En las últimas semanas, como muchas personas, no he podido evitar sentir frustración y un poco de incertidumbre sobre el futuro al ver los avances de las reformas constitucionales enviadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Todas estas, en su conjunto, tendrán impactos importantes para el ejercicio, protección y garantías de los derechos humanos, pues cuestiones como la prisión preventiva oficiosa, la militarización y el cambio al Poder Judicial son cosas que nos afectarán a todos y todas.
Particularmente, el tema de la [posible] desaparición del INAI, es lo que me ha hecho pasar por las cinco fases del duelo, las cuales no veo como una secuencia, sino como una serie de emociones que me de forma simultánea han envuelto y, en ocasiones, rebasado.
Aunque la iniciativa para la “simplificación orgánica” se presentó en febrero de este año, desde el inicio del sexenio López Obrador había expresado su interés de desaparecer a diversos organismos constitucionalmente autónomos, entre ellos el INAI, argumentando que eran caros y que no daban resultados.
Sin embargo, aunque el tema fue puesto en la agenda pública, no se hizo nada para concretar esta desaparición. Tal vez eso fue lo que hizo que, cuando se presentó la propuesta de reforma constitucional, una parte de mi se negara a creer que esta vez sí se iba a lograr la eliminación del organismo (de ahí que al inicio de este texto incluso dije la “posible desaparición”, y no lo doy por hecho todavía. ¿Ven? negación).
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Además, sabiendo lo que representa el INAI, el papel que juega para la defensa y promoción de los derechos de acceso a la información y protección de datos personales, pensé, ingenuamente, que los y las integrantes de la Cámara de Diputados tendrían mesura al analizar la propuesta presidencial. Pero, como ya es de conocimiento general, esto no fue así.
Esos meses de negación, ocasionaron que, al ver la sesión de la Comisión de Puntos Constitucionales en donde se aprobó la reforma, la ira se apoderara de mí (aprovecho para disculparme con mis estudiantes, a quienes puse a ver la sesión durante clase, porque no sólo escucharon mis expresiones de enojo, sino que una buena parte compartió mi coraje al escuchar los argumentos del grupo que defendía la iniciativa).
Siento coraje por la falta de un análisis real de la iniciativa; por el uso de argumentos sin fundamento para justificar la eliminación del organismo; por el señalar que no afectarán los derechos de la población, a pesar de que ahora el propio gobierno será juez y parte para vigilar que se cumpla con las obligaciones en materia de transparencia y protección de datos personales; por la eliminación de este organismo “como regalo de despedida” de un personaje que ya se va. Y, porqué no decirlo, siento enojo porque ahora no sé cómo daré la clase de Derecho de la Información, porque no sé en qué condiciones estará este derecho el próximo año.
Creo que esta es la fase en la que menos tiempo he pasado, pero la que creo que debería llevarse a cabo al interior del Congreso de la Unión. Ok, se quieren reducir gastos, se quieren hacer recortes al presupuesto, háganlo, pero no eliminen al organismo por completo. Es necesario que haya un diálogo, que los diputados y las diputadas establezcan mesas se discusión con el propio INAI para determinar qué ajustes se pueden hacer y así evitar su extinción.
Y es que hay que tomar algo en consideración: desde que se tiene una ley de transparencia en México, ha existido un organismo que se encarga de su vigilancia. Por lo tanto, si lo que quieren es encoger al INAI, se pueden buscar opciones, regresarlo a ser un organismo descentralizado, que no es lo mejor, pero pues hay que negociar, ¿no?.
No tenemos un antecedente de cómo se ve esta ley sin un ente regulador, por lo que creo que lo ideal sería mantener a una institución, aunque sea más pequeña, a poner en riesgo toda la estructura que ha tardado más de 20 años en construirse.
Desde el día de la aprobación de la iniciativa en comisiones he estado pensando mucho en la primera vez que metí una solicitud de información, ese momento en el que me adentré a este mundo de la transparencia y sentí el flechazo que me ha llevado a orientar gran parte de mi vida profesional a estos temas. Por eso, no puedo no sentirme triste frente a lo que se viene.
Porque no se trata solo de desaparecer al INAI, se tendrá que hacer lo mismo en los estados, eliminar a todos los organismos garantes del país, los cuales, para bien o para mal, jugaban un papel fundamental para que la información en poder de las autoridades se diera a conocer. Y no sólo hay que pensar en la información que nos lleva a las grandes investigaciones periodísticas, que, si bien son importantes, no son para lo único que sirve la información.
¿Quién se encargará de vigilar que las autoridades hagan pública información sobre los servicios de salud, apoyos educativos o programas sociales que benefician, principalmente, a grupos en condición de vulnerabilidad? (ojo, digo información y no propaganda o publicidad, que son cosas diferentes). ¿Ante qué institución podremos recurrir en caso de que haya un mal uso de nuestros personales? ¿qué institución podrá defender a la población de reformas o acciones de gobierno que sean inconstitucionales en materia de derecho a la información o de protección de datos personales?
Ahora, combinando esta reforma con las otras que ya fueron aprobadas en comisiones, la tristeza es mayor, pues estamos frente a un futuro incierto, con menos mecanismos de defensa y más poder concentrado en un solo grupo. Si esto no les deprime, tienen mi admiración.
Y sí, una parte de mi lo acepta. Mi parte más enojada y deprimida ya se está haciendo a la idea de lo que se viene, y es esa combinación de sentimientos la que me ha dado un impulso y nueva motivación.
Recordemos que la primera ley de transparencia y la creación del entonces IFAI fue resultado de una lucha social, de una exigencia que surgió desde la academia y la sociedad civil organizada, quienes, en 2001, tras la derrota del PRI en la elección presidencial, conformaron al Grupo Oaxaca e impulsaron la creación de dicha ley, poniendo en el centro que el derecho a la información es un derecho humano y que el Estado tiene la obligación de garantizarlo.
Por eso, frente a la inminente aprobación de la reforma para eliminar al INAI creo que no es momento de darnos por vencidos, por el contrario, si fue la sociedad quien logró el reconocimiento de estos derechos, está en nosotros y nosotras emprender una vez más la lucha para rescatarlos, para exigir que, pese a la desaparición del organismo, se generen las condiciones institucionales para el pleno ejercicio y protección de los mismos.
Así pues, se nos viene una nueva lucha que debemos emprender como sociedad, un nuevo duelo en donde tendremos que pelear por rescatar y proteger aquello que está en riesgo, que no son más que nuestros derechos. ¿Quién se apunta?