Lado B
Llamados a vivir
Como educadores nos toca facilitar los procesos que capaciten a nuestros educandos y a nuestras hijas o hijos a evitar que el ruido del temor a la muerte los haga sordos al llamado de la vida
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
13 de enero, 2021
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Invierno

Definitivamente
parece confirmarse que este invierno
que viene, será duro.
…y el Gobierno,
reunido en consejo de ministros,
no se sabe si estudia a estas horas
el subsidio de paro
o el derecho al despido,
o si sencillamente, aislado en un océano,
se limita a esperar que la tormenta pase
y llegue el día, el día en que, por fin,
las cosas dejen de venir mal dadas…”

…Y he pensado en los miles de seres humanos,
hombres y mujeres que en este mismo instante,
con el primer escalofrío,
han vuelto a preguntarse por sus preocupaciones,
por su fatiga anticipada,
por su ansiedad para este invierno.

Jaime Gil de Biedma. Noche triste de invierno.

La primera columna del año solía ser, debería ser, una reflexión sobre propósitos de cambio, expectativas de futuro, deseos de cosas buenas, imágenes optimistas y visiones sobre el futuro. Sin embargo, a pesar de que estamos cumpliendo con lo que establece el protocolo del Año Nuevo y felicitando a nuestros seres queridos y a todos los que conocemos, las felicitaciones de este año no son tan felices, no llevan la carga de energía positiva de otros años en que el porvenir —con todo y los problemas y las preocupaciones— parecía de todos modos tener posibilidades de mejorar.

Nuestras felicitaciones se tornaron moderadas y nuestros buenos deseos se volvieron bastante limitados. Nos deseamos mutuamente que este año sea un poco mejor que el terrible 2020, que ojalá la pandemia “empiece” a ser dominada, que las vacunas puedan iniciar el regreso a la convivencia y el retorno un poco menos incierto al mundo exterior.

Porque definitivamente se ha confirmado que este invierno que llegó poco antes de la Nochebuena está siendo duro, muy duro. La tristemente célebre curva de contagios que nunca fue aplanada se ha disparado de manera que parece incontrolable, los casos de enfermos por este —o esta— COVID-19 llenan nuestro timeline de las redes sociales con rostros y nombres cada vez más cercanos, cada día sabemos de familiares y amigos directos que se han contagiado y cada nueva jornada la muerte llega más cerca de nuestro entorno. Los hospitales empiezan a saturarse y en algunas ciudades como la capital del país, los crematorios están rebasados y hay listas de espera de hasta 48 horas.

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Mientras tanto, el gobierno que desde el principio repite como mantra que todo está bajo control y que estamos mucho mejor que otros países, no se sabe lo que está estudiando y parece que más bien está limitándose a esperar que pase la tormenta y que por inercia llegue el día en que por fin las cosas se arreglen y “dejen de venir mal dadas”.

En este duro invierno que apenas inició, me descubro continuamente pensando —como muchos otros hombres y mujeres de buena voluntad— en los miles de seres humanos que en este instante han vuelto a preguntarse por sus preocupaciones y están viviendo la fatiga ocasionada por la ansiedad de estos tiempos oscuros y demandantes, de estos días que se repiten uno a uno, todos iguales y envueltos en una cortina de miedo.

Encierro

El encierro escarba en tu personalidad
halla lo que ni piensas
explota minutos de versatilidad
y más te encierra.

El encierro te recuerda la brisa en el rostro.
El encierro solo tiene ángulos rectos.
El encierro te hace imaginar al otro.
El encierro alucina paisajes por defecto…

Charly Barrera. El encierro.

Y el duro invierno prolonga indefinidamente el encierro. Ese encierro que nos hace escarbar en lo profundo de nuestra personalidad y enfrentarnos a nuestras sombras, a nuestros vacíos, a nuestros temores y a la posposición o al abandono de nuestros sueños de futuro.

El encierro explota minutos de versatilidad y más nos encierra, nos ahoga y nos obliga a vivir la relación con otros a través de sonidos o imágenes que llegan por el espacio virtual. El encierro nos recuerda y nos hace ansiar la brisa en el rostro y la diversidad formal del horizonte porque vivimos atrapados en un mundo de cuatro paredes, de ángulos rectos.

Vivimos encerrados imaginando al otro, añorando el abrazo del otro, el encuentro que nos alimentaba, que daba forma a nuestros proyectos y sentido a nuestras horas y minutos. Encerrados en un espacio acotado que nos hace alucinar paisajes por defecto, añorar esos paisajes que conocimos y los que soñábamos conocer.

El invierno tan duro se prolonga y nos obliga a seguir en un encierro que parece no tener final.

Vida

Alguien me habló todos los días de mi vida
al oído, despacio, lentamente.
Me dijo: ¡vive, vive, vive!
Era la muerte.

Jaime Sabines. Del mito.

En este invierno crudo y cruel, en el encierro tedioso y agotador, hoy más que nunca se acerca “alguien” a hablarnos al oído, despacio, lentamente y a exhortarnos a vivir con profundidad, con intensidad y con sentido. En este invierno crudo y en este encierro eterno sigue estando presente la vida y haciéndose más palpable que nunca ese llamado de la muerte que nos dice: ¡Vive, vive, vive!

Como educadores nos toca mantener viva la esperanza, escuchar ese llamado a vivir el presente sin dejar de creer en que habrá un futuro, escuchar el llamado a vivir y facilitar procesos que capaciten a nuestros educandos y a nuestros hijos para saber escuchar esa voz,  para evitar que el ruido del temor a la muerte los haga sordos al llamado de la vida.

 

*Foto de portada: Sarah Dietz | Pexels 

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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