Lado B
La elección: crisis y democracia
¿Se producirá realmente el círculo virtuoso en el que la democracia mexicana produzca ciudadanos demócratas que a su vez produzcan la democracia que el país necesita consolidar?
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
04 de julio, 2018
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

Crisis.

“Así, las crisis/debilitamiento del civismo son también crisis/debilitamiento de democracia y por tanto, de complejidad política y social…La regeneración de la ética es, por tanto, inseparable de una regeneración democrática”.

Edgar Morin. Método VI. Ética, p. 150.

Vivimos en un país en crisis. Crisis es una palabra tan recurrente, tan persistente, tan necia, tan presente en nuestras historias personales y en nuestra historial nacional desde hace varias décadas que va perdiendo peso en nuestras conciencias, que se diluye y deja de dolernos lo que debería.

Crisis económica, crisis política, crisis social, crisis en todas las dimensiones de nuestra vida, incluyendo por supuesto y de manera muy significativa el civismo. Vivimos una profunda crisis cívica que se ha ido arraigando, apoderando de todos los ángulos de nuestra convivencia social hasta ponernos en contra unos de otros, hasta hacer que nos estemos literalmente matando unos a otros, en las calles, en las plazas, en los procesos electorales y de manera simbólica también en las redes sociales.

Como dice Morin, la crisis del civismo es también una crisis de la democracia, una crisis de complejidad política y social. Porque la crisis de nuestros valores fundamentales de convivencia como ciudadanos es causa del deterioro de la democracia y de la muy baja complejidad social y política que nos tiene en un sistema vertical, basado en el control y la desconfianza, en la cerrazón a toda forma de crítica y en la obstaculización de cualquier intento de innovación y transformación de las estructuras y de la cultura decadente que condiciona nuestras formas de vivir.

Pero la crisis cívica es también un efecto de la crisis democrática, porque la democracia débil y cuestionada, marcada por la corrupción, el clientelismo, el corporativismo, el paternalismo va generando una crisis de comportamiento cívico y alimentando las actitudes de dependencia, obediencia acrítica, complicidad y falta de compromiso con el bien común.

De este modo, la crisis de comportamientos y valores cívicos de los individuos que se asumen como menores de edad en términos de ciudadanía va produciendo una crisis democrática en la que la sociedad se ve incapacitada para consolidar estructuras e instituciones plenamente democráticas pero la crisis democrática expresada en esta debilidad institucional va al mismo tiempo regenerando la crisis de civismo en un círculo vicioso muy difícil de romper.

Vivimos en un país en el que este círculo vicioso está presente y se hace cada vez más grande. De manera que podemos ver en cualquier calle o plaza, en cualquier escuela, tienda o incluso templo, comportamientos cívicos que reflejan esta crisis y que demuestran una total despreocupación por el bien común y la construcción de comunidad.

En el México de hoy, los comportamientos individuales distan mucho de ser civilizados y de mostrar respeto por los demás y cuidado de los símbolos, valores y significados que construyen comunidad.

Sin embargo este domingo vivimos un espacio cívico que mostró, con algunas excepciones vergonzosas de hechos violentos e ilegales –desgraciadamente focalizados en su mayoría en Puebla- una cara opuesta de esta moneda de la crisis.

La jornada electoral del domingo pasado fue en muchos aspectos ejemplar. Ejemplar por la muy alta participación ciudadana reflejada en el porcentaje de votantes mayor al 60%. Ejemplar por la excelente y comprometida labor de los ciudadanos que fungieron como funcionarios de casilla, representantes de partidos y observadores electorales. Ejemplar también por la solidez y solvencia que mostraron las instituciones electorales sometidas al bombardeo constante y en la mayoría de los casos carente de sustento de quienes predecían un fraude que nunca ocurrió. Ejemplar por el entusiasmo y la esperanza que generó el triunfo de López Obrador en una gran cantidad de ciudadanos que se volcaron a las urnas compartiendo una utopía que independientemente de su viabilidad, se mostró como una energía social positiva que puede ayudar a transformar las cosas.

Esta jornada genera naturalmente dos preguntas: ¿Será que este entusiasmo y esta participación entusiasta y esperanzada puede regenerar la democracia que a su vez regenere nuestro comportamiento cívico? ¿Esta jornada significa realmente el inicio de una regeneración cívica y democrática o se quedará en el simple entusiasmo de un día en el que se volverá a depositar la confianza en una sola persona creyendo que va a resolver todo en el país?

Democracia.

“La democracia se sirve de dos circuitos recursivos: 1.-Los gobiernos dependen de los ciudadanos que dependen de los gobiernos; 2.-La democracia produce ciudadanos que producen la democracia”.

Edgar Morin, Método VI. Ética, p. 150.

Morin plantea que la democracia se sirve de estos dos circuitos recursivos entre gobierno y ciudadanos y entre democracia y ciudadanía. En el país que hoy vivimos estos dos circuitos están totalmente rotos.

Por una parte vivimos en un país en el que la relación entre el gobierno y los ciudadanos está fracturada y se guía por la desconfianza mutua. En el México de hoy el gobierno no depende de los ciudadanos, se sirve de ellos y los explota al máximo y los ciudadanos no dependen del gobierno porque desconfían profundamente de él y no esperan absolutamente nada de su parte.

En el otro circuito, la democracia frágil y llena de mecanismos de corrupción e impunidad no está produciendo ciudadanos, al menos no está produciendo ciudadanos democráticos sino clientelas electorales que se venden por prebendas y regalos y los ciudadanos tampoco están produciendo democracia porque más bien se están asumiendo como individuos que buscan sacar el máximo beneficio de los políticos y las instituciones, contribuyendo a regenerar la corrupción en las estructuras democráticas.

Después de la jornada electoral que vivimos el domingo y ante el triunfo de un candidato que prometió “La cuarta gran transformación de México”, equivalente a la Independencia, la Reforma o la Revolución, cabe la pregunta: ¿Estamos realmente ante esta gran transformación en la que el gobierno pueda restablecer el circuito recursivo entre gobierno y ciudadanos? ¿Se volverá a generar el circuito en el que el gobierno dependa de los ciudadanos y los ciudadanos dependan del gobierno?

Esta restauración del primer circuito recursivo dependerá de que el eslogan del gobierno del pueblo, con el pueblo y para el pueblo que ha pregonado discursivamente el próximo presidente se transforme de un discurso de campaña en un mecanismo real de gobierno dialógico.

En el ángulo del segundo circuito recursivo: ¿Se producirá realmente el círculo virtuoso en el que la democracia mexicana produzca ciudadanos demócratas que a su vez produzcan la democracia que el país necesita consolidar? ¿Se dará realmente esta formación de ciudadanía democrática, con plena agencia para participar en los procesos de transformación del país, para que esta ciudadanía democrática genere la democracia que tanto decimos anhelar?

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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