La peor faceta de Andrés Manuel López Obrador lo muestra como un antifeminista. No se trata de una incorrección política, sino de una incomprensión de la realidad. Las mujeres han sufrido en Occidente (y en este país machista) por la opresión de un sistema donde impera la desigualdad.
La violencia ejercida contra la mujer en nuestro país es motivo de vergüenza. En especial, durante las últimas dos décadas: el recuento de miles de historias de mujeres golpeadas, violadas y asesinadas es la punta de un iceberg sinónimo de una sociedad desigual, machista, intolerante y solapadora de la impunidad.
En este contexto, Morena decidió arropar a Félix Salgado Macedonio como su candidato a gobernador en Guerrero. Aunque no se trata solo de Félix Salgado: es Peña Nieto casándose con Angélica Rivera, es Felipe Calderón haciéndose de la vista gorda con Mario Marín o Zedillo y Vicente Fox sin respuesta alguna ante las muertas de Juárez. Es la clase política, es la sociedad haciendo como si estuviéramos en un día de campo y los agravios fueran menores.
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Y las mujeres de Morena han dado la voz de alarma. Algunos dirán que las mueven motivos políticos, pero razones no les faltan a las morenistas porque su voz es de hartazgo y porque un impresentable sonríe como candidato.
Ahora, las miradas se han dirigido al jefe de ese partido, Andrés Manuel López Obrador. Solo los ingenuos no ven que el verdadero factótum de ese partido despacha en Palacio Nacional y quieren sacarlo de la ecuación —es más, el mismo AMLO se lava las manos y alega que sale de su control—. ¿Alguien duda, por ejemplo, que se reunió hace un mes con Clara Luz Flores, la candidata de Morena al gobierno de Nuevo León, como jefe de partido y no solamente para tener un “desayuno amable y constructivo”? Sostener que AMLO no tiene vela en este entierro, no es solo ingenuo, sino risible.
La realidad muestra a un presidente que no ha sabido lidiar con el problema. Solo se le ocurre decir que el pueblo de Guerrero decida, cuando exactamente esta no es una cuestión de legalidad o de resultado de las urnas: es una cuestión de apariencia y empatía. El presidente afirma defender la igualdad, pero es poco empático con quienes reprochan a su partido por postular a una persona acusada de cinco violaciones. Recurrir al argumento de la legalidad es pasar por alto la impunidad reinante en este país.
La dirección de Morena y el presidente no han ponderado el momento político: se creen capaces de postular a cualquier persona, con antecedentes nefastos, ganar la elección y salir impunes. Y esto no pasará: la animadversión contra la postulación de Salgado Macedonio puede costarle muy caro al partido de López Obrador, no forzosamente en la elección de Guerrero, sino en la percepción de cambio que pregona en su discurso. ¿Cómo afirmar que son distintos, que todo cambió, que las mujeres se deben sentir más seguras, si a la vez se postula a Macedonio con cinco denuncias de violación a cuestas? Si se atiende a la legalidad, Macedonio no ha cometido delito alguno y ni siquiera ha sido juzgado, pero la legalidad es un trapo viejo de la política mexicana que los políticos ondean cuando se sienten arrinconados.
El presidente ve una campaña para descarrilar a Macedonio, lo cual puede ser cierto o no, pero omite considerar que el problema no es que los adversarios cuestionen, sino la postulación de un personaje tan cuestionado. Que haya una campaña para golpearlo políticamente no borra las cinco violaciones por las que se le acusa. Además, ¿quién dijo que no se puede concertar una campaña contra un presunto violador o contra políticos con actitudes machistas? ¿No acaso muchos medios y políticos denunciaron el matrimonio por conveniencia entre Peña Nieto y Angélica Rivera? ¿No acaso el propio presidente señala una y otra vez las tropelías de García Luna y de Calderón, quienes, al igual que Macedonio, no han sido juzgados y no han recibido sentencia que los incrimine? La legalidad no es un árbol que dé sombra ante los señalamientos que en pleno rayo del sol descubren a Macedonio y cuestionan la sensibilidad (o la sensatez) del presidente y de su partido.
No vale alegar que el pueblo decida, porque la decisión cuestionada es la postulación de Salgado Macedonio, no el resultado de la elección; y porque ni siquiera un resultado favorable a Morena podría considerarse suficiente para validar una postulación que ofende por las violaciones pendientes de esclarecer y por el momento de transformación feminista que vive y exige el país. Y porque el presidente parece no escuchar: una tormenta se aproxima y no lo va a encontrar bien resguardado. No es una tormenta, es un huracán: son las mujeres, que demandan justicia e igualdad.
*Foto de portada: Gobierno de México | Facebook
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