Lado B
El lugar sin límites
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
09 de febrero, 2022
Comparte

“El fracaso es parte de la vida. No es que la persona se convierta en alguien marcado por su fracaso, pero el fracaso es parte de la vida tanto como el éxito, y si no se te prepara para lidiar con sus pequeñas dosis de contrariedad, de frustración, de caída, de equivocación, tampoco podrás examinar si en el proceso tú tienes algo de responsabilidad y puedes mejorar en algo o (…) aceptar que hay golpes de la vida, que no son responsabilidad tuya pero que vienen por decisiones ajenas, por la mala suerte, porque el mundo a veces no está hecho a nuestra medida, por lo que se quiera (…) pero no les privemos a los más pequeños de la posibilidad de aprender también del fracaso”.

José María Rodríguez Olaizola S.J. Se puede suspender alguna vez.

El tema no es nuevo y he escrito ya sobre él desde hace varios años. Pero esta semana me reencontré con él a través de un video del sacerdote, poeta y escritor, José María Rodríguez Olaizola S.J. del que tomo el epígrafe de hoy, de un tuit publicado por el filósofo vasco Fernando Savater y de la lectura de un artículo de la Doctora Carolina Irene Crowley, acerca del proceso de asambleas nacionales convocado por la SEP federal para la —supuesta— construcción del nuevo plan y programas de estudio de la llamada Nueva Escuela Mexicana.

El video de Olaizola, según él mismo afirma, se deriva de la propuesta de la consejería de educación de Cataluña para que en la educación primaria, “para no traumatizar a los niños”, se elimine la calificación reprobatoria —o de “suspensión”, según el término usado en España— y se ponga en su lugar la nota: “en proceso de logro”.

Como afirma el también sociólogo español, seguramente detrás de esta propuesta hay un sustento psicológico y pedagógico de estas nuevas corrientes que valoran mucho la motivación, que valoran mucho evitar la frustración en niñas y niños y darles mensajes exclusivamente positivos.

Jugando un poco con la reducción al absurdo, Olaizola pone algunos ejemplos de la vida real donde dice que si en el futuro a ese niño o niña que nunca reprobó o suspendió se le despide del trabajo, tendrá que decírsele, en lugar de que está despedido, que se encuentra en proceso de lograr encontrar otro trabajo; que si su novio o novia termina con él o ella, se tendrá que decir, no que terminó su relación sino que se encuentra en proceso de encontrar una nueva.

El tuit de Savater cuestiona también esta visión pedagógica y psicológica tan de moda que deja de lado el rigor y elimina todos los límites o las situaciones de fracaso o frustración para los educandos, y pretende ser una especie de paraíso de la felicidad en el que se evita todo aquello que sea negativo y pueda traumatizar o incomodar a los educandos. 

Por su parte, en los documentos —inacabados, según señala la Doctora Crowley— de propuesta del nuevo plan y programas de estudio, se propone “eliminar toda evaluación que tenga como objetivo calificar”, lo cual, según interpreto, implicará que se elimine también la posibilidad de reprobar una asignatura. Esta propuesta significaría simplemente explicitar desde el fundamento del modelo educativo de la llamada Nueva Escuela Mexicana lo que viene ya sucediendo en los hechos y de lo que se quejan continuamente los profesores, que es la imposibilidad en ciertos grados escolares del nivel primaria de reprobar a un estudiante por más deficiente que sea su desempeño.

Bajo el lema de “no dejar a ningún niño afuera y no dejar a ningún niño atrás”, adoptado de un programa originalmente adoptado en algunos estados del vecino país del norte en los primeros años de este siglo —pero obviamente con un contenido bastante distinto porque implicaba apoyos especiales y focalizados a los niños que mostraban alguna desventaja o rezago en su aprendizaje y no simplemente la no reprobación—, esta indicación ha venido aplicándose desde hace un buen número de años en nuestro sistema educativo.

Lo que cuestionan Olaizola y Savater y que proponen los documentos de consulta para los nuevos planes y programas de estudio de la educación básica en nuestro país, tiene un origen entendible y muy válido que es la oposición a la escuela autoritaria y al aprendizaje basado en el muy famoso lema de: “La letra con sangre entra”, que estaba detrás de las prácticas de la escuela tradicionalista, una degradación de la formación clásica o tradicional.

Esta oposición inicia desde finales del siglo XVIII con el clásico libro de Rousseau, Emilio, o de la educación que da origen a las llamadas pedagogías libertarias o antiautoritarias, cuya principal propuesta de cambio era la de educar a los niños y niñas en libertad, evitando los castigos y la violencia física o simbólica.

Sin embargo, esta muy justificada revolución de la educación, como suele ocurrir con muchos procesos no sólo en lo educativo sino en la historia en general, derivó en un movimiento pendular que se encuentra ahora en el extremo opuesto al del autoritarismo y está convirtiendo la escuela en un espacio de entretenimiento y a los profesores en simples animadores culturales, como cuestiona Savater.

En efecto, en el proceso de desterrar el autoritarismo y la violencia hacia los estudiantes se ha caído en el extremo de perder el rigor y la disciplina en el aprendizaje y en la convivencia escolar, usando como pretexto el evitar elementos traumatizantes para los educandos y planteando que todo en la escuela debe ser planteado en términos positivos, alegres e indoloros.

También puedes leer: Leer salva vidas

El “pequeño” problema es que la vida no es así. La realidad de la existencia humana tiene por su propia naturaleza tanto elementos positivos como negativos, tanto éxitos como fracasos, tanto alegrías como sufrimientos, momentos para celebrar y tiempos de crisis que implican enfrentamiento, resistencia, resiliencia, antifragilidad —la capacidad para salir de los momentos críticos no sólo para regresar al estado original sino mejorando— y responsabilidad cuando las cosas no salen como uno las planea por errores y decisiones propias, o simplemente aceptación y decisión para superar el momento cuando las cosas negativas suceden por factores ajenos a nuestra propia voluntad e intervención.

De modo que si la escuela —y la familia, donde también predomina hoy esta tendencia indolora y superficialmente positiva— quiere de verdad educar para la vida, necesita formar para aprender tanto del éxito como del fracaso, y desarrollar la humildad para vivir los logros y la fortaleza para superar los errores, desarrollar la capacidad de gozo en los momentos felices y la tolerancia a la frustración en los tiempos en los que la vida traiga penas, dolor, enfermedad o pérdidas.

Esta visión de la educación que trasciende la visión romántica y superficial del espacio de entretenimiento, es la que realmente puede contribuir a que la escuela se convierta en un factor de movilidad social, según plantea el mismo Savater.

El principal aprendizaje para la vida parte de la comprensión y aceptación de la realidad limitada y frágil del ser humano, que conlleva la necesidad de construir el mundo y autoconstruirse con esfuerzo y responsabilidad, además de la capacidad de levantarse de las caídas. Lamentablemente, la tendencia en las escuelas de hoy —y parece ser que en la propuesta de la Nueva Escuela Mexicana— es la de convertir a las escuelas en “el lugar sin límites”, cambiando de contexto el título de la clásica cinta de Arturo Ripstein, basada en la novela de José Donoso.

 

*Foto de portada: Andrea Piacquadio | Pexels

Comparte
Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
Suscripcion