Lado B
El problema no es solo Trump
Trump dejará la presidencia del país más poderoso del mundo en enero, aunque su movimiento está lejos de llegar a su fin, pues acaba de obtener 70 millones de votos en las elecciones estadounidenses
Por Juan Manuel Mecinas @jmmecinas
09 de noviembre, 2020
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Sería aventurado sostener que el trumpismo dejará de existir por el solo hecho de haber perdido las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América.

Trump dejará la presidencia del país más poderoso del mundo en enero, aunque su movimiento está lejos de llegar a su fin, pues acaba de obtener 70 millones de votos en las elecciones estadounidenses y, aún más, está impregnado en la forma de hacer política y de tomar decisiones no solo en Estados Unidos sino en el mundo entero. Y podemos hablar de trumpismo porque Donald Trump termina siendo el rostro visible de un movimiento que tiene allegados en todas partes con rasgos comunes, sobre todo, el menosprecio del otro; la minusvaloración de la otredad.

Muchos lo han tratado de encasillar como populismo, pero las razones del triunfo en 2016 y de las políticas de Donald Trump no solo tienen que ver con un cierto populismo, sino con los problemas intrínsecos que las democracias vienen arrastrando desde las primeras crisis económicas de la segunda posguerra. Se trata de un fascismo encubierto que profundiza los problemas del sistema capitalista y que se muestra como solución con eficiencia económica y financiera, que encanta a los mercados y que el sistema deja vivir, aunque en el largo plazo se convierta en un germen inequívoco de su destrucción, porque niega a una parte de la sociedad los enemigos que económicamente existen, pero a quienes políticamente trata de destruir. 

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Las elecciones cuentan, pero este remedio procedimental no es suficiente para acabar con un fenómeno mundial donde hay una minusvaloración del oponente. Lo demuestra la victoria de 2008 de Barack Obama: en sí, venía a poner fin a una forma de hacer política donde el adversario era visto como enemigo (impulsada principalmente por Dick Cheney). Después de doce años, la lucha sigue contra un movimiento cada vez más racista, homofóbico, neoliberal y discriminatorio. Otro ejemplo podría ser las elección en Francia en 2002, donde se pensó que la derrota de Le Pen en segunda vuelta significaba el ocaso de su movimiento, cuando en realidad era la punta de lanza que germinaría en una multitud de partidos en toda Europa, abiertamente xenófobos y con un discurso discriminatorio como bandera. 

La única solución a largo plazo es la transformación del sistema para reducir a su mínima expresión a los partidos y movimientos fascistas de hoy en día. Obviamente se necesita de la reducción de las desigualdades. El reconocimiento del otro como interlocutor válido pasa por la mesa de diálogo, pero también por la redistribución de la riqueza. De nada sirve un intento de reconocimiento de la valía del otro si no viene acompañado de políticas públicas que reduzcan la pobreza y las brechas de distinto tipo (de género, social, económica, cultural). Esto significa un fortalecimiento del Estado para que pueda regular al mercado y corregir sus fallas, así como para garantizar los derechos humanos de todos (sobre todo de los grupos más vulnerables).

Trump es una consecuencia, no una causa, que solo puede subsanarse con la apreciación del “otro” como parte de la sociedad. Para ello no hay medias tintas: se debe apostar por la democracia, pero reconocer que por sí sola es un sistema que puede llegar a permitir grandes desigualdades y dar paso a movimientos que la destruyen. Se trata de reconocer todas las aportaciones que pueden generar los que piensan y actúan distinto. Bien lo señalaba Enrique Krauze el sábado pasado: “podemos ser opositores, pero no enemigos”. Ps. Habría que sugerirle al historiador mexicano que un primer paso podría ser dejar de lado calificativos como “Mesías Tropical”.

*Foto de portada: @realDonaldTrump | Twitter 

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Autor Lado B
Juan Manuel Mecinas
Profesor e investigador en derecho constitucional. Ha sido docente en diversas universidades del país e investigador en centros nacionales y extranjeros en temas relacionados con democracia, internet y políticas públicas.
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