Lado B
Criminalizar por rutina
Por Nodo de Derechos Humanos @nodho
01 de febrero, 2022
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Hay una practica rutinizada en México que corre por la maquinaria más añeja y profunda del sistema jurídico mexicano: la de la criminalización y la revictimización contra cualquiera, sobretodo si se trata de alguien pobre, joven, indígena o mujer. Esta práctica parte de beneficiar o de no perjudicar a los poderosos y de echar “todo el peso de la ley” contra aquellas/os que no tienen poder. Entre menos poder se tiene más potencial de ser criminalizada/o y tratada/o como delincuente hay.

Existen un par de ejemplos recientes de esta gestión diferencial de ilegalismos (Foucault, 2003)*; uno es el Gral. Salvador Cienfuegos que, por lo visto, aunque lo persiga la sombra de una investigación por narcotráfico, permanece en libertad; el otro es el de Ricardo Salinas Pliego que aunque esté intentando quedarse con miles de millones de pesos que debe al fisco no solo goza de libertad sino que ha recibido un trato privilegiado por parte de pasadas y presentes administraciones; y como estos hay varias excepciones similares, pero no muchas y suelen estar en ese “arriba” que solemos llamar el 1 por ciento. Si nos enfocamos en la ciudad de Puebla, en las últimas semanas al parecer el perfil de un criminal es el de una joven de alrededor de 25 años.

La detención de Leslie Alcántara, por parte de la Policía Estatal de Puebla por hacer una entrega de una compra en línea, y la detención de Beverly Vega, por defenderse de un chofer de Uber que pretendía agredirla, no son casos excepcionales, son de lo más común, son la criminalización de quien puede ser criminalizada/o por alguien con un poco o mucho poder institucional.

Una mujer joven que entrega unos calcetines es inmediatamente sospechosa de narcomenudeo y, por supuesto, si es sospechosa de eso, pues también lo es de posesión de armas y de delincuencia organizada y con eso se justifica una detención arbitraria y violenta. Al contrario, es poco probable que veamos un amplio operativo policíaco para entrar por la fuerza a los almacenes de Amazon (que se dedica masivamente a lo mismo que Leslie a escala infinitamente menor).

Una mujer joven sometida en el suelo por un hombre es claramente una delincuente peligrosa y la obligación de la autoridad es proteger al indefenso (¿indefenso?) hombre que la somete, porque al parecer todas las estadísticas policiales indican que las jovencitas suelen agredir a hombres mayores en la calle y en Puebla hay un urgente problema de violencia contra los hombres (es ironía, aclaramos esto en caso de que este texto sea leído por algún juez de control del C5 en Cuautlancingo).  Ah, que la joven se estaba defendiendo de una agresión, claro, su deber ciudadano era asumir la agresión y si sobrevivía hacer el largo peregrinaje burocrático para tratar de que las autoridades escuchen el caso y tal vez abran una carpeta de investigación. O si no sobrevivía, pues que sus familiares lo hicieran como ocurrió en el caso de Mara Castilla, asesinada en 2017 por un chofer de Cabify.

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Lo grave y preocupante de la criminalización y revictimización ejercida contra estas dos jóvenes es lo que se está demostrando con ambas detenciones. Por un lado, la rutinización, que es particularmente peligrosa porque consiste en una práctica no solo normalizada sino vuelta rutina, es decir, se hace con tal frecuencia e impunidad que se ha vuelto parte del funcionamiento de la maquinaria legal y de  seguridad mexicana.

Por otro lado, refleja lo que ha sido ampliamente denunciado por el movimiento feminista, que el pacto patriarcal se vive de forma cotidiana y en todos los niveles de los aparatos judiciales y de seguridad. Esa misma lógica que normaliza la violencia contra las mujeres, que pone en duda millones de testimonios de violencia, de abuso sexual, de atrocidades cometidas contra los cuerpos de las mujeres, es la que pone a las mujeres en el lugar de delincuentes. La criminalización vista así representa algo más que la justificación de detenciones arbitrarias y violaciones de derechos humanos, deja ver el funcionamiento de un sistema criminal que culpa a quienes son agredidas. Esa culpabilización es una lógica cotidiana encarnada en las estructuras estatales, patriarcales y añejas que se manifiesta en las brutales cifras de feminicidio y violencia en todo el país y particularmente en Puebla.

*Foucault, M. (2003) Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión, México D.F.: Siglo XXI

**Foto de portada: Marlene Martínez

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Autor Lado B
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