Lado B
Regeneración del Eros y reforma de la educación
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
21 de julio, 2021
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Para Ernesto Aroche, Mely Arellano y todo el equipo de Lado B con mi felicitación por su 10º. Aniversario. Ha sido un honor participar con esta columna desde su fundación.

 

“La finalidad de la reforma de la educación, que es en definitiva el “buen vivir” de todos y cada uno de nosotros, especialmente para los enseñantes y los alumnos, requiere por parte de ambas partes una regeneración del Eros. Ello es posible porque ya existe potencialmente en unos y otros”.

Edgar Morin. Enseñar a vivir. Manifiesto para cambiar la educación, pp. 165-166.

He dedicado las últimas dos entregas de esta Educación personalizante a hablar primero de Edgar Morin y la semana pasada de un capítulo de sus obras más recientes, Cambiemos de vía, con motivo de su centésimo cumpleaños. Es digno de celebrar que contemos aún con uno de los pensadores más brillantes de la época contemporánea y que, a sus cien años de edad, siga aportando al mundo con lucidez y pertinencia ideas, análisis y preguntas para reorientar a la humanidad y salvarla de la catástrofe a la que parece dirigirse en esta crisis civilizatoria que vivimos.

Para cerrar por el momento esta serie de columnas de homenaje al padre del pensamiento complejo, en este mes de aniversario de su natalicio, me ocuparé hoy de un tema que tomo de otra obra reciente: Enseñar a vivir. Manifiesto para cambiar la educación.

Además de continuar con el homenaje a este gran intelectual contemporáneo, considero que este libro hace un llamado fundamental que da continuidad a la obra que, a solicitud de la Unesco en el cambio de siglo y milenio, escribió para proponer los Siete saberes necesarios para la educación del futuro, que es —tal vez— uno de sus textos más conocidos.

Este llamado es una especie de alerta que plantea la emergencia en la que vive la humanidad y la urgente necesidad de transformar los sistemas educativos —en todos los niveles puesto que, como afirma en esta obra, desde la educación básica el concepto de la formación está basado en el modelo universitario de parcelación de los saberes— para orientarlos hacia el “buen vivir” de todos los habitantes de este planeta.

Esta recuperación de la esencia de la misión de toda educación que es la de enseñar a vivir —retomada de las ideas planteadas por Rousseau en su obra— es el punto de partida y la conclusión de este libro breve y sencillo en su forma, pero profundo en su contenido y depende, como dice en la cita tomada para el epígrafe de este texto, de la regeneración del Eros, que está presente de manera potencial en los educandos y los educadores, y en todos los seres humanos, pero adormecido o anestesiado por sistemas educativos sustentados en la meta de escolarizar, más que de educar a las nuevas generaciones.

El Eros del espíritu humano es precisamente este deseo de vivir que, según el filósofo canadiense Bernard Lonergan —otro autor presente de manera frecuente en esta columna—, se desdobla en el “irrestricto, puro y desinteresado deseo de conocer” la realidad del mundo y de la propia existencia y, añaden algunos estudiosos de la obra de este autor, de elegir bien —en su doble sentido de elegir correctamente y elegir lo que construye el bien humano— y es presentado de manera bastante coincidente por Morin en este libro del que nos ocupamos hoy, como el deseo de conocimiento del conocimiento y de comprensión intersubjetiva de los seres humanos para poder construir una vida digna para todos, que vaya más allá de la mera supervivencia.

Este deseo ha sido progresivamente sepultado por la hiperespecialización e hiperburocratización de los sistemas educativos que han convertido a los docentes en técnicos que instrumentan un curriculum fragmentado y basado en la memorización sin comprensión ni reflexión crítica de conceptos predeterminados, que están normalmente desligados de la vida de los educandos.

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Sin embargo, este deseo sigue potencialmente presente “en los que han sentido la vocación de enseñar”, en quienes “el Eros estaba presente en el amor por el saber que impartían y en el amor por una juventud que había que educar”, y puede volver a activarse si cada docente se plantea una reflexión profunda sobre el sentido de su quehacer y es capaz, ahora que retornará a las aulas de forma presencial o híbrida, de re-enamorarse del saber que va a impartir y de los niños y jóvenes a los que tiene el objetivo de educar.

Este deseo, dice Morin, también está potencialmente presente “en los niños y jóvenes, en su maravillosa curiosidad por todas las cosas, a menudo decepcionada por una enseñanza que separa la realidad del mundo en lonchas”, que vuelve aburridas todas las asignaturas, incluso las de literatura, arte o juego que deberían ser muy atractivas y divertidas, ligadas al mundo afectivo, lúdico y estético que alimenta esa curiosidad natural con la que nacen los niños, y que la escuela va acallando con conceptos, normas, exámenes y requisitos.

“Esa curiosidad se puede reavivar y transformar en deseo de saber, no sólo con y por un maestro poseído por el Eros, sino también por medio  de una formación enriquecida con materias apasionantes como las de los siete saberes y las de la educación para la civilización”, afirma en esta obra.

A partir de esta cita podemos inferir que hay dos desafíos centrales en la reforma educativa que el mundo necesita hoy: el de la formación inicial y permanente de profesores “poseídos por el Eros” que los haga amar el conocimiento y amar a sus educandos, y el de la reforma curricular que deje al fin de lado la fragmentación del conocimiento e incluya “materias apasionantes”, como las de los siete saberes y las de la “educación para la civilización”, para una nueva civilización humana y humanizante.

Nos encontramos a poco más de un mes de lo que podría ser el retorno presencial a las escuelas si esta tercera ola de contagios no se complica e impide que los planes ya establecidos, y en marcha, se lleven a cabo. Estamos ante la enorme oportunidad de que la pandemia se convierta en un punto de inflexión entre la vieja enseñanza aburrida, repetitiva, escolarizante y burocrática, y la nueva educación dinámica, flexible, significativa, provocadora de preguntas, búsquedas y reflexión relacionadas con el reto de construir un mundo en el que haya condiciones para el “buen vivir” de todos los habitantes de este planeta.

Ojalá no desperdiciemos la oportunidad de reformar la educación de manera efectiva y profunda para construir una escuela y una universidad que prepare a las nuevas generaciones de ciudadanos para asumir los retos del cambio de época y ser agentes de transformación del mundo.

Espero que en este nuevo ciclo escolar que iniciará en agosto en todos los niveles educativos, el retorno a las aulas y la reapertura de las escuelas se haga a partir del aprovechamiento de todo lo que aprendimos en este tiempo de crisis, de aislamiento y de oportunidad de experimentar nuestra vulnerabilidad y la necesidad de reaprender lo que es realmente importante para construir un mundo en el que quepamos todos.

El desafío fundamental está en comprometernos con estas reformas interdependientes para convertir el aparente círculo vicioso que imposibilita los cambios, en un círculo virtuoso que nos lleve a la gran reforma del espíritu humano, encabezada por la reforma de los sistemas educativos, como lo señala Morin en esta cita extensa con la que termino la reflexión de hoy:

“La regeneración de la educación depende de la regeneración de la comprensión, que a su vez depende de la regeneración del Eros, la cual depende de la regeneración de las relaciones humanas, y ésta a su vez depende de la reforma de la educación. Todas las reformas son interdependientes. Esto puede parecer un círculo vicioso descorazonador. Sin embargo debe constituir un círculo virtuoso que promueva la conjugación de las dos modalidades del saber vivir:

La que nos ayuda a equivocarnos mejor, a comprender y a afrontar la incertudumbre, a conocer la condición humana (…) y la que nos ayuda a orientarnos en nuestra civilización, a conocer su parte sumergida, que como en el iceberg, es más importante que la emergida”.

*Foto de portada: Freepik

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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