Lado B
La educación y las dos vidas
Se habla mucho de educar para la vida, pero en este mundo materialista, consumista y prosaico en el que se nos exige vivir para sobrevivir me temo que nos educan para la primera vida, esa vida que sobrevivimos antes de darnos cuenta de que sólo tenemos una
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
29 de septiembre, 2020
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Tenemos dos vidas y, la segunda comienza cuando te das cuenta que sólo tienes una…
Mario de Andrade. Mi alma tiene prisa. (Poema Golosinas).

La poesía es muchas veces revelación. La buena poesía, esa que buscando la belleza descubre la verdad y se adelanta a los filósofos por la vía de la intuición, la revelación y el sentimiento nos hace, como dice Villaurrutia “ver la tarde de siempre con distinta mirada…” y viajar inmóviles hasta las profundidades de nuestro ser.

Busco en la noche silenciosa el tema, la frase, el motivo que me ayude a encontrar algo valioso para comunicar en la Educación personalizante de esta semana y me sorprende de pronto este poema –»Mi alma tiene prisa» o «El valioso tiempo de los maduros»- de Mario de Andrade, poeta, escritor y musicólogo que fue uno de los miembros fundadores del modernismo brasileño.

Conté mis años y descubrí que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora…
Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces: los primeros los comió con agrado, pero, cuando percibió que quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente.

Mario de Andrade. «Mi alma tiene prisa». (Poema Golosinas).

Como el poeta cuento mis años y descubro –aunque es bastante obvio pasa media vida sin que lo descubramos- que tengo menos tiempo para vivir en el futuro del que he vivido hasta hoy. Igual que en el texto, viene a mí la imagen de un niño al que se le están terminando los dulces de su paquete y que aunque ha saboreado los que ha comido hasta hoy –algunos deliciosos, otros agridulces y unos cuántos también bastante amargos- debería comenzar a saborear los que le quedan que ya son menos que los que ha consumido, más profundamente, con más conciencia y agrado, con menos velocidad y con mayor intensidad.

Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a manipuladores y oportunistas.
Mario de Andrade. «Mi alma tiene prisa». (Poema Golosinas).

Yo también tengo esa sensación cada vez más recurrente, esa experiencia de caer en la cuenta de que ya no tengo tiempo para reuniones interminables donde se discuten cosas que quedarán en el papel y no llegarán a ningún lado en concreto. Y sin embargo, sigo teniendo que desgastarme y gastar mis días en discusiones bizantinas sobre estatutos, normas, procedimientos y técnicas que dan la ilusión de medir lo inmedible, de describir lo indescriptible, de formular con discursos lo inefable que es el acto educativo, el proceso por el cual nos vamos enseñando unos a otros –siempre con limitaciones y contradicciones- en qué consiste ser humano.

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Igual que al poeta, “…me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces para apropiarse de sus lugares, talentos y logros…”. Igual que al poeta, me parece que las personas en el mundo educativo ya no discuten los contenidos sino las formas y los títulos y veo también que “…mi tiempo es escaso para discutir títulos…”, en este mundo credencialista que ha vuelto la vida una carrera interminable por conseguir diplomas, constancias, evidencias, insignias, certificaciones y premios, convirtiendo a las escuelas y universidades en mercados donde se compran documentos en vez de ambientes de búsqueda, lugares de encuentros significativos, espacios donde convivimos con presencias que son significado personificado que marca nuestras vidas.

Quiero vivir al lado de gente humana,…muy humana.
Que sepa reír de sus errores.
Que no se envanezca con sus triunfos.
Que no se considere electa, antes de la hora.
Que no huya, de sus responsabilidades.
Que defienda, la dignidad humana.
Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas…
Gente a quienes los golpes duros de la vida, le enseñaron a crecer con toques suaves en el alma.
Mario de Andrade. «Mi alma tiene prisa». (Poema Golosinas).

Con menos dulces disponibles se avivan en mí las ansias de vivir al lado de gente muy humana con la que pueda compartir reírnos de nuestros errores, buscar triunfos para crecer y no para presumir. Quiero también vivir con gente que asuma sus responsabilidades en vez de huir de ellas o pasarlas a otros, gente que defienda la dignidad efectiva de todos los seres humanos independientemente de sus características, ideas, creencias o costumbres.

Cada vez me resulta más necesario convivir con gente que quiera andar al lado de la verdad y la honradez en estos tiempos que son bienes escasos e incluso vistos con desprecio. Rodearme también de gente que sepa cómo ir llegando a lo profundo del corazón de los demás, personas que hayan aprendido de los golpes duros de la vida la forma de crecer con toques suaves en el alma.

Sí…
tengo prisa… -por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces que me quedan…
Estoy seguro que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia…”
Mario de Andrade. Mi alma tiene prisa. (Poema Golosinas).

A pesar de los años o tal vez a causa de los años, no he perdido la ilusión de disfrutar los dulces que me quedan y no desperdiciarlos. Sigo teniendo prisa por vivir con la intensidad y la profundidad que sólo la madurez puede dar y compartir esa intensidad y esa profundidad con mis alumnos.

Comparto la meta del poeta: llegar al final satisfecho y en paz con todos los que me rodean y con mi propia conciencia porque ¿No es acaso esa la meta de una verdadera educación para la vida?

Se habla mucho de educar para la vida, pero en este mundo materialista, consumista y prosaico en el que se nos exige vivir para sobrevivir me temo que nos educan para la primera vida, para esa que pasamos en reuniones interminables, desfiles de egos y acumulación de títulos, esa vida que sobrevivimos antes de darnos cuenta de que sólo tenemos una.

*Foto de portada: Gustavo Fring | Pexels 

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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