Carmen Aristegui es la periodista con más credibilidad en el país. Eso no quiere decir que a todos guste su periodismo y sus programas. Y a AMLO ya no le gusta, aunque antes decía que la admiraba. Ahora el presidente la pone en el mismo saco de sus malquerientes. Por eso, el presidente López Obrador ha emprendido una serie de acusaciones en su contra como consecuencia de la crítica que se ha hecho en su programa a ciertos aspectos del gobierno de AMLO.
De fondo hay una investigación difundida en medios que no gustan al presidente. La investigación trata de mostrar dos cosas: que la familia del hijo del presidente vivió en una casa que era propiedad de un alto funcionario de un proveedor de Pemex, y que hay una contradicción presidencial al pregonar austeridad, cuando su hijo vivía en una mansión texana. Mejor dicho: que el presidente critica los excesos, pero no los de su hijo. Por supuesto, detrás de todo se presume un acto de corrupción, aunque solo puede decirse eso: se presume.
Y el enojo presidencial radica en que el reportaje fue retomado por Carmen Aristegui. El presidente la acusó de conservadora y le restó méritos a su periodismo.
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AMLO se equivoca. Su enojo no es casual y el momento también importa. Empezaré por esto último: hace unos días, el Instituto Federal de Telecomunicaciones negó a Carlos Slim la posibilidad de ofrecer el servicio de televisión de paga. Esto tiene una traducción: el poder de Azcárraga sigue intacto y, con él, el de una buena parte de periodistas y medios de comunicación que se mueven alrededor de la órbita de Televisa. La apuesta de AMLO con Slim se ha visto truncada -por el momento-.
El presidente está enojado con esos medios que son los que no están de acuerdo con él y su movimiento y lo critican. Su rencor tiene origen en 2006 y 2012. Siente que esos medios avalaron el triunfo de Calderón y que fueron condescendientes con Peña, y que, haga lo que haga, siempre tienen un golpeteo contra el ahora inquilino de Palacio Nacional. En este sentido, AMLO tiene razón. No puede dejarse de lado la bonanza que gozaron los medios durante los últimos sexenios del PAN y del PRI y que la mayoría, aunque hoy se presenten como críticos, firmaban y afirmaban lo que les demandaban en Los Pinos.
Sin embargo, Carmen Aristegui no era de ese grupo, y por eso el presidente acierta en algunas cosas y se equivoca por lo que respecta a Carmen.
Luego, el presidente (y ahora también la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México) entra en las teorías de complots palaciegos. Que si alguien financia a unos, que si lo quieren desestabilizar, que si Carmen le hace el caldo gordo a los medios, y un etcétera repetitivo, aburrido y poco eficaz.
¿Por qué entra en este terreno de crispación y golpeteo con los medios? Por dos razones: porque cree que así contrarresta la influencia de esos medios y, por otra parte, porque él ve más cercano el 2024 y sabe que sin esos medios logró ganar la presidencia, pero que no necesariamente su delfín lo logrará.
El presidente sabe del peso y el uso que le debe dar al templete de las mañaneras, que funciona como contrapeso a los medios tradicionales, que no tendrían/tienen empacho en reventar a AMLO. Eso no quiere decir que lo que haga o diga esté bien, pero ayuda a comprender que como contrapeso descalifica, critica, y señala sobre todo a quienes él
considera que están en contra de su proyecto y que son punta de lanza de una oposición que se esconde tras de sus reportajes o columnas Y en algunos casos la razón le asiste a López Obrador: basta ver ciertos programas, leer sus periódicos o columnas, escuchar sus podcast, para saber que no tienen un afán periodístico, sino una agenda en contra de López Obrador. Pero están en su derecho y, en todo caso, lo que molesta a Andrés Manuel es que no estén a favor de su proyecto. Al presidente le molesta la disidencia, porque no critica a quienes le rinden pleitesía: el periodismo no le interesa, sino la fidelidad.
Así, la mañanera funciona como un medio de comunicación, liderada por el jefe del Ejecutivo. Es algo totalmente inusual: el presidente ya no filtra a medios ni quiere depender de ellos: encuentra en la mañanera el espacio de resonancia que necesita para contrarrestar la postura de los medios tradicionales (sobre todo, piensa él, de sus malquerientes).
Se trata de un ejercicio singular, pero el presidente se equivoca porque no todo crítico de AMLO pertenece a los medios tradicionales o es financiado por el villano favorito de López Obrador: Claudio X. González.
Los medios no son un pan de Dios y tampoco ciertos periodistas que están en contra de todo lo que dice y hace el presidente. Sin embargo, AMLO se equivoca por partida doble: Primero, por creer que todo lo que hacen los medios y periodistas que no lo quieren está mal o, dicho de otra forma, que solo los medios que le gustan al presidente dicen la verdad. Y, en segundo lugar, porque si las denuncias de excesos o actos de corrupción son reveladas por medios o periodistas que no gustan al presidente, pero son reales, poco importa que no le gusten a AMLO: el problema es el acto de corrupción. El presidente cierra los ojos. Si existieron actos de corrupción o si su hijo o su nuera realizaron un acto indebido, no importa que el mensajero sea un impresentable.
Si Carmen Aristegui hace un periodismo que molesta al presidente, no es una mala señal para la periodista. Los políticos suelen ser poco receptivos a la crítica y cuando gobiernan esta les causa escozor. El presidente descalifica, pero no tiene la verdad. Es el público que lee, escucha o ve un medio de comunicación quien termina siendo el mejor crítico. Ojalá Carmen lo tenga claro; las huestes del presidente la pueden tundir, pero es no cambia la realidad. Si hay actos de corrupción, no importa el medio que publique su evidencia o el que lo retome: el presidente no es el termómetro de los buenos y malos medios o periodistas.
Tiempo extra. Al presidente se le olvida: Mexicanos contra la corrupción y la impunidad junto con Animal Político revelaron “La estafa maestra”, por la que Rosario Robles sigue en prisión. Y el mismo presidente ha recurrido una y otra vez a ese reportaje en la propia mañanera