Lado B
Morena: momento de (in)definiciones
Por Roberto Alonso @rialonso
10 de enero, 2022
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Bajo la sombra de una sucesión adelantada, 2022 inicia con visos de ruptura al interior de Morena. Aunque el partido en el gobierno lidera las preferencias de voto y sus representantes despuntan sobre otros posibles aspirantes a la presidencia, el panorama que va cobrando forma es uno en el que Andrés Manuel López Obrador gana, manteniendo el poder alcanzado en 2018, pero el partido pierde, fragmentándose por la vía institucional una oportunidad de transformación de las condiciones de injusticia estructural en el país.

Que Morena pierda ganando no importaría si la derrota no tuviera impacto, a la vez, en el proyecto de continuidad de la proclamada Cuarta Transformación. Puestas sus bases, ¿de qué material va a estar hecha su edificación? ¿Con qué orientación se seguirá construyendo esta empresa? ¿Mirando hacia dónde? ¿Apostándole a qué?

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No deja de llamar la atención que a mitad del gobierno lopezobradorista y en medio de un contexto de abierta confrontación al interior de Morena, más de tres mil militantes y simpatizantes estén convocando a la Primera Convención Nacional Morenista el próximo 5 de febrero, con el objetivo de “generar un espacio de confluencia plural a favor de la construcción del partido que requiere la Cuarta Transformación”.

Sí, pese a que dicha transformación ya inició, sigue sin definirse la democracia interna y la ideología de su principal navío, así como su articulación con movimientos y organizaciones sociales; su padrón de tripulantes no se ha depurado y las prácticas de selección de capitanes y administración de los recursos con los que navega se alejan de sus principios fundacionales.

La convocatoria mencionada hace eco de la consigna de contar con una “fuerza popular y ciudadana” necesaria para defender el proyecto de la Cuarta Transformación de sus adversarios, expresada por el presidente en su libro A la mitad del camino. Y se presenta también en el marco del proceso electoral 2021-2022, en el que se disputarán las gubernaturas de seis entidades -Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas-.

Habiéndose elegido ya a las tres candidatas y los tres candidatos que competirán en estos estados, los descontentos y las diferencias comienzan a tomar forma y cauce, aún dentro de la labilidad del partido. Pero esta frágil institucionalidad podría llevar a la ruptura.

Desplazado por el mismo presidente en la pugna por la candidatura presidencial, el senador Ricardo Monreal lamentó en días pasados la precipitación de la sucesión y vislumbró una eventual fractura. “Ni reclamo trato preferente, ni reclamo tampoco patrocinio o que se incrusten en el gobierno personajes que simpaticen conmigo (…) Lo único que quiero es que se democratice la decisión del partido en el momento de tomarla (…) Si no hay la apertura, siempre ocurren rupturas”, afirmó.

En un tono similar, quienes convocan a la convención en la fecha del 105 aniversario de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos lo advirtieron sin empacho en un pronunciamiento firmado el 9 de diciembre de 2021: “cada vez son más comunes las situaciones en que los documentos básicos del partido se convierten en letra muerta frente a pactos o acuerdos políticos cupulares. Se ha construido una estructura paralela extra-estatutaria que busca anular la estructura formal del partido. Las decisiones estratégicas no se consultan con las bases ni se informa a la militancia. Los cuerpos colegiados sesionan de manera apresurada y a puerta cerrada en reuniones donde la reflexión y el debate son desalentados y estigmatizados. Y la definición de candidaturas se ha vuelto un coto cerrado de una pequeña élite que suele privilegiar a oportunistas, socios o familiares por encima de militantes con trayectorias sólidas y propuestas de transformación social”.

Más allá de las declaraciones de uno de los aspirantes a la presidencia, que con todo y lo que matice le acercan más a otras fuerzas políticas que a la propia, son las bases de Morena marcando una ruta distinta de lo que se vive y experimenta en otros institutos políticos, llamando a construir partido desde abajo y fortalecer el movimiento con un horizonte claro; en suma, a definir de mejor manera el partido-movimiento una vez que el presidente mismo se ha definido.

El pasado 1 de diciembre, en uno de los fragmentos más emocionantes de su mensaje con motivo de los tres años de su gobierno, López Obrador sostuvo: “nada se logra con las medias tintas (…) El noble oficio de la política exige autenticidad y definiciones. Ser de izquierda es anclarnos en nuestros ideales y principios, no desdibujarnos, no zigzaguear”.

Es el turno de su partido.

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Autor Lado B
Roberto Alonso
Coordinador de la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Iberoamericana Puebla y del Observatorio de Participación Social y Calidad Democrática.
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