Lado B
López Obrador en su laberinto
Por Roberto Alonso @rialonso
15 de febrero, 2022
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El trabajo periodístico de Latinus y Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad en torno a la casa que habitó el hijo del presidente y su pareja en Texas, propiedad de quien fuera un alto ejecutivo de una de las principales contratistas de Pemex, lo ha descolocado, llevándolo no sólo a crear una polémica donde no la había, sino a escalar un conflicto del que difícilmente saldrá bien librado.

Apenas a finales del año pasado, con ocasión de su abrupta reacción frente al reportaje que vinculaba débilmente una relación entre el programa Sembrando Vida y la empresa de chocolates de otro de sus hijos, la periodista Carmen Aristegui invitó al mandatario a serenarse ante este tipo de reportajes. Sin embargo, poco más de dos meses después ignoró la oferta y terminó por morder el anzuelo, enfangándose en un terreno en el que pierde más de lo que gana.

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Sólo el inicio del resumen de la investigación periodística realizada por Raúl Olmos, Verónica Ayala y Mario Gutiérrez confirma el tamaño del dardo. “José Ramón López Beltrán contradice el discurso de austeridad de su papá, el presidente de México…” Se trataba de un tiro dirigido al corazón de su discurso con más carga moral que legal. El conflicto de interés o, más aún, la configuración de un hecho de corrupción, quedaba en suspenso. López Obrador, no obstante, se enfundó los guantes y regresó el golpe; un arrebato que le podría resultar contraproducente.

Había dado la impresión de que, tomada del cajón de manejo de crisis –uno que conoce bien–, la estrategia de respuesta consistía en desviar la atención, correr la cortina y desencadenar una nueva reyerta en la conversación pública con el anuncio de ponerle pausa a las relaciones con España, el segundo socio comercial de México. En paralelo había retado al periodista Carlos Loret de Mola a revelar el monto y el origen de sus ingresos. Pero no conforme, fue a más y rebasó los límites en el ejercicio del poder al dar a conocer en su mañanera del 11 de febrero los presuntos ingresos del comunicador.

El arranque del presidente es un desatino por donde se le vea. Puede tener implicaciones legales por involucrar datos personales del columnista, pero incluso en términos políticos resta más de lo que suma. Loret era desde hace un buen tiempo uno de sus principales adversarios, de modo que atacándolo, no suma a nadie en su batalla, en todo caso agrega elementos para azuzar a sus incondicionales a endurecer peligrosamente su virulencia hacia este personaje. En cambio, pierde apoyo entre aquellos que, aun siendo críticos del trabajo de Loret, anteponen la defensa de las libertades contra el abuso del poder.

Aún es pronto para estimar lo que este cruce representará en el gobierno de López Obrador, pero a juzgar por lo visto en los últimos días, el presidente podría comenzar a pavimentar la ruta para que el día de campo que pudo haber representado la consulta de revocación de mandato se convierta en un día nublado.

La embestida contra Loret, a quien termina victimizando y dándole más fama de la que tiene, no se da en aislado, sino en el arranque del año más violento para el periodismo con seis comunicadores asesinados en lo que va del 2022. Por ello es doblemente grave la beligerancia del mandatario contra los medios de comunicación y periodistas en concreto, como es el caso de Loret y de la propia Aristegui, esta última, a quien ha descalificado y agredido igualmente diciendo que ha calumniado y simulado con su trabajo periodístico.

López Obrador sabe bien desde donde profiere sus mensajes, lo que parece minimizar es que su densidad tiene consecuencias negativas en otros espacios de interacción social.

Como lo vuelve a documentar el laboratorio Signa Lab del ITESO, el ataque y el descrédito lanzados desde la tribuna presidencial se han amplificado en Twitter con voces “que afirman, expanden y revigorizan los discursos de defensa al presidente y ataque a cualquier voz crítica o incómoda para su proyecto de gobierno”. A decir del informe más reciente de este laboratorio, son voces que encienden los ánimos, dinamitan la conversación y actualizan la polarización en la discusión sociodigital, teniendo como efecto pernicioso “la permisividad que genera en torno a los ataques a periodistas desde distintas vías”, lo que a su vez “va dejando un sedimento, una capa de normalidad, que mina la arena pública y eleva el riesgo y la vulnerabilidad para periodistas”.

Si el presidente puede intimidar de esta manera y a plena luz del día a sus críticos, qué no querrán hacer o qué no queda legitimado para otros actores de la clase política a nivel nacional y local, comenzando por las y los gobernadores.

López Obrador ha construido un laberinto y, sin reconocerlo, se está topando una y otra vez con pared. No es la primera vez que se sumerge en una espiral de este tipo, lo distinto es la coyuntura en la que esto sucede, para provecho de sus opositores. Serenidad era y sigue siendo la clave.

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La pausa anunciada por LADO B es una triste noticia y representa una pérdida para el derecho a la información, en particular dentro de un ecosistema en el que la pluralidad y el compromiso con la otra cara de las historias no es lo que abunda. Los trabajos de esta casa periodística, que son la trayectoria y carta de presentación de este proyecto, hablan por sí solos. Noticias como esta confirman la imperiosa necesidad de atender y regular la publicidad oficial. Ojalá, esta sí, sólo sea una pausa y volvamos a leer en sus páginas la extraordinaria labor de este tenaz, comprometido y creativo equipo de periodistas.

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Autor Lado B
Roberto Alonso
Coordinador de la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Iberoamericana Puebla y del Observatorio de Participación Social y Calidad Democrática.
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