Lado B
Esperando a los bárbaros
La realidad muestra a los partidos políticos preocupados por quitarle el poder a sus adversarios y no por convencer al electorado de que las soluciones que proponen son las mejores en el corto, mediano o largo plazo
Por Juan Manuel Mecinas @jmmecinas
15 de febrero, 2021
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El segundo impeachment (juicio político) contra Donald Trump fue todo menos un procedimiento que tuviera como finalidad el fortalecimiento de la democracia. El objetivo principal era evitar que Donald Trump pudiera presentarse en las elecciones al Senado en 2022 o en las presidenciales de 2024. Curioso: al populista se le quiere sacar de la contienda, cortándole la cabeza, cuando en realidad el populismo es una medusa y Trump es solo una de sus cabezas. Algo no entendieron los líderes del partido demócrata estadunidense: Trump es el efecto, no la causa.

Para colmo, la apuesta del partido demócrata salió mal. No solo eligieron mal la batalla, sino que la perdieron; por segunda vez.

Ahora, Donald Trump será el único presidente de los Estados Unidos que sobrevivió políticamente a dos juicios políticos, lo que lo deja en posibilidad de relanzar su movimiento. Y no esperó ni un minuto: apenas se conoció el veredicto del Senado de los Estados Unidos exonerándolo, emitió un comunicado en el que indica que su movimiento apenas inicia. Ni más ni menos. La pesadilla continúa y ahora con la argucia legal de que nada de lo que hizo para descarrilar la elección de 2020 fue ilegal. El peor de los escenarios, si lo que se pensaba es que a estas alturas estaría derrotado y con la soga al cuello. 

Todo este drama recuerda al estupendo libro de Coetze titulado Esperando a los bárbaros, porque la forma como se decide enfrentar a los adversarios determina quiénes son los bárbaros, si a quienes se tilda de bárbaros o también lo son quienes los señalan inquisidoramente. En este caso, al populismo se le quiere atacar con populismo, lo que deja mal parados los intentos por contrastar las bondades de la democracia y los peligros del populismo: todo termina siendo lo mismo. 

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Tal es el miedo a Trump que incluso lo fortalecen cuando tienen todos los medios para derrotarlo. Al populista se le confronta en el discurso, con políticas democráticas, con resultados que beneficien a la mayoría, respeten a la minoría y con legalidad. Y el juicio político —sobre todo el show que presenciamos la semana anterior— no es uno de esos instrumentos. 

Guardando las distancias, tiene toda la pinta de lo que fue el desafuero de López Obrador en el año 2004. Sus contrapartes decidieron que era un peligro para la democracia y operaron para dejarlo fuera de la elección. Eso fortaleció su movimiento y lo catapultó. 

Más allá de las diferencias de propuestas y personajes, la realidad es que la apuesta del partido demócrata por descarrilar a Trump de una hipotética candidatura en 2022 o 2024 fue un espectáculo que, al ser eminentemente político, dejó de lado el aspecto legal que se requiere para hacer frente a los populistas como el expresidente norteamericano. 

En México, la apuesta de quienes acusan a López Obrador de ser un populista y antidemocrático, termina siendo populista también. Basta ver la propaganda y los spots de los partidos de oposición de cara a las elecciones de junio próximo: una mera acusación de que AMLO es el enemigo y de que ellos son la solución. ¿Problemas reales?, ¿soluciones específicas?, ¿planteamientos serios? Ninguno. 

La realidad muestra a los partidos políticos preocupados por quitarle el poder a sus adversarios a partir de argucias, y no por convencer al electorado de que el camino y las soluciones que proponen son las mejores en el corto, mediano o largo plazo.  

Esto no hace menos populistas o adalides de la democracia a Trump o a López Obrador. Sus hechos hablan por ellos. Lo cierto es que no deja bien parados a sus adversarios, quienes deberían demostrar en el discurso y en los hechos que pueden hacer cosas mejores y distintas. Podrían dejar de lado el lodo político donde catalogan a sus adversarios de enemigos, por ejemplo. 

Si no es por la vía de mejores políticas, legalidad y resultados que beneficien a la mayoría y respeten a la minoría, los “bárbaros” (populistas) terminan siendo incluso quienes señalan a los otros precisamente de desconocer las reglas, de utilizar las instituciones y de burlar la legalidad.

 

*Foto de portada: Presidencia

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Autor Lado B
Juan Manuel Mecinas
Profesor e investigador en derecho constitucional. Ha sido docente en diversas universidades del país e investigador en centros nacionales y extranjeros en temas relacionados con democracia, internet y políticas públicas.
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