Lado B
Soberanía
Si el Estado ha ido malvendiendo su soberanía en las últimas décadas, ¿cómo imaginar la resistencia ante las nuevas formas de poder y violencia postsoberanas?
Por Klastos @
01 de julio, 2021
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Guy Emerson

Paso 1. ¿Qué le hace el Imperio a la soberanía?  

El Imperio es la sentencia de muerte a la soberanía. Rompe las sólidas fronteras sobre las que se piensa la soberanía solo para reemplazarlas con movimientos, tanto materiales como financieros, que erosionan aún más sus cimientos.

En el prefacio de Imperio, Michael Hardt y Antonio Negri son bastantes claros: el Imperio altera la soberanía porque «abarca la totalidad espacial»: “ninguna frontera territorial limita su reinado»; y «suspende la historia… [y] así fija el estado existente para la eternidad”.

Una nueva espacialidad y temporalidad: si lo primero ya está claro en la era de la globalización neoliberal, lo segundo requiere explicación. El Imperio suspende la historia porque ya no hay una competencia de ideas situadas en diferentes épocas revolucionarias (1789, 1848, 1917, 1968): el Imperio no funciona por ideología, ni creencia. Tampoco hay interés en la construcción histórica del Estado-nación o en el desarrollo de contratos sociales entre gobernantes y gobernados: el Imperio no tiene valores morales o políticos. El Imperio pretende ser atemporal.

Pero, ¿cómo es eterno?  

El Imperio es eterno porque no le interesan las cualidades específicas de sus sujetos, solo su funcionalidad. Un «poder expansivo en redes» es como Hardt y Negri describen esta función, un poder para conectar y trabajar a través de cualquier variedad de temas, ya sean revolucionarios marxistas o pensadores liberales. 

Más que solo conexiones, el Imperio subordina a cada sujeto conectado a un axioma general: el flujo de capital. Los sujetos se miden en función de su comerciabilidad –vodka del Che y playeras de David Ricardo–; y todos los Estados soberanos deben satisfacer el axioma de producción para el mercado –no importa si son socialistas, imperialistas, autoritarios, socialdemócratas o fallidos–.

Paso 2. ¿Cómo afecta esto a lo doméstico?

Con el Imperio, la función de lo doméstico ya no está subordinada a la soberanía. Olvídese de Hegel y su sistema triádico. Una familia doméstica no es un ámbito que ceda el paso a la soberanía. No hay una transición necesaria en la que se pase del uno al otro: la familia como tesis, la sociedad civil como antítesis y el Estado como síntesis de ellos. Tampoco es necesario codificar lo doméstico dentro de una definición previa: el Estado soberano como un momento ético más avanzado que el familiar.

En lugar de cualquier tensión dialéctica, el Imperio reduce lo doméstico a una cuestión de organización social. No hay interés en los detalles específicos de ningún arreglo doméstico: puede ser una familia nuclear, una pareja casada o soltera.

Tampoco hay una imposición de significado ético: podría consistir en relaciones bi-, hetero-, u homo-sexuales. Esto se debe a que todos están decodificados en el flujo de capital: dólares rosas y capitalismo arcoíris. El Imperio no restringe, sino que exige la proliferación de la diferencia, siempre que todo se base en un solo flujo: el medio cuantificable del capital y el intercambio.

Liberación Queer, no capitalismo arcoiris. Tomada de Wikimedia Commons.

La organización de la domesticidad por el capital reduce la necesidad de que el poder soberano se imponga sobre lo doméstico. Los individuos y las familias ya no están codificados exclusivamente, como lo fue una familia nuclear obligada a “keeping up with the Joneses” en los Estados Unidos de la década de 1950. En cambio, el Imperio produce lo doméstico como parte de una máquina social mucho más grande donde este toma cualquier forma siempre que sea compatible con una función universal: “Antes muerta que sencilla” o keeping up with la familia Peluche.

En consecuencia, la organización social no comienza con lo doméstico. Contra Hegel, la familia no es una institución proto-estatista: el padre como dictador. Más bien, tanto lo doméstico como la soberanía operan axiomáticamente y, por lo tanto, de acuerdo con las reglas de un poder superior: el Imperio. Lo doméstico no pasa al Estado, ni a ninguna otra cosa, solo prolifera.

Esto significa que el vínculo entre lo doméstico y la soberanía es solo una configuración particular de flujos decodificados más grandes. Pero, como se demostró, no hay una sola expresión de lo doméstico, ni una sola función necesaria. Sí, todos los padres pueden ser dictadores, pero esto no se debe a una tensión dialéctica con la soberanía. En la práctica, lo que los hace dictatoriales es similar a lo que hace al soberano autoritario: la atribución del poder a una voz, a una autoridad única. Somos nosotros quienes seguimos invirtiendo en esta lectura particular y, por extensión, somos nosotros quienes podemos despojarnos de tal autoridad. 

Paso 3. ¿Qué podemos hacer con él?

El Imperio introduce una ambivalencia en la relación entre lo doméstico y la soberanía, una ambivalencia que se puede explotar. Al celebrar una proliferación de las diferencias, el Imperio abre nuevas posibilidades. Esta proliferación puede, en principio, extender “un poder expansivo en redes” para producir y reproducir nuevas formas de pensar en la domesticidad.

Dos ejemplos. Por un lado, el Imperio es una invitación a pensar la domesticidad sin referencia a definiciones previas y fijas. Aunque la proliferación de las diferencias no sea de ninguna manera antitética al Imperio, también produce “efectos de extrañamiento” en los que cualquier definición establecida de domesticidad pierde gradualmente su peso bajo la influencia de múltiples entendimientos. En suma, cualquier base establecida para lo doméstico se socava gradualmente por sus múltiples expresiones. Lección: siguen proliferando.

Por otro lado, la proliferación de diferencias también puede afectar el axioma capitalista del propio Imperio. Si ninguna autoridad organiza los flujos de la diferencia, entonces sería posible liberar el pensamiento de cualquier base o axioma fijo. Es este potencial utópico para extender el capitalismo más allá de sí mismo lo que destaca Michael Hardt en una obra independiente de Antonio Negri. La tarea es convertir las fuerzas de las diferencias y “un poder expansivo en redes” en la acción política. Lección: Reúnen nuevas proliferaciones.

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Klastos es un suplemento de investigación y crítica cultural en Puebla publicado en colaboración con Lado B. CONSEJO EDITORIAL: Mely Arellano | Ernesto Aroche | Emilia Ismael | Alberto López Cuenca | Gabriela Méndez Cota | Leandro Rodríguez | Gabriel Wolfson. COMITÉ DE REDACCIÓN Renato Bermúdez | Alma Cardoso | Alberto López Cuenca | Tania Valdovinos. Email: revistaklastos@gmail.com
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