Lado B
Las tarjetas rosas y el intervencionismo presidencial
Un resquicio de ilegalidad que validaron las autoridades electorales le abrió la puerta al presidente para meterse en las campañas: las tarjetas Soriana.
Por Juan Manuel Mecinas @jmmecinas
17 de mayo, 2021
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El “motivo”

El “motivo” (mejor llamado pretexto), por el cual AMLO está metido en la discusión electoral, es un resquicio de ilegalidad que validaron las autoridades electorales. Ese resquicio tiene un nombre: tarjetas Soriana.

En la elección de 2012, Enrique Peña Nieto logró ganar la presidencia de la República -entre otras cosas- porque utilizó un instrumento ilegal y no fue sancionado por las autoridades: las tarjetas Soriana, que no contenían dinero pero que eran un instrumento que instaba a su tenedor a votar por un candidato, con la esperanza de que esa tarjeta tendría dinero una vez que se candidato ganara. Sin la tarjeta no había recompensa. Era un instrumento perverso, porque la sola promesa de recompensa significa la compra y coacción del voto, y el aprovechamiento de la necesidad económica de la población.

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El INE validó su uso en 2012, intentó sancionarlo en 2017 (elección del Estado de México), pero el Tribunal Electoral consideró que el uso de esas tarjetas (con otro nombre) eran legales.

Con este resquicio, y una vez que el candidato priista a gobernador en Nuevo León, Adrián de la Garza, sigue usando las referidas tarjetas (hoy nombradas tarjetas rosas), el presidente ha encontrado un resquicio (uno más) para entrometerse en la elección. Sin embargo, el debate sobre las tarjetas no existe porque algunos medios y críticos solo se desgañitan argumentando que el presidente está utilizando a la Fiscalía y porque no puede intervenir en la elección. Por supuesto que esto no se rebate, pero el uso de las tarjetas con normalidad es absurdo en elecciones democráticas. Las autoridades electorales están más preocupadas por lo que dice el presidente en las mañaneras, y no por el uso de un instrumento ilegal, pues han sostenido su validez durante la última década. Las tarjetas son instrumentos perversos que lucran con la pobreza de la población. Esa discusión no está en los medios, a pesar de ser la forma más avanzada de podredumbre de un sistema electoral nauseabundo donde solo algunos actores son bienintencionados. Si un partido usa esas tarjetas y el presidente denuncia su uso y en ese contexto se entromete en la discusión de la elección, si las autoridades electorales las aprobaron desde hace una década, se puede criticar (con razón) a López Obrador, Adrián de la Garza o a quienes las usen o denuncien su uso, pero es claro que el problema es mayor: la combinación de pobreza e instrumentos ilegales usados por los partidos políticos en términos electorales.

 La intervención

Hay dos formas de intervenir en la elección: abiertamente, buscando una excusa, como lo está haciendo AMLO, o de la forma que lo hicieron Fox, Calderón y Peña: sigilosamente. Y, si la ingenuidad no nos inunda, todos los presidentes y todos los gobiernos (locales y federal) han intervenido en las elecciones en los últimos veinte años. Es una verdad, porque lo que cuestan las elecciones no son solo esos grandes números que nos muestran las autoridades electorales, sino dinero que es desviado de los presupuestos municipales, estatales y federal, así como dinero del narcotráfico y de grupos empresariales y redes de poder que suelen apostar por ciertos candidatos en las elecciones mexicanas.

Por supuesto que el intervencionismo, sobre todo el presupuestal, es reprobable. Reprobable es que el presidente aproveche la denuncia por el uso de unas tarjetas para exhibirlo en su mañanera, e igual de reprobable y preocupante es el intervencionismo sigiloso de quienes tienen el deber de gobernar –y no de desviar recursos municipales, locales y federales.

Por eso, es necesario denunciar la intervención del presidente, pero quedarnos en eso y pensar que el resto del sistema es un paraíso, es demasiado ingenuo o pretende esconder el intervencionismo de todas las autoridades, sobre todo presupuestalmente. Denunciable es que el presidente utilice las mañaneras para arremeter contra un candidato a gobernador; igual de malo es que ese candidato use las tarjetas y que el marco normativo, hasta el día de hoy, lo permita.

Algo está podrido. Algo está podrido desde hace 20 años.

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Autor Lado B
Juan Manuel Mecinas
Profesor e investigador en derecho constitucional. Ha sido docente en diversas universidades del país e investigador en centros nacionales y extranjeros en temas relacionados con democracia, internet y políticas públicas.
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