténticas a partir del aprendizaje de la articulación entre teoría y práctica, de la observación de la práctica iluminada por las teorías para generar un proceso de transformación desde el docente hacia su propia forma de planear, vivir y evaluar su quehacer educativo.

El sábado 22 de octubre a partir de las 8 de la mañana en el Centro de Vinculación de la universidad, estaremos celebrando esta apuesta por lo improbable que acompañada de una estrategia de transformación a partir de la propuesta teórico-metodológica de las doctoras Cecilia Fierro y Bertha Fortoul -que nos harán el honor de impartir la conferencia magna conmemorativa- ha promovido la transformación de la práctica de un gran número de profesores y profesoras que buscan cada día romper el círculo vicioso de la desmoralización y vivir eficiente y comprometidamente la profesión de la esperanza para cambiar a México desde la formación de las futuras generaciones de ciudadanos.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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