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Corrupción y narco: el mercado negro de los Chutos
Tras el comercio de vehículos irregulares, en la frontera Chile-Bolivia, hay un entramado que incluye robo de autos, narcotráfico, corrupción y asesinatos
Por Lado B @ladobemx
12 de diciembre, 2019
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Foto: Arturo Morales e Ignacio Muñoz

Carlos Luz, Beatriz Layme y Cristian Ascencio | CONNECTAS

Esta investigación colaborativa fue realizada por los medios Página Siete de Bolivia, El Mercurio de Antofagasta (Chile), La Estrella de Iquique (Chile) en alianza con la Plataforma Periodística Connectas.

En la frontera chilena-boliviana un negocio que involucra a grupos de crimen organizado  de ambos países se ha consolidado en la última década: el intercambio de vehículos robados por droga.

El modo de operar implica que una mafia chilena roba un vehículo, generalmente una camioneta todoterreno, lo cruza ese mismo día hasta territorio boliviano por alguno de los más de 100 pasos clandestinos fronterizos y, allá, se reúne con algún grupo boliviano con el que intercambia la camioneta por algunos kilos de droga. Una Toyoya Hilux del año cuesta unos 2 kilos de cocaína, según información vertida  por los mismos condenados en sus declaraciones judiciales.

El negocio es tan lucrativo que, en el caso chileno, se han descubierto bandas integradas por más de veinte personas, con alto nivel de organización en la obtención, traslado y venta de vehículos; así como con ganancias millonarias, de acuerdo a los datos de varios expedientes judiciales. Cada kilo de cocaína se puede vender en las grandes ciudades de Chile, como Antofagasta y Santiago, en 15 mil dólares.

Una de las bandas desarticuladas en Chile en años recientes era dirigida desde la prisión Colina, la más grande de Chile, por Osvaldo Calderón, quien llevaba más de una década como recluso. Según el testimonio de uno de sus cómplices, Calderón  planificaba hacia futuro: estaba reuniendo 40 mil dólares para sobornar a un guardia de la prisión, para conseguir el beneficio de salida dominical, tras lo cual huiría a Bolivia; según consta en el expediente judicial del caso.

La banda estaba integrada por ladrones de autos, mecánicos y falsificadores. Un total de 23 personas repartidas en distintas ciudades chilenas, a lo largo de 1.700 kilómetros. 19 de ellos son de nacionalidad chilena y cuatro son bolivianos.

Otro ejemplo del involucramiento entre mafias de ambos países es el caso que se ha conocido públicamente como “Cangri”.

El 20 de febrero de 2019 Sebastián “Cangri” Leiva, un conocido cantante chileno de reguetón, cruzó la frontera hacia Bolivia por el turístico poblado de San Pedro de Atacama, junto a otras cuatro personas – dos chilenos y dos bolivianos -, en una camioneta Toyota 4 Runner roja.

La camioneta había sido comprada con un documento bancario falso un par de días antes. Una técnica que uno de los acompañantes de Cangri, Germán Gundián, había utilizado anteriormente.

Gundián, un empresario del rubro automotriz con líos con la justicia por estafas, era el nexo principal con los bolivianos con los que se haría el negocio de la compra-venta del vehículo robado en Chile y que, según dos testimonios de involucrados, eran policías.

Pero el viaje no terminó como Gundián esperaba. En pleno altiplano, a más de 3.500 metros de altura, Gundián, Cangri y otro chileno -Sebastián Cornejo- fueron abandonados por sus socios bolivianos, en un incidente que aún no está claro por qué ocurrió. La noche y el frío hicieron el resto. Cangri y Gundián fallecieron, mientras que Cornejo –que tiene un extenso prontuario policial, con más de 10 causas, y está vinculado a investigaciones por narcotráfico según datos judiciales- logró llegar al día siguiente hasta la aduana y sobrevivir.

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*Foto de portada: Arturo Morales e Ignacio Muñoz

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