Lado B
De la pérdida de poder: la oposición populista
Por Juan Manuel Mecinas @jmmecinas
31 de mayo, 2021
Comparte

Si se atiende a lo sostenido por algunos columnistas (Krauze, Mayer-Serra o Luis Rubio, por ejemplo) uno pensaría que la próxima semana debemos salir no solo a votar, sino a morirnos en las casillas. O mantenemos viva la democracia o damos paso a una dictadura, según su lógica. En ese mismo sentido puede verse el video de Felipe Calderón donde justifica la alianza con el PRI y llama a evitar que el país tenga “una sola voz” (la de AMLO).

Estamos ante una exageración que alimenta la polarización. Lo he sostenido en otras ocasiones: la división —sobre todo discursiva— ha sido alimentada por los bandos obradorista y antiobradorista; por quienes llaman Mesías o Peligro para México al hoy presidente como por quienes tildan a sus adversarios de casta, mafiosos y corruptos.

En esta ocasión, la oposición pone sobre la mesa un dilema tramposo y populista: que si ellos ganan, gana la democracia; que si ellos pierden, gana el dictador. Es un argumento engañoso: la unión del PRI y el PAN no es la democracia encarnada; es una alianza electoral que parece más una táctica política para ganar más espacios en la cámara que para formar un dique o catapulta para fortalecer a la democracia mexicana.

¿Acaso ganar 40 diputaciones más o perderlas hace toda la diferencia entre ser una democracia y no serla? No olvidemos que este 6 de junio están en juego 15 gubernaturas, ayuntamientos, diputaciones locales, además de la Cámara dé Diputados antes señalada. Si las encuestas no mienten, la oposición puede ganar  siete de las quince gubernaturas e innumerables municipios y diputaciones locales. ¿Eso es una dictadura? ¿Cuántas gubernaturas necesita ganar la oposición para que consideremos que el ejercicio del próximo domingo es democrático?

También puedes leer: Diputaciones plurinominales ¿siguen siendo necesarias?

La exageración de la oposición y de algunos analistas suena a tambor de guerra pero sin sustento político o jurídico alguno. Un ejemplo: Morena no ganará la mayoría de la Cámara de Diputados y tendrá que negociar con otros partidos cuando quiera hacer nombramientos que le corresponda a esa Cámara e incluso para aprobar cualquier ley y el presupuesto de cada año. Esto ha sucedido constantemente en la historia reciente: hace menos de un año, las fuerzas políticas acordaron nombrar por unanimidad a consejeros del INE, dado que ninguna de ellas podía imponerlos (ante la necesidad de aprobación de dos tercios de los legisladores presentes en la Cámara de Diputados). Esa misma situación es probable que se repita en futuras votaciones en la Cámara, porque ningún partido político tendrá por sí solo mayoría calificada.

La exageración de la oposición es igual de dañina que los epítetos que el presidente les lanza cada mañana. Ellos lo están volviendo a poner como un intento de dictador, como un peligro para México, como un falso Mesías (de acuerdo a un nada casual artículo en The Economist), pero el escenario de catástrofe que plantean no es otra cosa que la hecatombe que le ha pasado encima a los institutos políticos que integran la alianza Va por México: en 2015, PRI, PAN y PRD obtuvieron 64 por ciento de la votación para la Cámara de Diputados y este 2021 llegarán al 45 por ciento de los votos (presentándose de manera conjunta), mientras que Morena tenía casi el 9 por ciento de votación en ese 2015 y ahora obtendrá cerca del 45 por ciento. Y ni qué decir que perderán la mitad de las gubernaturas que tratarán de defender el próximo domingo.

La crisis y lo que llaman la dictadura es en realidad un sangrado: han perdido 20 por ciento de la votación para la Cámara de Diputados (lo que se traduce en ser menos competitivos en los 300 distritos uninominales en los que se divide el país) y Morena ha ganado un 35 por ciento de las preferencias electorales desde hace seis años, en relación a las preferencias para la Cámara de Diputados). En lugar de hacer un examen de lo que hicieron mal y lo que pueden enmendar, los de la oposición se contentan con señalar los aires dictatoriales de AMLO. Se conforman con el análisis fácil de que los contrapesos están en juego, cuando no es cierto: está en juego la Cámara de Diputados y ni siquiera juntándose lograrán llegar a los niveles que tuvieron en 2015; están en juego 15 gubernaturas (14 de ellas gobernadas hasta ahora por la oposición) y pueden perder la mitad, además de ganar y perder por igual ayuntamientos y legislaturas estatales. Morena gobernará casi la mitad de las gubernaturas del país después de la elección del próximo domingo y en la Cámara se reafirmará su éxito (sin obtener un poder absoluto), porque los electores lo prefieren por encima de una oposición que no ha entendido el cambio político.

No estamos ante una disyuntiva entre democracia y dictadura (tal vez nunca hubo un planteamiento más populista que este), sino ante la confirmación de que los electores le dan la espalda al PRI, PAN, y PRD en ciertos escenarios. Que esos tres partidos han perdido poder y que lo seguirán perdiendo si no corrigen sus errores. No es que vayamos a una dictadura (la mayoría de electores no votará por Morena, no le dará una mayoría absoluta y aún menos una mayoría calificada). Es solo que los electores no respaldan a la oposición y esta no se ha enterado de su desdicha.

 

*Foto de portada: Google Maps

Comparte
Autor Lado B
Juan Manuel Mecinas
Profesor e investigador en derecho constitucional. Ha sido docente en diversas universidades del país e investigador en centros nacionales y extranjeros en temas relacionados con democracia, internet y políticas públicas.
Suscripcion