Lado B
La forma de nuestro corazón
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
30 de junio, 2021
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Ningún otro órgano y quizás ningún otro objeto en la vida humana está tan imbuido de metáforas y significados como el corazón humano. En el transcurso de la historia, el corazón ha sido un símbolo de nuestras vidas emocionales. Fue considerado por muchos como el asiento del alma, el repositorio de las emociones. La misma palabra «emoción» proviene en parte del verbo francés «émouvoir» que significa «agitar». Y quizás sea lógico que las emociones estén vinculadas a un órgano caracterizado por su movimiento agitado. Pero ¿cuál es ese vínculo? ¿Es real o puramente metafórico? Como especialista del corazón, estoy aquí para decirles que ese vínculo es muy real. Las emociones pueden y tienen un efecto físico directo en el corazón humano. 

Sandeep Jauhar. Cómo tus emociones cambian la forma de tu corazón 

Dice el famoso poema del maestro José Martí, musicalizado e interpretado magistralmente por Óscar Chavez —gran pérdida artística nacional en estos tiempos de pandemia— que la niña de Guatemala se murió de amor. “Dicen que murió de frío, yo sé que murió de amor”, afirman los versos de esta obra del bardo cubano. 

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Más recientemente, Silvio Rodríguez, cantautor también nacido en Cuba, dice: “Corazón, corazón, oscuro/ Corazón, corazón, con muros/ Corazón, que se esconde/ Corazón, que está donde/ Corazón, corazón, en fuga/ Herido de dudas de amor».  Y el gran poeta, músico e interprete de Úbeda, Joaquín Sabina afirma en su canción Contigo que los “amores que matan, nunca mueren”.

El corazón ha estado históricamente ligado a la dimensión emocional de los seres humanos. Es el órgano que, con su palpitar, nos mantiene en la vida y el que manifiesta de inmediato una alteración que se siente dentro del pecho. Sucede cuando nos enfrentamos a un momento en el que súbitamente experimentamos miedo, dolor, enamoramiento, rabia, odio, conmoción o compasión por algo que nos ocurre a nosotros o a un ser querido y, por extensión, a cualquier ser vivo en nuestro mundo.

Durante todo el periodo moderno, el corazón, como símbolo de las emociones, quedó relegado porque, como afirmó Camus: “la modernidad mató a Dios y puso a la razón en su lugar”. De manera que, el progreso lineal al que la humanidad aspiraba se lograría a través de la ciencia y la tecnología. Este progreso es producto de un razonamiento objetivo —equivocadamente entendido como separado de la subjetividad y, por lo tanto, del sentimiento— lo que derivó en una visión de la educación que aspiraba a desarrollar un pensamiento científico y racional alejado de creencias, emociones y elementos simbólicos y mitológicos.

Esta visión dominó en el mundo prácticamente hasta finales del siglo veinte, a pesar de que algunos pensadores como Carl R. Rogers destacaron hacia los años sesenta y setenta que la educación debería incluir tanto ideas como sentimientos. En 1983 se publicó el libro de Howard Gardner con la teoría sobre las Inteligencias múltiples, derivando después en el desarrollo de la llamada inteligencia emocional cuyo libro emblemático, de la autoría de Daniel Goleman, fue publicado en el año 1995. 

A partir de estos enfoques humanistas, y coincidiendo con la desilusión del proyecto de la modernidad, en los tiempos recientes se ha empezado a revalorar la educación en la dimensión afectiva. En las recientes reformas educativas en el país y en el Nuevo modelo educativo del 2017 se incluye el desarrollo de habilidades socioemocionales como parte importante de la formación de los educandos del siglo veintiuno.

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La formación de las emociones es también un elemento fundamental en la educación moral y en valores, puesto que, como afirma el filósofo canadiense Bernard Lonergan, el valor se aprehende, se capta en los sentimientos y no en la razón. Es fundamental que los niños y jóvenes desarrollen sentimientos de aprobación hacia todo lo que contribuye a la humanización del mundo y de rechazo hacia todo aquello que deshumaniza. Esta es una parte no menor de la tarea de los educadores que buscan formar personas y ciudadanos comprometidos con la construcción histórico-cultural del bien humano.

La educación en valores, la formación ética y la educación integral de los seres humanos es, en el fondo, una educación del corazón. La imagen relaciona a este órgano fundamental para mantener la vida con el mundo de las emociones y los sentimientos.

Por ello, fue muy impactante para mí descubrir la charla que, dentro de la serie Ted Talk, impartió el eminente cardiólogo Sandeep Jauhar. La Maestra Gabriela González List, directora escolar, dio con este video cuando buscaba un material de calidad para trabajar el tema de la relevancia de la educación socioemocional de los estudiantes con el equipo docente de su institución y fue ella quien me lo recomendó.

En esta charla de divulgación altamente recomendable, el médico de origen indio inicia hablando de la relación metafórica entre el corazón y el mundo afectivo de los seres humanos. Afirma y demuestra que esta relación no se queda en lo meramente simbólico, sino que existe una conexión en la realidad y está confirmada, cada vez más, por la ciencia médica.

Como dice la cita que uso de epígrafe de hoy, las emociones tienen un efecto físico directo en el corazón humano y pueden producir padecimientos graves e incluso mortales en muchas personas. Impactan en el funcionamiento e incluso en la morfología de este órgano, porque en efecto, las emociones pueden cambiar la forma del corazón.

El Doctor Jauhar afirma que existe un trastorno cardíaco reconocido por primera vez hace unas dos décadas llamado “microcardiopatía de takotsubo” o “síndrome del corazón roto”. «Este síndrome hace que el corazón se debilite mucho en respuesta a un estrés intenso o a un dolor profundo, que puede darse tras una ruptura de una relación amorosa o por la muerte de un ser querido”. 

Como producto de este estado de alteración emocional prolongada, el corazón afligido cambia su forma y llega a asemejarse a una vasija japonesa llamada Takotsubo, de ahí el nombre de este trastorno cardíaco.

Los médicos ignoran por qué se produce este síndrome que normalmente se corrige en unas pocas semanas. Sin embargo, Jauhar afirma: “en el período agudo puede causar insuficiencia cardíaca, arritmias pontencialmente mortales, incluso la muerte”.

Como menciona Edgar Morin, somos seres complejos y todos nuestros sistemas y dimensiones están interconectadas en bucles recursivos y retroactivos en los que un elemento o dimensión incide en la otra y viceversa. Por ejemplo, el cerebro genera la mente que a su vez genera la cultura, pero de la misma forma la cultura regenera la mente y también incide en la regeneración cerebral.

El síndrome de Takotsubo muestra que el corazón genera las emociones que, a la vez, generan los sentimientos, y al mismo tiempo los sentimientos y las emociones pueden regenerar o incidir en el daño al corazón de las personas a partir de eventos traumáticos fuertes.

Escuchando esta charla y analizando esta relación, me surgió la pregunta sobre cómo se habrán modificado los corazones de todos los alumnos y profesores a partir del enorme miedo, la incertidumbre, el estrés, el desánimo que han sido provocados por tantos meses de encierro obligado y ruptura de la normalidad ocasionadas por la pandemia del COVID-19. ¿Qué forma habrá tomado el corazón de nuestros alumnos? ¿Qué forma tendrán ahora nuestros corazones? Me parece fundamental pensar en esto para tratar de asumir una actitud empática, receptiva y compasiva en el momento en que finalmente podamos retornar a las aulas de forma presencial.

El Doctor Jauhar dice que la American Heart Association todavía no incluye el estrés emocional como un factor de riesgo para enfermedades cardíacas, “quizás porque el colesterol en la sangre es mucho más fácil de bajar que el trastorno emocional y social”. Los educadores nos vamos a encontrar con niveles de trastorno emocional y social desde leves hasta graves cuando volvamos a las aulas y esto no sólo aplica para los estudiantes, nos aplica a cada uno de nosotros. 

Con esto habremos que lidiar y, a partir de la forma que han tomado nuestros corazones durante este tiempo de crisis, tendremos que buscar las mejores estrategias para ir sanando juntos. Ojalá en el próximo —y aún incierto— retorno a las escuelas y universidades pensemos que, como dice este científico, cuando decimos “un corazón roto” estamos hablando de un verdadero corazón roto. Por ello “debemos prestar más atención al poder y la importancia de las emociones, al cuidar de nuestros corazones” porque “el estrés emocional a menudo es una cuestión de vida o muerte”.

*Foto de portada: Katerina Holmes | Pexels

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es actualmente es profesor-investigador en la facultad de educación de la UPAEP.